El infierno como castigo y tormento eterno
Este criterio es sostenido por los católicos tradicionales. Dicen que el infierno es un lugar de tormento eterno donde van todos los malos, los que no siguieron los mandamientos de Jehová y los que no creen en él. O sea, desde asesinos y peligrosos criminales hasta gente buena y ejemplar cuyo único pecado es el no haber creído. Es ese dios quien creó tal lugar de tortura, y que al mismo tiempo es considerado un ser justo y amoroso sin igual.
Los católicos tienen dos respuestas a esta paradoja: Si no son clérigos dirán que su dios es justo y amoroso, no importa que haya creado un lugar así. Y que si no somos capaces de entender su decisión es porque no creemos en él, y por ende no tenemos derecho de juzgarlos ni tampoco a su dios. También pueden decir que los caminos del señor son misteriosos, y que lo único que podemos hacer es aceptarlo y alabarlo. Si son clérigos dirán una de dos cosas: O que él juzgará si hemos sido buenos o malos, y que nos dará la oportunidad de arrepentirnos, en esta vida o en la muerte, y que si nuestros pecados no han sido graves estaremos un tiempo en el purgatorio; o si son más apegados a lo que dice la iglesia, que sufriremos por toda la eternidad por nuestra propia decisión, por no querer aceptarlo cuando pudimos. Y sobre todo, que los no católicos, en especial los ateos, no somos buenos, pues solo creyendo en su dios es posible definir lo bueno y lo malo. Aunque se haya sido una persona excelentemente buena y ejemplar, se es malo por el solo hecho de no tener su misma fe, y por ello se justifica e incluso se disfruta de todo el sufrimiento que se nos pueda causar. En esto todos los cristianos son iguales, pues dicen que ser “bueno según el mundo” es ser malo a los ojos de su dios. La versión más difundida del infierno es esta última, y la interpretación más aceptada es la anteriormente mencionada.
El punto más importante para entender todo esto es el de la muerte como algo extraño, ajeno y peligroso. La imaginación febril de los pueblos semíticos ideó, en los albores de su concientización grupal, su cosmovisión particular. Esta, a diferencia de la de pueblos de extremo oriente como China y Japón, veía la muerte como un castigo, algo deleznable, el mal supremo y mayor que ningún otro. Los temores atávicos de ser presa en lugar de depredador se expresaron de forma moderna y adecuada a su contexto, convirtiéndose en el aliciente negativo y positivo, según el caso: El temor a la muerte en los soldados hebreos seguramente hizo que fueran mas bravos en combate, y el concepto de la muerte como algo malo reforzaba el instinto asesino, haciendo que el destino de los enemigos pasados a mejor vida fuera, idealmente, el peor posible. La idea de que a los enemigos les esperaba un castigo inimaginablemente peor del que en vida se les pudiera dar animó las campañas de conquista narradas en el antiguo testamento, y hasta no hace mucho, la cacería de brujas y la condena de científicos y escépticos como Giordano Bruno, Galileo Galilei y muchos otros, incluidos todos aquellos de quienes la historia olvidó su nombre.
Estos son algunos de los pasajes que sustentan la idea del seol como un lugar concreto y como un lugar de castigo, en contraposición a las dos posturas anteriores:
Num 16:30 Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová.
Num 16:31 Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos.
Num 16:32 Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes.
Num 16:33 Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación.
Job 24:19 La sequía y el calor arrebatan las aguas de la nieve;
Así también el Seol a los pecadores.
Sal 9:17 Los malos serán trasladados al Seol,
Todas las gentes que se olvidan de Dios.
Sal 30:3 Oh Jehová, hiciste subir mi alma del Seol;
Me diste vida, para que no descendiese a la sepultura.
Sal 31:17 No sea yo avergonzado, oh Jehová, ya que te he invocado;
Sean avergonzados los impíos, estén mudos en el Seol.
Sal 55:15 Que la muerte les sorprenda;
Desciendan vivos al Seol,
Porque hay maldades en sus moradas, en medio de ellos.
Sal 86:13 Porque tu misericordia es grande para conmigo,
Y has librado mi alma de las profundidades del Seol.
Estos versículos muestran que el seol o la muerte eran vistos como algo negativo. También se consideraban un castigo, pues se lo deseaba a los enemigos. Y considerando la violencia y furia salvaje con que los judíos antiguos efectuaban sus campañas de carnicería llamadas guerras santas, no extraña que la concepción popular de aquel lugar también incluyera tormentos para los malvados. A esto se podría contestar que es la muerte y no el seol mismo lo que se identifica con algo indeseable. Esto puede parecer convincente, pero en realidad no lo es. La perspectiva de la cesación de la existencia puede parecer triste y desalentadora, pero no es nada comparado con un castigo eterno. Y los judíos, siendo conscientes de eso, al igual que muchos otros pueblos, seguro habrán considerado que la muerte sería algo malo no porque significara la cesación de la existencia, sino porque implicaba algo peor que la vida. Y como sin consciencia no se puede dar este hecho, se deduce que tras la vida debe persistir la conciencia, de una u otra forma, de acuerdo con la doctrina de un espíritu trascendente a la que los judíos, le pese a quien le pese, no fueron ajenos. La extinción total, aparte del natural e infundado miedo a la muerte, no puede ser peor que la vida, pues no habría sufrimientos ni consciencia de ellos. Por ello, la única forma de ver la muerte como algo malo es si implicara algo mucho peor que la vida.
