martes, junio 29, 2010

Dudas y objeciones contestadas sobre el argumento de la probabilidad nula (II)

La segunda objeción al argumento de la probabilidad nula es en realidad una objeción al argumento ontológico. Esta objeción dice que definir a Dios como necesario tiene muchos problemas. Estos serían principalmente tres: Primero, que el término “necesario” aplicado a los seres es cuando menos sospechoso, en especial porque el propio término no se ha probado válido cuando no sea para proposiciones analíticas o tautologías, por lo que en otros casos no tendría significado. Segundo, que definir a un ser como necesario es una cosa, y que lo sea es otra. Tercero, el que un ser sea definido como necesario no implica que su existencia lo sea, ya que una cosa no tiene nada que ver con la otra.

Antes que nada, hay algo que debe ser dicho acerca de esta objeción a mi argumento: Que en realidad esta objeción no lo afecta tanto como al argumento ontológico. Evidentemente si este último no es cierto, mi argumento no tendría un campo de acción. Pero en mi argumento asumo el argumento ontológico como tal, siendo consciente de sus contradicciones, lo cual es consistente con una reducción al absurdo, que es exactamente lo que pretendo hacer. Así que partiendo de allí no hay ni mala voluntad ni falacia alguna de mi parte, pues una asunción se puede hacer sin necesidad de que aquello asumido sea verdadero o real. Ahora sí, tratemos parte por parte la objeción:


1. El término “necesario” aplicado a los seres es cuando menos sospechoso

Este término es correctamente aplicado en las proposiciones analíticas, pues se deduce que no podrían ser de otra forma. Por ejemplo la proposición “Los animales racionales son animales” en una de este tipo. Se entiende que la negación de esta solo podría darse mediante una contradicción manifiesta, la cual sería lógicamente imposible.

En otro contexto, la palabra “necesario” se refiere a todo aquello que no puede o no podría no ser. Así como las proposiciones analíticas no pueden no ser ciertas, todo aquello necesario no puede no ser, y por ende tampoco no puede no existir. Pero al decir esto se recae en tres subproblemas: a) Que no hay razón para aplicar el término necesario a ente alguno; b) que no hay razón para pensar que ente alguno deba ser necesario; y c) que no hay por qué pensar que exista o pueda existir un ente necesario. Veamos brevemente todos estos puntos antes de pasar al segundo problema:

a) No hay razón para aplicar el término necesario a ente alguno: No es compresible ni justificable la aplicación del término “necesario” a algo diferente a una proposición analítica, porque solo se ha demostrado efectiva en este caso. Quien diga que sí es posible usar este término en casos diferentes es quien tiene la responsabilidad de probarlo, no quien lo niega frente a la falta de pruebas. Aunque este no fuera el caso, y se diera la posibilidad lógica de aplicar este término a un ente, no hay razón para pensar que en la práctica esto debería darse, pues muchas cosas que en teoría son posibles en la práctica no lo son. Tampoco hay razón para pensar que el ente al que se pueda aplicar este definición sea un ser. Existe una diferencia entre ente y ser, e igualar ambos términos lo único que consigue es hacer ambigua cualquier definición y abstraer el diálogo hacia la esfera de lo incomprensible.

Otra razón para descartar la aplicación del término “necesario” en los seres es el punto B, el cual explico a continuación.

b) No hay razón para pensar que ente alguno deba ser necesario: Como hemos visto, “necesario” se refiere a todo aquello que no puede no ser. En las proposiciones analíticas se comprende el porqué no pueden no ser. Sin embargo, no hay razón para pensar que a los seres se aplica lo mismo. En nuestra experiencia, todo ser y en general todo ente puede o no existir. La única excepción es la materia, que se convierte en energía y viceversa según la termodinámica. Pero todo ente formado de materia puede ser o no ser. No hay evidencia de que existan o deban existir entes materiales necesarios. Es más, hay pruebas de lo contrario. Ya que el universo tuvo un comienzo, los entes materiales también, ergo no pueden ser necesarios. Tampoco la materia estrictamente hablando, pues se deriva de la energía primigenia. La energía sería no único necesario, y por tanto eterno. Pero ¿Qué sucede con los entes extrauniversales o metauniversales? Ciertamente no se pueden aplicar nuestros conceptos ni nuestra lógica a lo que desconocemos. Y qué cosa más desconocida que aquello que no forma parte de nuestro universo. Cierto pero...no en realidad. Decir lo anterior implica muchas asunciones injustificadas:

Primero, que exista algo “fuera” de nuestro universo, o por lo menos ajeno a este. Esto requeriría demostrar que nuestro universo no es lo único existente, cosa que quien cree en lo sobrenatural no hace, por lo que comete las falacias de petición de principio, demostración en círculo, y en especial la de premisa indemostrada.

