lunes, diciembre 06, 2010

Los tres infiernos cristianos: ¿Cuál prefiere usted? (Primera parte)

El infierno es probablemente una de las zonas más temidas por el creyente occidental promedio. Las religiones del libro ven este lugar de muchas formas diferentes. Pero sorprende en sobremanera que la mayoría de estas diversas interpretaciones provienen de una sola religión. Claro, si sabemos cuál es no nos sorprenderemos tanto. Sí, es el cristianismo. En él existen por lo menos tres variantes del mismo, que aunque parezca imposible, son totalmente diferentes e incluso antagónicas.

¿Por qué sucede esto? Bueno, la primera razón es la interpretación. Dado que la Biblia es un documento tan ambiguo y poco claro, es imposible encontrar en sus páginas una visión coherente y meridiana del mismo. Es más, esta idea es relativamente tardía en el contexto de la historia del judaísmo, es relegada por el grueso del pueblo (el infierno judío es diferente al cristiano), y no es sino hasta la incursión cristiana que toma importancia. Dado que en ese momento era un concepto “resucitado”, como con toda moda reciclada podemos asumir dos cosas: Primera, que existía con anterioridad y de una forma diferente. En un principio los judíos no tenían ningún concepto del infierno. Éste se adquirió con su contacto con otros pueblos, los cuales sí lo habían desarrollado, ya que debido a su vida nómada los judíos eran un pueblo relativamente atrasado. Al leer la biblia uno se da cuenta que este concepto es inexistente en el antiguo testamento antes de los escritos considerados de la época del exilio. Esto se debe a que en dicho exilio los judíos tuvieron contacto con otras culturas y fes, entre las que se encuentran los zoroastrianos, quienes parecen ser los autores de los conceptos contemporáneos del bien y el mal. Así, ni siquiera éstos son creación original hebrea, sino una mala copia adecuada a las condiciones de vida de un grupo errante y a duras penas semiorganiado. Los cristianos copiaron el mal hábito judío de apropiarse de la moral y la ética universal, ya sea como robo descarado o malas copias de lo ajeno, y reformularon el concepto del infierno a como quisieron. Ahora se trata de un lugar de tormento eterno para quienes cometan terribles pecados como matar, violar, torturar, robar, entre muchos otros. Y no olvidemos el peor de todos: No tener la misma fe.

Segunda, que se le dio una importancia crucial, diferente a la que hasta entonces había tenido. Es normal en el proceso de creación de identidad grupal el que se definan tratando de diferenciarse de otros grupos. Y es tanto o más importante saber en lo que no se cree que en lo propiamente nuevo. Toda fe que deriva de otra (actualmente casi todas las del planeta) arranca de sí creencias que considera erróneas, inapropiadas, ofensivas y inútiles. Este es el origen de los cismas. En el cristianismo hay conceptos judíos, los cuales originalmente no tenían gran importancia y trascendencia, o se veían de forma diferente. Por ejemplo, el pronunciar en nombre de su dios. Los judíos no lo hacían porque compartían la creencia popular, común a muchas culturas de su tiempo, de que las palabras tienen poder. Esto se prueba en el pasaje bíblico donde Jacob pelea con Jehová, y éste se rehúsa a decirle su nombre. Se consideraba que saber el nombre de algo le daba al conocedor cierto poder sobre aquello conocido. Es por eso que los pueblos paganos conocían el nombre de sus dioses, por lo que creían poder doblegar su voluntad en determinadas circunstancias. Esto hacía que su relación con la divinidad fuera realmente dinámica, y que posibilitara el acercamiento de la gente a sus dioses. Era una creencia que hacía a los dioses más accesibles, y por ende menos arrogantes y mezquinos que el antiguo dios hebreo. En cambio, el dios judío era un ser despótico que no tenía consideración con sus criaturas, a quienes incluso torturaba y dejaba que las torturaran sin piedad, como se ve en la historia de Job y su ridícula apuesta con Satán. Al negar a sus criaturas una relación en la que tengan participación real, el judaísmo se revela como la extensión del pesimismo atávico, propio de épocas en las que el hombre era menos hombre, y la muerte, la violencia y la traición eran el pan de cada día. Y precisamente esta fue la gran innovación del cristianismo. El malinterpretar y reinterpretar a su conveniencia el antiguo testamento era parte de su labor consolidante. Tenían que ofrecer algo diferente al resto, y encontraron en el miedo que los escenarios apocalípticos suelen producir en el hombre promedio la forma de asegurarse una cuota en el pletórico mercado de la fe.