Los versículos anteriores mencionan que la gente incluso puede descender viva al seol. Si se tratara de una forma alegórica de decir que su muerte acaeció de repente, aún así se afianzaría la idea de que este es un lugar dentro de la tierra, en sus profundidades, y que tal era el pensamiento de la época. De la biblia también se deduce que en él los malvados sufren, y los buenos quien sabe, pero ambos permanecen ahí. El pensamiento de la profundidad del seol no corresponde, como citan los testigos de Jehová, a la tumba común de la humanidad, sino mas bien, como citan los estudiosos serios, a un lugar homólogo al hades. Un lugar que se consideraba como morada de los muertos, independientemente de sus acciones, tal vez con algún tipo de separación según los actos de la gente. La idea del cielo como recompensa en la otra vida es un concepto propio del cristianismo, influido por las creencias extranjeras, especialmente el zoroastrismo. Si no se trata de una alegoría, significaría que en el seol se puede pensar, sentir y realizar actividades, cosa que está en clara contradicción con la biblia en varios pasajes. ¡Y luego dicen que en ella no hay contradicciones!
La muerte y el seol, vistos como castigos, no pueden corresponder a la cesación de la vida. Para sostener esta idea es indispensable tener la idea de un castigo, que es exactamente lo que representa el infierno cristiano. Uno de los pasajes más ilustrativos, y uno de los menos conocidos, es el siguiente:
Isa 14:15 Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo.
¿Por que lo es? Pues porque en él se hace uso de una forma muy útil. Si quien me lee ha leído la biblia, sabrá que en ciertos pasajes se repiten con otras palabras una misma cosa. Esto suele suceder mucho cuando se escribe de forma poética, y es así como fueron redactados muchos pasajes bíblicos (lo cual explica también por qué este libro es tan inexacto en temas científicos). La primera parte de pasaje usa el término seol, pero la segunda usa el término abismo como su sinónimo. Esto nos deja ver que para ser considerado como tal, su significado debe ser equivalente. Y es por medio de este término que podemos saber algo más sobre la idea hebrea de la palabra seol. Veamos la forma hebrea de esta palabra:
H953
בּור
bor
bore
From H952 (in the sense of H877); a pit hole (especially one used as a cistern or prison): - cistern, dungeon, fountain, pit, well.
En resumen, abismo es una prisión o calabozo. Por ello, se requiere la permanencia de la conciencia en este estado quejumbroso. Esto sostiene la idea de que los hebreos creían en un espíritu inmortal, y en el seol como un equivalente arcaico al infierno cristiano. El siguiente pasaje ilustra la situación de los muertos en el seol, y cómo se supone que en ese lugar sí tienen, por lo menos, vida intelectiva:
Eze 32:21 De en medio del Seol hablarán a él los fuertes de los fuertes, con los que le ayudaron, que descendieron y yacen con los incircuncisos muertos a espada.
Nuevamente hago hincapié en que no importa si se dice que estos pasajes son alegóricos, pues en todo caso representan la idea que en esa época se tenía de aquel lugar. Y no hubieran usado esa idea, ni siquiera en una parábola, si no existiera en el contexto sociocultural del pueblo judío, si no fuera de uso común o no se tomara en cuenta. Lo más que se podría decir es que algunos creían en que se trataba de un infierno literal y otro no, lo cual deja abierta la cuestión, y ni los cristianos tradicionales ni los testigos de Jehová podrían reivindicar en definitiva nada para su propia ideología. Además, si aunque sea un pequeño porcentaje de los judíos hubiera creído en eso, con base en ello igual se podría decir que ellos lo creían, pues formaba parte de su tradición, aunque no fuera universalmente aceptada. Este punto puede parecer abstracto y casi siempre es mal entendido como una generalización apresurada, pero no lo es. La mejor manera de comprender eso es ver al judaísmo como la suma de sus partes. Al igual que cualquier otro grupo, el pueblo judío incluye muchas sectas o grupos en los que se tienen determinadas ideas. Si tomamos al pueblo judío como la suma de todas sus sectas, creencias organizadas o no pero que siguen en el contexto de su religión, podemos considerar a las personas que creen el la literalidad de algo como un grupo. Y como el judaísmo englobaría este grupo, al igual que a muchos otros, ergo la afirmación de que en el judaísmo se cree en el seol como un lugar de tormento jamás podría ser errónea.