Segundo, el que no se puedan aplicar nuestros conceptos ni lógica a lo metauniversal se deriva de que no podemos decir nada de lo desconocido, so pena de quedar como inconsecuentes y sofistas (en el peor de los casos) o como espeluznantemente ingenuos (en el mejor de ellos). Tampoco podemos aplicar nuestro conocimiento a lo metauniversal ya que el mismo se deriva de nuestra experiencia y vida en el plano material, por lo que todo lo que conocemos sería inapropiado para definir o comprender una realidad no material. Ante este punto hay dos opiniones: Una dice que sí podemos comprender lo extrauniversal, sea que nos refiramos a una realidad física pero inaccesible o a una realidad espiritual. La otra dice que efectivamente no podemos comprenderlos, por lo que tampoco podemos descartar la idea de Dios. Estos dos pensamientos admiten que estas realidades extrauniversales afectan el mundo físico. Sin detallar mucho, estos conceptos también tienen serias fallas. La del primero consiste en que si en realidad podemos comprender dichas realidades, y efectivamente afectan nuestro universo, no hay excusa para que no puedan ser científicamente probadas, ya que todo aquello que afecta a un ente físico debe ser de naturaleza física para poder afectarlo. Si alguna realidad extrauniversal puede afectar el universo tiene que ser física o compatible (convertible) a energía física. El problema consiste en que hay creyentes afirman que su Dios (ente necesario por excelencia) no puede hallarse ni abarcarse mediante el conocimiento humano ni la ciencia (lo que contradice que estas realidades puedan comprenderse o describirse). Otros dicen que sí es posible, y crean fundaciones para ello, como el instituto Discovery y dan premios como el premio Templeton. Para probar esto se basan en dos puntos: La ciencia creacionista o la del diseño inteligente, que en realidad no puede llamarse ciencia ya que no sigue el método científico; y la revelación, que cae en el campo de lo incomprobable y lo subjetivo, por lo que no sirve como prueba.

El problema es especialmente grave con los primeros, pues al negar que el hombre pueda comprender a Dios están siendo inconsecuentes. Inconsecuentes porque admiten la revelación como única vía de conocer a Dios, al igual que los creyentes que afirman que la ciencia y la revelación pueden probar a Dios. Esta inconsecuencia se da porque primero niegan al hombre dicho conocimiento, y luego se contradicen afirmando que es posible mediante una revelación sobrenatural. Pero se equivocan, pues dicha revelación extrauniversal se comprende con el conocimiento humano, cosa imposible habiendo negado antes dicha posibilidad (lo material comprendiendo lo extrauniversal). También son inconsecuentes con el concepto de prueba, que debe ser apropiada para lo probado, cosa que no cumplen pues la revelación es netamente personal y subjetiva, y una prueba para ser considerada como tal debe ser objetiva y poder someterse a comprobación. Los creyentes afirman sin base que la revelación es prueba suficiente y adecuada, cosa indemostrada, por lo que cometen nuevamente las falacias de premisa indemostrada y petición de principio.

Tampoco se puede decir que de lo desconocido se deduce que no se puede descartar la idea de Dios. Primero, porque la idea de Dios debe ser probada por los creyentes, prueba sin la cual no es necesario creerles. Recuerden: Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Pruebas que llevamos milenios esperando, y que probablemente nunca den. Segundo, que de lo desconocido no se puede decir nada excepto que nada se sabe de él. No se pueden extraer obligaciones ontológicas ni gnoseológicas de lo desconocido, ni tampoco prueba alguna de la existencia de algún dios. Ni siquiera la obligación de tener en cuenta esa idea, pues cuando se dice que nada puede decirse de lo desconocido es literalmente NADA. De lo contrario se estaría argumentando desde la ignorancia, una falacia bien conocida que les es terreno común.