Dado que el cristianismo se originó en medio de la clase baja y era para la clase baja, el recurso del miedo fue el favorito a la hora de hacer una moral propia. El infierno es una muestra de ello, pues contiene todo lo que aterra a un hombre: Una perspectiva privada de felicidad, donde se pierde la esperanza, donde se vive un tortura eterna y sin descanso, donde van desde ladrones hasta asesinos. Un destino que destruye la idea del futuro asusta a mas de uno, y estando en un determinado punto de la vida, cuanto más alta es la pérdida, más alta hay que dibujar la ganancia para que parezca que la vida tiene sentido. Y aquí hay un punto muy importante. Se deben definir bien las reglas para acceder al cielo o al infierno. Deben satisfacer necesidades específicas, pues es indispensable para contar con un gran público meta. Y como el cristianismo era bastante popular (en su sentido gnoseológico, no en el de aceptación), tenía que atraer a la gente con la idea de que podían sentirse felices y contentos, pues ellos disfrutarían la gloria eterna, mientras que sus enemigos, si bien eran prósperos y felices en vida, se las verían muy negras al morir. Este deseo de venganza, propio del impotente, es el que propició el aumento desmedido del cristianismo. Y no extraña, ya que los judíos del primer siglo lo eran en sobremanera, aplastados una y otra vez y de forma bastante lastimera por los romanos.

Esta es la razón por la que las condiciones para acceder al cielo eran tan comunes a los seguidores de Cristo. La pobreza, la sencillez, el comunitarismo, la estrechez mental, la doctrina del maestro inefable y la justificación escatológica de la humanidad centrada en la figura de un héroe semisedentario convertido en poco más que un semidiós, son rasgos de una idiosincrasia de baja ralea. El sentir de los marginados hecho una identidad.

La segunda razón por la que existen tantas versiones del infierno cristiano es la inspiración divina. La interpretación se da en el imaginario de los creyentes, y siendo la biblia tan confusa se necesita un criterio para discernir su supuesto significado. Y este criterio suele ser la inspiración. Según ellos, el espíritu santo guía la forma como debe ser leída la biblia. Por eso mismo dicen que los no creyentes no pueden entenderla adecuadamente, y descartan de plano todo análisis imparcial. El problema es que la inspiración puede hacer que se diga cualquier cosa, y lo dicho debe ser tomado como una verdad trascendente y de importancia suma, en lugar de lo que realmente es: Una estafa premeditada, un autoengaño inocente o un problema mental. Los pastores cristianos, quienes más afirman poseer el toque del espíritu, suelen decir estupidez tras estupidez, balbuceos hilarantes y afirmaciones inconsecuentes, que su feligresía toma como obra divina, maravillas inmerecidas, regalos del cielo. Y toda la verborrea del líder de turno es aceptada sin más, pues cuando la fe está presente, la razón sale por la ventana y a la fuerza.