Es con el advenimiento del cristianismo que la visión clásica del seol se combina definitivamente con los infiernos zoroástricos, hindúes y budistas, donde por cierto también se plantea la idea de un infierno de hielo. Los siguientes pasajes tratan el tema del infierno como tradicionalmente se conoce:
Mar 9:43 Si tu mano te fuere ocasión de caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no puede ser apagado,
Mar 9:44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
Mar 9:45 Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado,
Mar 9:46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
Mar 9:47 Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno,
Mar 9:48 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
Probablemente los versículos 44 y 46 fueron superpuestos por influencia del 48. Aun así, estos versículos prueban la idea del infierno como un lugar de castigo eterno. Es patente que la cantidad de versículos en los que se ve el infierno como un lugar literal de tormento eterno es más consistente bíblicamente, además de contar con un mayor número de versículos a su favor, con la tradición judía previa y la tradición cristiana posterior. La idea del infierno como un lugar metafórico es relativamente reciente, y es producto de la transformación del dios cristiano de una criatura febrilmente obsesionada con la guerra y el nacionalismo hebreo, a un ser pálido y semipotente, más amoroso que justiciero, pero sin olvidar por completo su misión como devastador supremo. Los embates del escepticismo, especialmente el de tipo ateo han contribuido significativamente, hasta el punto de poder afirmar que la moderna decadencia del dios cristiano se debe casi por completo a éstos. La ciencia también ha puesto su parte, reduciendo cada vez más los agujeros donde los fideístas tratan de ocultar a su dios.
Jesús mismo habla a sus enemigos con una furia incandescente, haciendo discursos incendiarios, sin tino ni pudor, ni respeto alguno por instituciones o costumbres, ni siquiera las buenas. Al intentar pasar como librepensador terminó haciendo el ridículo. Sin embargo, como siempre sucede, la historia es injusta y trata de manera inapropiada a los hombres, despreciando a los mejores y mas buenos, y enalteciendo a los pequeños y mezquinos, y si por algo recordamos a los primados de la historia, por lo menos desde que podemos tener constancia objetiva de la existencia de alguno, los recordamos más que por sus virtudes, por su humanidad doliente e inevitablemente esquiva. Los grandes de la historias siempre se nos presentan con un halo divino, y siempre los recordamos por lo que ellos tienen de parecido con nosotros: Sus defectos, y la manera en como ellos, y también nosotros, podemos superarlos. Es por eso por lo que jamás podremos identificarnos con un ser divino, y toda creencia que exija poner toda nuestra confianza en un dios está inevitablemente destinada al fracaso o a la hipocresía. Solo podemos identificarnos con alguien en cuanto humanos, en lo que alcanzan en aprehenderse las semejanzas. Solo podemos identificarnos con los objetos, e incluso encariñarnos con ellos en cuanto ellos tengan de nosotros mismos, es decir, en la cantidad en que estén humanizados. Por eso solemos atribuir un sentido teleológico a objetos y animales, aunque sepamos que la mayoría de experiencias afectivas o intelectivas como las conocemos y experimentamos les estén vedadas. ¿En qué podría parecerse un hombre a un dios? ¿Cómo podríamos relacionarnos seres de naturalezas tan diferentes? ¿Cómo podríamos conocernos, si nuestras diferencias hacen que tengamos insalvables diferencias, yantas que lo único que podemos hacer es sufrir y lamentarnos? ¿Qué poder puede tener un ser así sobre nosotros? ¿Qué obligaciones tenemos ante seres tan desconocidos, ante seres que jamás podremos conocer? ¿No sería lo mismo que obedecer al destino o al “ciego azar”? ¿Por qué deberíamos dejar que ser divino alguno decida sobre lo que no puede, por naturaleza no por lógica conocer, comprender ni experimentar? ¿Qué derecho tiene de gobernarnos un dios que no pudo, puede ni podrá ser capaz de entendernos? Sería lo mismo que dejarnos guiar por la barbarie. Y eso exactamente es lo que ha hecho el hombre antes del advenimiento del predominio de la ciencia. Antes de ella no éramos mejores que las bestias. Ahora, por primera vez en la historia, tenemos la oportunidad de ser verdaderamente humanos, y no hay por qué avergonzarse de ello.
II
Un pasaje más que corrobora la idea del infierno tradicional es, extrañamente, protagonizada por ángeles. Si el infierno fuera como dicen algunos, la tumba común de la humanidad o simplemente el sepulcro, entonces no se explica lo que sucede en el siguiente versículo:
2Pe 2:4 Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio;
En este pasaje, el término para infierno es “tártaro”. Podemos ver su significado en el diccionario Strong:
G5020
ταρταρόω
tartaroō
tar-tar-o'-o
From Τάρταρος Tartaros̄ (the deepest abyss of Hades); to incarcerate in eternal torment: - cast down to hell.