Una última cosa: Aún cuando pueda existir un ser denominado como necesario, no podría decirse que es un ente. Ya que estaría fuera de nuestro universo tenemos dos opciones: O es un ente físico no estudiado por la ciencia pero pasible de serlo, lo que no encaja dentro de la definición de dios alguno y no serviría al creyente para depositar sus sueños y esperanzas del futuro; o es un ser espiritual e incomprensible, por lo que no podría decirse nada de él ni calificarlo de forma alguna con base en nuestro conocimiento, por lo que no podríamos decir que es un ente, ni tampoco siquiera que es necesario, sino simplemente que existe. No podemos decir nada de lo que se puede entender. Esto obviamente no encaja con el modelo religioso que se encarga de recibir e interpretar la voluntad de los dioses como fuente de poder y de orden, ya que un ser del que no se puede decir nada es uno del que lógicamente no se puede decir que nos escuche o se preocupe por nosotros.

c) No hay por qué pensar que exista o pueda existir un ente necesario: Siendo coherentes con los dos puntos anteriores, y viendo que la propiedad “necesario” es algo que no encaja con la descripción de los entes físicos, y que no se puede saber con certeza que encaje en algún ente extrafísico (ni se puede decir con certeza que estos entes existan, ni que puedan ser calificados como entes o de alguna otra forma), se deduce que no es necesario pensar que exista o deba existir algún ente necesario. No hay razón para pensar que los seres deban tener el atributo de necesariedad. Tampoco que algún ente lo tenga. Por lo menos en nuestro universo no existen, y un multiverso así como un plano espiritual que podrían albergarlos son ideas que aún están por demostrase.

La existencia de un ser necesario es un contradicción lógica, pues indicaría que un ser, el cual es un ente complejo, podría existir sin razón alguna. Indicaría que la complejidad, y en este caso la extrema complejidad (pues Dios no podría ser menos complejo que el universo, en existencia potencial o real) pueden darse sin razón, cosa que contradeciría el hecho de que el universo necesite un creador. Si algo complejo necesita una causa, Dios también la necesitaría. Si algo complejo puede existir sin causa, es más fácil que exista el universo (obviamente menos complejo que Dios) que el propio Dios. Lo único necesario para darse cuenta de esto es una pizca de honestidad intelectual. Lamentablemente esta no es una cualidad común en estos días.


2. Definir a un ser como necesario es una cosa, y que lo sea es otra

Puede decirse lo que sea sobre cualquier cosa, pero eso no significa que lo dicho sea cierto. Para ello se requiere pruebas, y solo si estas así lo confirman entonces lo dicho cobrará valor. Dios es definido como un ser necesario, pero eso no significa nada. Es una mera afirmación ad hoc, sin valor por carecer de pruebas. Pruebas de la existencia de Dios, de que existan los seres necesarios y de que Dios sería uno de estos seres. Una cosa es lo que digan los creyentes y otra es la verdad. No hay relación directa entre ambas

Suponiendo que los creyentes lograran demostrar que Dios existe, todavía (en realidad deberían hacerlo antes, pero omitiré ese detalle por ahora, pues tampoco hay que apalearlos tanto y ser tan sádicos como para pedirles el debido proceso) deberían demostrar que lo necesario puede predicarse de los entes, que puede predicarse de los seres (los seres son entes, pero no todo ente es un ser –un cometa por ejemplo, es un ente pero no un ser-) y que Dios es un ser necesario. De lo contrario la definición de Dios nos sería la de los creyentes teístas, pues estaríamos hablando de algo más cercano a un dios óntico que a uno ontológico (usando jerga filosófica).