Cada líder religioso puede afirmar que su revelación es la última, la única válida, la real de entre todas, aunque contradiga todas las de los otros líderes. Es más, a cuantos más supuestos iluminados niegue, más verdadera se considera una revelación; pues al igual que en el cristianismo inicial, se distingue más y tiene más importancia lo que no se cree que lo que sí. Además, una negación mayor hace el tirón más fuerte cuando se deja una fe, y se tiene un cambio traumático a nivel psicológico, lo que les da la sensación de que están dejando algo más que simples costumbres. Es el errado concepto que confunde un cambio grande con uno importante. Y puede ser que se cambie mucho, pero en realidad no se esté haciendo nada mejor. Y no hay razón alguna, por lo menos desde coordenadas cristianas, para desmentir ninguna revelación ni a ningún líder sin desacreditar a todos.

¿Cuáles son las tres versiones del infierno cristiano? Veámoslas, y notemos las diferencias y similitudes, y cómo todas dicen basarse en la biblia. Y lo más importante, cómo todas se adaptan a la idiosincrasia de los creyentes, así como a sus esperanzas, su contexto sociocultural y su nivel intelectual.


El infierno como separación de Dios

Esta idea nace de los nuevos católicos, quienes piensan que el mal no posee independencia ontológica. Muchos fieles e incluso sacerdotes consideran que el mal no es algo concreto, sino la simple ausencia de Jehová en sus vidas. Que debido a esa ausencia se da todo lo que consideramos malo. Que dios, todo amor y benevolencia, no puede castigar con un tormento eterno. Este criterio tiene similitudes asombrosas e inesperadas (para los creyentes, pues para los escépticos es bastante notorio e incluso normal) con el gnosticismo, que afirma que el cuerpo es una prisión, que el dios de este mundo es un dios de oscuridad y que el dios verdadero es un dios de luz; así como que el dios verdadero no castiga a nadie, sino que cumple los deseos de sus criaturas de experimentar este mundo material. También se aproxima al criterio de los testigos de Jehová, que afirman también que un dios amoroso no crearía un sitio de tortura y sufrimiento sádico.

Obviemos por ahora los múltiples problemas que eso representa: Que fue Jehová quien creó el mal (recordemos el árbol en Edén y las múltiples declaraciones bíblicas donde se dice explícitamente que él causa el mal y los desastres), que las cosas malas suceden con su conocimiento y consentimiento, tanto a nivel humano como de la naturaleza, que la existencia del infierno como lugar de tormento está firmemente asentada en la biblia, que según la biblia misma existe un divino placer en condenar a los pecadores al infierno, y no el profundo dolor que supuestamente Jehová como padre amoroso experimentaría, etc. El punto es que, tal como el mal solo sería ausencia de Yavé, el infierno sería una eternidad condenados a la privación de su presencia, conscientemente o no, pero sí por voluntad propia al no haber querido aceptarlo en su vida. Igual que en el criterio gnóstico, Yavé solo actuaría como ejecutor del deseo de sus criaturas, en este caso el de estar apartadas de él.

Esta perspectiva acaba con tres problemas: Primero, la poco atractiva idea de una eternidad sufriente, la cual hace que la mayoría de los católicos rechace vivir su fe y acercarse a su dios. Segunda, la idea de que su dios es un ser maligno que se complace en condenar a gran parte de la humanidad por no seguir una estrecha y anticuada lista de deberes para con él. Tercero, se traslada el problema del mal de Yavé hacia el hombre, achacándole todos los problemas habidos y por haber, exculpando a su dios de cualquiera de ellos, dejándolo como un ser inmaculado, puro y santo, y por supuesto, atractivo y digno de alabanza. Más que nada, esa estrategia resalta la miseria de la condición humana y la indispensable intervención del creador en la vida de cada uno. Es una forma inteligente de ganar adeptos a expensas del esfuerzo del hombre, el cual desde la perspectiva religiosa sería inútil, no valdría nada, no sin el poder de su dios.

¿Qué versículos justifican esta idea? Ninguno, pero los siguientes son esgrimidos a veces para justificarla:

Job 14:13  ¡Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol,
 Que me encubrieses hasta apaciguarse tu ira,
 Que me pusieses plazo, y de mí te acordaras!