Aquí surgen dos cuestiones importantísimas: Primero, el hecho de que los ángeles sean arrojados al infierno significa que debe ser un lugar real, no metafórico, ya que de no ser así se estaría indicando que los ángeles pueden morir, cosa que contradice lo que dice la biblia, o que ellos mismos tampoco existen. Dado que son seres espirituales, no tienen alma ni espíritu como complemento de un cuerpo, de modo que si los tuvieran que matar los eliminarían por completo. Y si esto sucediera, se contradeciría a la misma biblia, pues estos seres se predican inmortales. Además, el concepto del día del juicio indica que aún si los ángeles pudieran morir, el que se queden en el infierno significaría que éste es un lugar donde quedan presos, como una especie de prisión mágica. Esto concordaría con Isaías 14:15 y toda la tradición cristiana anterior a las primeras herejías, pero son malas noticias para los testigos de Jehová y todos los que intentan identificar al dios de la biblia con un ser incapaz de condenar a sus criaturas a un tormento eterno. El “Jehová de los ejércitos” y el dios de los cariñositos no son el mismo, y jamás podrán serlo.
Segundo, aquí se vuelve a la idea del infierno como castigo. Supuestamente los ángeles son criaturas de luz, y no hay mejor forma de castigar a los rebeldes que ponerlos en el elemento contrario. Si de por sí el encarcelamiento sería un castigo e incluso una tortura por sus propios méritos, el ponerlos en la oscuridad, dada la naturaleza de los seres encarcelados, indica el deseo de Jehová de hacerlos sufrir lo más que se pueda. Y si el infierno es un lugar que hace sufrir incluso a seres tan poderosos como supuestamente serían los ángeles, es lógico pensar que debe ser fuente de una desgracia indecible para los espíritus humanos. El mismo significado del diccionario Strong y una pequeña dosis de cultura general nos dicen que el tártaro es un lugar de tormento eterno. Suponiendo que como dicen los cristianos, los apóstoles escribieron ellos mismos escribieron la biblia bajo inspiración divina, la elección de palabras deja de ser una cuestión secundaria para pasar a ser algo primordial. Y si Jehová hizo que el apóstol escribiera tártaro, sabiendo lo que significaba, es porque eso es exactamente lo que quiso decir: El infierno es un lugar donde las almas sufren un tormento eterno. Y no hay interpretación que pueda cambiar el significado de las palabras, sin torcerlo maliciosamente, ignorantemente o ad hoc. Y en todos los casos sería una interpretación sin valor.
III
Hay tres doctrinas más que analizar para zanjar el tema del infierno. Primera, que es Jehová quien manda a la gente al infierno. Segunda, que existe una diferencia entre el cuerpo y el alma o el espíritu, no son lo mismo, y es más, son sustancialmente diferentes. Para el primer punto el versículo que sigue representa una justificación absoluta e irrefutable:
Luc 12:5 Pero os enseñaré a quién debéis temer: Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno; sí, os digo, a éste temed.
Esto refuta la opinión de los nuevos católicos de que es el hombre mismo quien se condena, por lo que a su dios no se le puede atribuir mal alguno. Según ellos, lo bueno viene de seguir la voluntad de su dios, y lo malo es alejarse de sus deseos. Por ello, los hombres alejados de Jehová y sus acciones son evidentemente malos, a menos que estén inspiradas en el amor, entendido como la forma en que su dios lo define. Como lo bueno es hacer la voluntad de su dios, todos los de otros credos, y aquellos que no tienen ninguno, lo quieran o no, están siendo malos. Y cuando hacen cosas buenas, es que están siguiendo la voluntad de su dios, aunque sea de forma inconsciente. Así nunca hay pierde, pues Jehová siempre queda bien (al ser la supuesta fuente de todo amor, de toda moral y de todo lo bueno) y el hombre resulta ser la escoria que siempre debe atenerse a su voluntad, pues de otra manera solo podría hacer daño al mundo y a sí mismo. El versículo siguiente lo demuestra:
Jer 10:23 Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos.
Por eso es muy común que los cristianos menosprecien la capacidad humana para la autogobernación, hasta el punto que lleguen a boicotear cualquier sociedad con tal de hacer ver que la misma no es capaz de alcanzar la paz ni la justicia. ¡Y cómo, si son los mismos cristianos, mayoría en el mundo occidental, quienes suelen despreciar y atacar a las instituciones que critican! ¡Si éstas no pueden hacer su trabajo es debido a la injerencia del cristianismo, que a propósito destruye todo lo bueno y lo útil del mundo, para luego decir que no sirve para nada!