Un ser descrito es diferente a un ser nombrado. Un ser nombrado ni siquiera puede calificarse como ser. Podría ser solo un ente, y nosotros ni nos enteramos. Tomemos como ejemplo el Potásido Reticulado. De no ser por la palabra “reticulado” no nos podríamos imaginar nada sobre él. Aún así, y como es un nombre, cabe la posibilidad de que la palabra “Reticulado” no tenga nada que ver con su significado etimológico ni con ningún otro. Pero si decimos “El Potásido Reticulado es un ser multidimensional que concede deseos a los puros de corazón, que tiene forma de dragón chino con cabeza de caballo y patas de ornitorrinco” entonces estamos diciendo algo acerca de un ser que puede ser analizado con la ciencia y/o la lógica, y es por tanto una afirmación falsable. Aunque este ser solo pueda ser sostenido por la fe, al igual que el monstruo del espagueti volador, el conceder milagros es una acción que altera el plano físico y que por tanto produce efectos estudiables, por lo que su existencia debe ser física (para poder moverse entre las dimensiones), entre otras cosas. De la misma forma, Dios no puede ser solamente un ser nombrado, sino que debe ser un ser descrito si se pretende que se crea en su existencia. Y es precisamente su definición la que lo mete en problemas, pues la misma viola todas las leyes de la física y el sentido común, así como también es autocontradictoria e internamente inconsistente.

A veces me gustaría preguntar ¿Cómo es posible que los creyentes tengan es descaro (sí, descaro, pues esa es la palabra apropiada cuando se sostiene algo porque sí y se afirma sin pruebas) de decirnos que su dios es necesario, sin ponerse a pensar que eso requiere una cadena de demostraciones tan larga que no se acabaría de probarlas ni aún llegado el día del juicio? Según ellos, es por revelación (fideísmo) y/o análisis lógico (Tomás de Aquino et al). Aquí cabe preguntarse dos cosas: Primero ¿Es la revelación prueba válida de algo, y más aún de la existencia de Dios (tema que según ellos tendría el máximo valor)? ¿Es algo tan frágil y subjetivo como una revelación, experiencia exclusivamente personal y subjetiva, y tan fácil de malinterpretar y manipular (esto lo afirman incluso los creyentes, pues consideran que no toda revelación es verdadera, y no toda viene de Dios), prueba suficiente de Dios, que según ellos sería la última realidad y mayor verdad existente jamás? Si se da una respuesta positiva, se está recayendo en una contradicción, pues la revelación como tal sería un evento sobrenatural, y lo sobrenatural es (según la fe) en esencia incomprensible por completo para el hombre.

Segundo ¿Es el análisis lógico prueba real de algo? La lógica básicamente sirve para encontrar la relación entre las cosas. Es especialmente útil en las ciencias formales, que estudian las formas y los conceptos abstractos creados por el hombre, los cuales no tienen referente fáctico. Puede señalar la verdad o falsedad de un constructo, así como hacer muchas otras cosas, pero solo en el marco teórico. Lo que no pueden hacer es decir algo acerca de la realidad física, a menos que se los ponga al servicio de la ciencia en un marco teórico específico.

Sea la lógica capaz o no de probar algo, hay cosas que sí puede hacer. Todo aquello que no posee referente fáctico es susceptible de ser tratado por la lógica, y las conclusiones que de allí se desprendan pueden darse como válidas al 100%. Esto no puede hacerse con todo, pero lo bueno es que cuando puede hacerse se evita perder el tiempo en investigaciones baldías e ilógicas por naturaleza. Ejemplo de esto sería la investigación de la existencia del monstruo del espagueti volador o del Potásido Reticulado. Son ilógicos, sin referente fáctico, ergo conceptos falsos e inservibles (aunque no tanto, ya que sirven como divertimento ocioso). Lo que muchos no entienden es que pasa exactamente lo mismo con Dios.