Job 17:13  Si yo espero, el Seol es mi casa;
 Haré mi cama en las tinieblas.

¿Por qué el uso de la palabra Seol, y qué significa? Esta palabra se encuentra en el antiguo testamento, y es usada como sinónimo de muerte, reino de la muerte y hogar de los muertos. Allí residen sus almas. Pospondré el aclarar la diferencia entre alma y cuerpo para explicar el significado de esta palabra según el diccionario bíblico Strong:

H7585  

שׁאל    שׁאול
she'ôl  she'ôl
sheh-ole', sheh-ole'

From H7592; Hades or the world of the dead (as if a subterranian retreat), including its accessories and inmates: - grave, hell, pit.

            Aquí es claro que se trata de un equivalente del hades griego. No es solo el nombre que se le da al sepulcro y a la muerte, sino al reino de la muerte, un lugar real donde descansan las almas de los muertos. Para confirmar esto veamos algunos comentarios de la traducción Reina-Valera de 1995:

Núm 16.33 Descendieron vivos al seol: es decir, al fondo de la tierra o al reino de la muerte.

Deu 32.22 Las profundidades del seol: o sea, la región de los muertos, que los antiguos Hebreos situaban en lo más profundo de la tierra.

Salm 6.5 Seol (o morada de los muertos): Los antiguos israelitas se representaban esa morada como un lugar oscuro, situado en lo más profundo de la tierra (Job 10.21-22; Sal 63.9). En aquel "lugar del silencio" (Sal 115.17) los muertos no podían ejercer ninguna actividad ni mucho menos alabar a Dios (Sal 30.9; 88.4-6,10-12; Isa 38.18-19). Más tarde, estas antiguas creencias fueron sustituidas por la fe y la esperanza en la resurrección de los muertos al fin de los tiempos.

Como vemos, la traducción bíblica por excelencia, la más conocida, y la más reconocida por la iglesia católica no concuerda con el criterio de los nuevos católicos. En primer lugar, porque “Seol” es un término correspondiente al antiguo testamento, no al nuevo, sobre el que descansa la mayor parte de la creencia cristiana, y por ende no puede ser apropiadamente utilizado por ellos. Segundo, porque en el nuevo testamento este término cambia de sentido, como se ve en el comentario del versículo de salmos. Al no tener el sentido original, es imposible de usar para justificar las pretensiones de los nuevos católicos, excepto si se lo reinterpreta a conveniencia, lo cual no sorprendería.

Si se tuviera que ser coherente con las consignas de los nuevos católicos, se tendría que decir que en el infierno existe la misma libertad que en el cielo, única forma de afirmar que lo único que hizo Yavé fue conceder a sus criaturas el deseo de existir al margen de él. Y hay versículos para probarlo:

Luc 16:23  Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

Aunque esto proviene de un parábola, ilustra el hecho de que los judíos de ese tiempo veían el hades (sinónimo de infierno o seol en el contexto la biblia, sin por eso rechazar su raíz griega) como un lugar donde las almas podían efectuar acciones, y según el versículo, también estar en tormentos. La contraposición de este versículo con otros en los que el seol engloba a todos los muertos, sean pecadores o no, hizo pensar a los príncipes de la iglesia y otros santos varones en la doctrina de los muchos infiernos, cuya mayor exposición se dio en “La divina comedia”. Esto también es reflejo de la doctrina de los siete cielos. Así, cada infierno y cada cielo corresponden al nivel de santidad de la persona. Pero lo más importante es que el infierno, tal como es concebido por los nuevos católicos, no puede existir. La libre acción, según la biblia, implica el tormento. Sin ella, solo es permitida la inconsciencia. Ninguna de estas posturas bíblicas sustenta la idea del infierno como un lugar ajeno al sufrimiento y al dolor.

0 comentarios:

Publicar un comentario

NO PUBLICAR COMO ANONIMO. LOS MENSAJES ANONIMOS SERAN BORRADOS SIN AVISO