El punto es que el mal del mundo sería siempre culpa del hombre, y que Jehová sería siempre inocente. Bien, normalmente suelen comparar esto con un examen, en el que es el alumno quien obtiene una nota con base en su desempeño, y el maestro es solo un intermediario o facilitador de la educación. Sin embargo, este símil tiene varios defectos. Y como no pretendo hacer un análisis del problema del mal, solo me limitaré a mencionarlos: Primero, el profesor es un ser “contingente” mientras que Jehová sería un ente “necesario”. Al margen de la validez, utilidad y exactitud con que estos vocablos definen la realidad, de que sean verdaderos, y de que sean aplicables a alguna parte del todo, es imposible en todo sentido comparar a ambos tipos de seres, pues son tan diferentes que toda comparación, a lo sumo solo llegaría a ser simbólica; y sus resultados, además de insignificantes y superfluos (las analogías no son demostrativas), serían totalmente supuestos y subjetivos.
Segundo, la omnisciencia de Jehová, a diferencia de la limitada capacidad cognitiva del profesor, haría que dicho dios sepa de antemano todo lo que vamos a hacer. Eso implicaría que estamos predeterminados en todo sentido, y que él determina todo lo que hacemos, de forma que jamás seríamos verdaderamente responsables de nuestras acciones, buenas o malas. Así las cosas, jamás podríamos pecar sin que esto fuese culpa de Jehová. Y si este dios nos castiga por ello, es por simple malicia y ansias de disfrute sádico. La omnisciencia, entendida como actualmente lo es, implica que el hombre no es verdaderamente libre, y que si va al infierno es por la voluntad de su dios. Mientras Jehová exista, jamás podrá decirse que el hombre es capaz de autocondenarse, como lo dicen los nuevos católicos.
Tercero, el profesor califica a los alumnos no con sus criterios propios, cual si fuese un autócrata, sino bajo reglamentos que si bien le permiten cierta flexibilidad docente, a su vez le impiden usar la totalidad de su criterio, esto en aras de la imparcialidad. Sin embargo, Jehová podría calificar nuestras acciones como él quisiera, así que lo que se considere bueno o malo, y lo necesario para alcanzar el cielo o el infierno depende de él. Por ello, es jamás podría ser imparcial, ya que para ello se requeriría ser objetivo, lo cual implicaría salirse de sí y ver la propia opinión en perspectiva. En el mundo humano esta perspectiva está dada por las figuras de autoridad, la moral y el concepto de que los propios deseos no son en absoluto importantes, sino los hechos. A diferencia de esto, el dios cristiano no está obligado a esto, y solo debe tomar en cuenta lo que él quiere, sus sentimientos, pensamientos, sin someterse a nadie ni a nada. Y como es el supuesto soberano y dueño de todo lo existente, tendría el derecho de hacer lo que quiera y nadie podría objetar. Jehová no está obligado a ser justo e imparcial, y al solo seguir sus propios deseos jamás podrá serlo. El hombre, por más esfuerzos que haga, no puede decidir si va al cielo o al infierno. Sin esto, el concepto del libre albedrío es solo un concepto vacío.
Y cuarto, esto solo sería cierto si el mal fuera un concepto abstracto, una idea nada más. Pero el mal, entendido desde la perspectiva cristiana tradicional y desde la perspectiva bíblica no encaja con esta descripción. Jehová, si es el creador de todo, también debe haber creado el mal, y debe complacerse con su efecto en el mundo, en especial cuando hace sufrir a los hombres, como lo demuestra este versículo:
1Sam 16:14 El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová.
La visión tradicional de Jehová como un ser amoroso que es incapaz de hacer daño a sus criaturas es desmentida por infinidad de versículos e historias bíblicas, desde el diluvio la destrucción de Sodoma y Gomorra, y sus otros innumerables asesinatos.
Por otro lado, existen por lo menos dos tipos de mal: El mal moral (maldad y malas acciones) y el mal natural (desastres naturales o accidentes). En todo caso, no se puede exculpar a Jehová de ninguno de ellos Y la propia biblia es la que lo delata como un homicida, o mejor dicho, un vivicida consumado, y el autor de toda suerte de males:
Gen 2:9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Aquí se dice claramente que crea “el árbol de la ciencia del bien y del mal”, lo que no deja duda de la autoría definitiva de todo lo que aqueja al hombre desde hace mucho. Durante milenios las religiones del libro han asociado al mal con el pecado y la responsabilidad humana, pero al verdad es que existe por el puro deseo de su dios de que todo hombre sufra, y sufra en abundancia.
Jehová no solo es responsable del mal, sino de sus consecuencias: Todas las guerras, la miseria, el hambre, el dolor y el sufrimiento no hubieran existido si el mal jamás hubiera sido creado. El hombree jamás hubiera caído de la gracia si el mal, en forma de tentación, no hubiera existido de antemano. Cualquier intento de exculpar a Jehová no es mas que el intento patético de defender lo indefendible, y de cerrar los ojos a la realidad por medio de la fe. Sin la fe, y en cualquier otra circunstancia el grueso del mundo podría afirmar sin ruborizarse que el ser identificado como el dios cristiano tendría que ser más malvado que cualquiera de sus antagonistas, y más malvado que ningún otro ser, existente o por existir. Y para probarlo, otro pasaje de la biblia:
Job 37:6 Porque a la nieve dice: Desciende a la tierra;
También a la llovizna, y a los aguaceros torrenciales.