¿Puede decirse que el análisis lógico basado en el valor intrínseco de las premisas (y no en su relación lógica) de un resultado verdadero y válido, siendo estas premisas falsas y/o indemostradas? Evidentemente no. Aunque de premisas falsas puedan emerger conclusiones verdaderas, esto se debe a que la conclusión no deriva de la verdad de las premisas, sino de la relación entre las mismas. Tomando en cuenta el valor de las premisas, no hay forma en que pueda decirse que de algo falso surja algo verdadero. Es una cuestión de sentido común y de honestidad intelectual. La fe es una premisa indemostrada, ergo falsa hasta que se demuestre lo contrario. Siendo así, una conclusión racional que emerge de una premisa irracional no puede llegar a producir verdad alguna. Sin embargo, este es el proceso que tomaron los padres de la iglesia cuando idearon los argumentos intelectuales a favor de la existencia de Dios. Con la fe como axioma (que es peor que una premisa indemostrada) fueron construyendo sus argumentos, los cuales tenían una grave falla inicial que nunca se molestaron en eliminar o justificar: Dios como fuente de su fe, y la fe en su existencia como axioma de sus argumentos. El que tengan como fuente la conclusión que pretenden demostrar, así como presuponer dicha fuente como verdadera es incurrir en las falacias de demostración en círculo y premisa indemostrada (en este caso axioma indemostrado). Ya que no dicen que esta es la fuente de su proceder ni su premisa máxima, también faltan al principio de audiatur est altera pars. Y como sus premisas (todo debe tener una causa, nada puede originarse solo, el universo debe tener una causa -no fenomenal-, todo ello sin demostrarlo) son tan indemostrables e increíbles como lo que pretenden probar (la causa es un ser que contradice todas las leyes de la física, entre otras cosas) también incurren en una petición de principio. Casi siempre caen en las mismas falacias, siempre de la misma forma.


3. El que un ser sea definido como necesario no implica que su existencia lo sea

Este último punto es muy importante. La definición de un ser no tiene nada que ver con la definición de su existencia. La existencia como tal no es una propiedad de un ser, sino una descripción de su estado. Además, el que un ser sea de determinada forma y tenga determinados atributos no significa que su existencia deba tener estas características. De lo contrario se estarían asignando las propiedades a un ser a algo que ni siquiera puede ser calificado como ente. La existencia ni es un ente ni es un ser, por lo que no puede tener las propiedades atribuidas a los mismos. Esto sería hacer una personificación o cosificación injustificada e ilegítima, de la cual no se podría decir nada verdadero.

El ejemplo que usaré esta vez es el de un judío, comparándolo con Dios. De este último se dice que su existencia es necesaria pues es un ser definido como necesario. Osea, como es necesario debe existir necesariamente, su existencia debe ser necesaria. Así, una persona puede ser definida como judía, de la misma forma en que Dios es definido como necesario (atributos de un ser). Ya que, por ser Dios un ser necesario su existencia debe serlo también, podríamos decir que, ya que la persona es definida como judía, su existencia debe serlo también (atributos asignados a su existencia). Pero así como una persona judía puede vivir su vida sin que en la misma se deba tener en cuenta este detalle, y su existencia llegue entonces a ser igual a la de cualquier otro, también la definición de Dios no tiene nada que ver con su existencia, que podría (en caso de que pudiera existir) ser como la de un ser contingente. Un ejemplo de este tipo de judío es Albert Einstein, nacido judío, pero de ideología casi deísta.

Como dije antes, el que un ser sea definido como necesario no significa que su existencia lo sea. Si alguien opina lo contrario, debe demostrar que a la existencia se le pueden asignar propiedades y atributos propios de los seres, además de todas las otras demostraciones sobre Dios y lo necesario escritas mas arriba.

Por último, un ser necesario que se presente como posibilidad no puede serlo, ni mucho menos su existencia. La existencia de un ser necesario no puede tener mas que una posibilidad siempre positiva, por lo que el hecho de que exista un momento en que su posibilidad fluctúe entre lo positivo y lo negativo, aunque no fuera suficiente para negar que sea necesario (aunque sí lo es, pues dicha fluctuación es una característica única de los seres contingentes, ya que un ser necesario por definición no puede no existir, ni siquiera en la posibilidad) bastaría para negar que su existencia lo fuera.

Este texto pretende demostrar que, si bien en sí esta objeción no lo es tanto a mi argumento como al ontológico en sí, deja en claro que pueden haber dos líneas de pensamiento: Por un lado, asumir los conceptos del argumento ontológico y reducirlos al absurdo; y por el otro, socavar los mismos principios ontológicos del argumento y rechazarlo éste de antemano. Sea usando una objeción lógicamente anterior o posterior, en la práctica el resultado es el mismo.

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