Job 37:10 Por el soplo de Dios se da el hielo,
Y las anchas aguas se congelan.
Job 37:12 Asimismo por sus designios se revuelven las nubes en derredor,
Para hacer sobre la faz del mundo,
En la tierra, lo que él les mande.
Job 37:13 Unas veces por azote, otras por causa de su tierra,
Otras por misericordia las hará venir.
Job 42:11 Y vinieron a él todos sus hermanos y todas sus hermanas, y todos los que antes le habían conocido, y comieron con él pan en su casa, y se condolieron de él, y le consolaron de todo aquel mal que Jehová había traído sobre él; y cada uno de ellos le dio una pieza de dinero y un anillo de oro.
Después de todo esto, ¿Quién tendrá la suficiente candidez, desfachatez o deshonestidad intelectual para afirmar todavía que Jehová es todo amor y nada de fuego consumidor? ¿Que es el autor de todo lo bueno y el defensor ante todo lo malo? ¿Qué es absolutamente amoroso, cuidadoso y protector? ¿Que es el dios que pretendían que fuera?
IV
La segunda doctrina a analizar es que existe una diferencia entre el cuerpo y el alma o espíritu. Al contrario de lo que sostienen sectas como las de los testigos de Jehová, en el resto del cristianismo se acepta la idea de que el hombre tiene dos esencias: Una material y otra espiritual. El cristianismo común divide éstas dos en tres: El cuerpo, el alma y el espíritu. Por ahora tomemos solo las dos naturalezas humanas básicas según la fe, y veamos lo que la biblia dice al respecto:
Mat 10:28 Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.
Hech 2:31 viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.
La referencia a entidades diferentes es obvia. El alma y el cuerpo son dos cosas diferentes. Es más, el diccionario Strong sugiere que el alma y el espíritu eran, o bien términos intercambiables o muy parecidos en el léxico judío; tanto así que en la traducción al griego (divinamente inspirada, por lo tanto literalmente citable para dilucidar asuntos como éstos) estos dos términos son equivalentes a una misma palabra: psoo-khay. Veamos el significado de la palabra “alma” según el diccionario Strong para el versículo de Mateo 10:28:
G5590
ψυχή
psuchē
psoo-khay'
From G5594; breath, that is, (by implication) spirit, abstractly or concretely (the animal sentient principle only; thus distinguished on the one hand from G4151, which is the rational and immortal soul; and on the other from G2222, which is mere vitality, even of plants: these terms thus exactly correspond respectively to the Hebrew [H5315], [H7307] and [H2416]: - heart (+ -ily), life, mind, soul, + us, + you.
Para que no digan que soy maliciosamente descarado y que hago un pésimo uso de la hermenéutica bíblica (como si eso sirviera de algo) pongo las palabras correspondientes a los términos Strong citados en el G5590:
H5315
נפשׁ
nephesh
neh'-fesh
From H5314; properly a breathing creature, that is, animal or (abstractly) vitality; used very widely in a literal, accommodated or figurative sense (bodily or mental): - any, appetite, beast, body, breath, creature, X dead (-ly), desire, X [dis-] contented, X fish, ghost, + greedy, he, heart (-y), (hath, X jeopardy of) life (X in jeopardy), lust, man, me, mind, mortality, one, own, person, pleasure, (her-, him-, my-, thy-) self, them (your) -selves, + slay, soul, + tablet, they, thing, (X she) will, X would have it.
H7307
רוּ
ח
rûach
roo'-akh
From H7306; wind; by resemblance breath, that is, a sensible (or even violent) exhalation; figuratively life, anger, unsubstantiality; by extension a region of the sky; by resemblance spirit, but only of a rational being (including its expression and functions): - air, anger, blast, breath, X cool, courage, mind, X quarter, X side, spirit ([-ual]), tempest, X vain, ([whirl-]) wind (-y).
H2416
חי
chay
khah'ee
From H2421; alive; hence raw (flesh); fresh (plant, water, year), strong; also (as noun, especially in the feminine singular and masculine plural) life (or living thing), whether literally or figuratively: - + age, alive, appetite, (wild) beast, company, congregation, life (-time), live (-ly), living (creature, thing), maintenance, + merry, multitude, + (be) old, quick, raw, running, springing, troop.
El diccionario Strong nos dice que este término psoo-khay es equivalente al nephesh (alma) y ruaj (espíritu), ambos términos hebreos. No es por hacer uso del argumento de autoridad, pero el diccionario Strong ha sido hecho por expertos, y no estaría mal suponer que ellos saben de lo que hablan, por lo menos en este contexto. No hay razón entonces para creer que alma y espíritu sean cosas diferentes, por lo menos para el cristianismo y el judaísmo del primer siglo. Eso a menos que los evangelios sean todos falsos y no hayan sido escritos por quienes dicen ser sus autores, cosa bastante probable, pero que desde la fe es imposible y pecaminoso siquiera considerar. Si el judío de antaño y el judío moderno consideran que ambos son términos diferentes, corresponde al cristiano justificar por qué deberían considerarse iguales, y por qué el nuevo testamento así los califica.
Pero no nos desviemos del tema. Volvamos a él. Estos versículos prueban más allá de toda duda que los judíos y cristianos del siglo primero entendían el cuerpo, el alma y el espíritu como entidades diferentes, y a lo material como esencia antagónica de lo espiritual o inmaterial. En ningún momento el alma es igualada al cuerpo, y el problema que se da en este caso es simplemente un problema de traducciones y la ambigüedad de la inspiración divina. Como ejemplo tomemos el pasaje más utilizado por quienes defienden una posición u otra, desde diferentes traducciones de la biblia:
Traducción Kadosh Israelita Mesiánica de estudio
Gen 2:7 Entonces YAHWEH Elohim formó al hombre del polvo de la tierra y sopló sobre su rostro el aliento de vida, y el hombre se convirtió en un alma viviente.
La Biblia - Versión Jünemann
Gen 2:7 Y plasmó Dios al hombre, polvo de la tierra. E inspiró en su faz soplo de vida, y vino a ser el hombre en alma viviente.
Biblia - Versión moderna
Gen 2:7 Y Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida, y el hombre vino a ser alma viviente.
Biblia de Jerusalén 1976
Gen 2:7 Entonces Yahveh Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida, y resultó el hombre un ser viviente.
Reina-Valera 1865
Gen 2:7 Formó pues Jehová Dios al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz soplo de vida: y fue el hombre en ánima viviente.
Reina-Valera 1960
Gen 2:7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente
Reina-Valera 1995
Gen 2:7 Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente.
Reina-Valera 2000
Gen 2:7 Formó, pues, El SEÑOR Dios al hombre [del] polvo de la tierra, y sopló en su nariz [el] aliento de vida; y fue el hombre un alma viviente.
Es por este desorden y libertinaje de traducción que hay tanta confusión a este respecto. El termino usado para “alma” o “ser” es nephesh, que se traduce comúnmente como alma. Pero hay una diferencia sustancial entre alma y ser. Mientras el alma, como se menciona en el nuevo testamento bajo el término psoo-khay, suele significar espíritu, “ser” identifica a un ente, con o sin alma, pero indispensablemente con cuerpo. Mientras que por un lado lo indispensable es lo inmaterial, por el otro lo material es lo que prima. Nótese que incluso entre las versiones de la Reina-Valera hay tantas divergencias, pues el uso común que le daban los judíos de la época es bastante vago, y para el tiempo de Jesús la ignorancia gobernaba Israel (no es que haya sido algo nuevo, pero en esa ocasión lo fue más).
Si nephesh puede significar ambas cosas, no tiene sentido decir que significa solo una cosa u otra. Por ello, el reclamo de los testigos de Jehová no tiene fundamento, pues alma no es igual a cuerpo.
En Mateo 10:28 la palabra traducida como infierno es gehena, que literalmente se traduce como “valle de Hinom” y que en el contexto bíblico se traduce como sigue:
G1067
γέεννα
geenna
gheh'-en-nah
Of Hebrew origin ([H1516] and [H2011]); valley of (the son of) Hinnom; gehenna (or Ge-Hinnom), a valley of Jerusalem, used (figuratively) as a name for the place (or state) of everlasting punishment: - hell.
El diccionario Strong nos dice que en esa época este término se usaba para designar el lugar de castigo eterno. Evidentemente hay diferencias entre el seol judío y el infierno cristiano, pero el segundo absorbió los atributos del primero, por lo que se puede decir sin temor a equivocarse que el antiguo concepto de seol tenía por lo menos en parte estas características, y que la inclusión de las demás no era una labor difícil. El seol era un concepto fácil de adaptar porque desde siempre fue un concepto cambiante y susceptible de caer bajo la influencia del pueblo poderoso de turno. Prueba de ello es el evidente viraje del imaginario hebreo durante y después de la época del exilio, cuya transición puede observarse en los libros de Reyes y Crónicas.
Dado el significado de gehena, es evidente que debe tratarse de un tormento sobrenatural, pues un cuerpo, por más que pueda durar, no soportaría una tortura así. Los cuerpos se acaban, los seres vivos mueren. Si se va a castigar de una forma tan atroz, o se trata de un castigo meramente ideal o meramente falso. Y eso es extraordinariamente extraño, pues un lugar de tortura eterna no puede acabar con el cuerpo. Si el infierno efectivamente es un lugar de eterno tormento, no puede ser un lugar físico. Por ende, no se podría destruir el cuerpo en un lugar no material; en primer lugar porque en el reino de lo inmaterial no cabe lo material (el cuerpo); y en segundo lugar porque sería imposible que algo inmaterial afecte a algo material o viceversa, ya que son dos naturalezas tan distintas que es imposible desde toda punto de vista pensar que alguna pueda afectar a la otra.
Así, la existencia de un lugar eterno supone eternidad obligatoria para una parte de nosotros. Es ahí donde entra en juego el espíritu. Es la única solución que permite este tipo de saltos de fe. Por eso, la eternidad del infierno y el que se diga que allí se pueda destruir al cuerpo (confundiendo el concepto del valle de Hinom con el de castigo eterno) es una contradicción bíblica más. Y aún s no fuera algo eterno, el alma, como entidad inmaterial, no podría destruirse por medios materiales. Si el infierno puede destruirla, ergo este lugar debe ser inmaterial también. El versículo y los comentarios de la biblia señalan que quien puede destruir el alma en el infierno es Jehová mismo, que por su naturaleza inmaterial refuerza esta idea. Lucas 12:5 y Mateo 10:28 hablan de esto claramente, y siendo honestos, no hay nada más que decir.
El siguiente versículo habla de la persistencia del alma en otro lugar luego de la muerte.
Hech 2:31 viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.
Aunque aquí no se habla del infierno, se asume que así es, por lo menos desde la tradición católica. En el credo se dice que Jesús descendió a los infiernos, y en apocalipsis se dice que él posee las llaves del mismo:
Apoc 1:17 Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
Apoc 1:18 y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
El versículo 1:18 dice literalmente: “Y tengo las llaves del Thanatos y el Hades”. En la versión Jünemann dice: “y tengo las llaves de la muerte y del infierno.” Como dije, hades e infierno, por inspiración divina se convirtieron en sinónimos. Haya estado o no Jesús en el infierno, lo que el versículo de Hechos 2:31 indica es que Jesús no fue allí con su cuerpo, pues se habla por separado del destino de su alma y su cuerpo. Por ello, insisto en que toda forma de identificación entre cuerpo y alma es total y completamente supuesta, pretenciosa, injustificada y ad hoc. Y para los que no me crean, veamos por último el significado del término hades:
G86
ᾅδης
hadēs
hah'-dace
From G1 (as a negative particle) and G1492; properly unseen, that is, “Hades” or the place (state) of departed souls: - grave, hell.
¿Parece este la descripción de un lugar cristiano o judío? No. Es evidentemente un lugar griego. Y si el dios cristiano quiso que los evangelistas tomaran este término para describir el infierno, o ellos fueron muy descuidados al oír su voz, o su dios fue muy poco eficiente al comunicar sus intenciones a los judíos y al resto del mundo, como para que su pacto único con judíos primero y con cristianos después les haya sido copiado con tantos siglos de antelación. O tal vez hay otra alternativa: Que los cristianos hayan construido su fe con base en las creencias de otros pueblos, adaptándolas en una religión sincrética con un toque de servilismo, a la vez ignorante y orgulloso, propio de los idealistas y de todos los impotentes.
¿Es el infierno una idea unívoca, equívoca o análoga? Eso decídalo usted mismo, pero lo que es seguro es que no es una idea unívoca. Cada creyente lo que como mejor le parece, y cada religión lucra con ello lo mejor que puede. Cuanto más ajustada esté una creencia a un determinado grupo o individuo mejor satisfará sus necesidades, y mas fe tendrán dichos individuos. Pero también será más difícil su adaptación, lo que impedirá su expansión y aceptación por más gente. En este caso, lo único que queda por hacer es una de dos: O adaptarse a las necesidades del mercado de la fe, modificando las doctrinas, y ganar adeptos; o imponer ese cambio, por la fuera si es necesario, justificando que es una obra necesaria y ordenada por su dios, y que criticarla sería una violación a la libertad religiosa. Cualquiera de estas opciones les sirve a los religiosos, pero solo hará que en el mundo haya menos creyentes de verdad, y más creyentes nominales, hipócritas, crédulos fieles pero ignorantes, y un número creciente de descreídos, especialmente ateos. Ante el delirio religioso, la inconsecuencia clerical, el doble discurso y la falta de pruebas objetivas de los dogmas de fe, no hay nada que hacer mas que esperar el lento declive de la religión tradicional y el surgimiento de nuevas fuerzas en el escenario religioso. Y precisamente la diversidad de percepciones e interpretaciones sobre el infierno revela que ya estamos en esa etapa. Los actores han aparecido, el escenario está listo. Solo falta que el mundo comprenda que las religiones son como una gran obra de teatro: Una ficción que distrae, pero que debe llegar a su fin. La función no debe continuar.