lunes, noviembre 22, 2010

Contra Veritas: La falsedad del NOMA, o la imposibilidad de conciliar fe y razón

En un artículo de la revista ¡Despertad! de enero del 2011 se redactó un artículo sobre la compatibilidad de fe y razón. Esto nos lleva a pensar automáticamente en el NOMA, reivindicado principalmente por la iglesia católica. Sin embargo, en este caso es un poco diferente. Los testigos de Jehová no aducen que estos dos magisterios tengan campos de acción separados, sino que la verdadera razón se somete a la fe, y que de hecho emana de ella. Evidentemente ellos no usan el mismo concepto de razón que usamos los librepensadores. Para ellos, la razón es una herramienta más que nos dio Jehová para descubrir el valor de su palabra. También nos serviría para conocerlo mejor, y por ende amarlo más.

Comienzan el artículo, ubicado en la página 28 de la revista, y que ocupa 2 páginas, con un espurio ataque hacia la ciencia, como es costumbre. Sacan, o intentan sacar a la luz algunos trapos sucios de la ciencia, proclamando que si algunas ‘creencias científicas fuertemente arraigadas eran erróneas’ y no por eso se descartaban, ese mismo criterio debía aplicarse a las creencias religiosas, como si ambas fueran comparables, o valieran lo mismo. Y como siempre cometen ingentes errores. Primero, en la ciencia no hay ‘creencias’, solo hipótesis, teorías o leyes. Astutamente evitan dar detalles sobre esas supuestas creencias científicas, pues tales no existen. Segundo, piden el principio cuando asumen que son iguales o comparables la fe y la razón. Esto es más grave aún cuando consideramos el hecho de que la razón nos da muchas cosas, cosas que funcionan, cosas útiles, coas que sirven. La fe no produce nada, cuando mucho representa un consuelo para quienes no tienen poder par controlar su propia vida. Y esto, lejos de ser un cosa útil, es un aliciente para hacer la vida todavía mas sombría de lo que ya es, al sostener en este mundo a seres que de otro modo se habrían suprimido a sí mismos, si es que este ‘valle de lágrimas’ no acaba con ellos antes.

Dudas e intrigas son las armas de los testigos de Jehová contra todo aquello que se opone a sus creencias. Quien haya podido leer sus textos sabrá a que me refiero. Siempre tratan los temas de la misma forma. En ninguno de ellos hay algo, aunque sea mínimo, que pueda denominarse intelectualmente honesto. No hay forma en que dejen este estilo, pues quien no tiene armas para entablar una guerra justa, recurre a la guerrilla, a la revolución y la intriga, y mediante sucios ardides obliga al enemigo, si es demasiado tonto como para no darse cuenta, a destruirse a sí mismo al aceptar una duda insana sobre sus propias premisas. No es cualquier clase de duda. No es una duda escéptica, sino una maliciosa, repleta de la satisfacción de sí misma, de saberse plena y absoluta, aunque solo sea una fachada que esconde su verdadera e innegable incapacidad de luchar.

El tipo de razonamiento (que dicen es compatible con la fe) no es el común y corriente. Mucho menos el razonamiento culto e intelectual. Circunscriben la razón a las coordenadas de la palabra de su dios, en donde obviamente no puede contradecirla. Si se asume la razón como un don divino, es evidente que no representaría peligro alguno a su palabra, ni levantaría su sombra el fantasma del escepticismo, acallado previamente por una definición absurda y gratuita de lo que la razón debe ser. Así pretenden quitarnos lo único verdaderamente humano: El derecho, el deber y el poder de pensar y razonar sin tapujos, el librepensar. Es por eso que la biblia, correcta y concienzudamente leída, es la mejor máquina de hacer ateos.

En su artículo dicen que la fe debe estar basada sólidamente en el conocimiento. Pero ¿conocimiento de qué? ¿Qué conocimiento?... ¿De qué mas podría ser? De la palabra de su dios, suma, cumbre y final del saber para todo creyente. Bien, en la revista dan una serie de pruebas que no quisiera juzgar a priori, por lo que daré un breve resumen de cada una, y en el transcurso comentaré algo al respecto.

Bueno, en realidad son solo dos pruebas, o mejor dicho dos títulos que pretenden serlo. El primero se llama “Fe basada firmemente en la razón”. El segundo, a manera de conclusión precipitada, es “Podemos tener fe en la Biblia”. Analicemos cada uno de ellos.


Fe basada firmemente… ¿en qué?

En este apartado afirman que la adoración a dios debe ser algo razonado. Este razonamiento debe basarse en algún conocimiento, como sustento intelectual y contexto desde el cual razonar. Esto está muy bien, y está acorde con los requisitos del libre examen. Uno no piensa desde la nada. Requiere un cuerpo de conocimientos previos, los cuales lo llevan a comparar, deducir, inducir, reflexionar, y dar una conclusión con base en a información obtenida, la capacidad de raciocinio de la persona, su inteligencia, su lógica, su sentido común y su conocimiento del tema. Obviamente para que este conocimiento previo sea válido debe ser imparcial, y no adelantar, suponer ni asumir previamente la conclusión. Ello sería un error, y de hecho esto se da en una: La demostración en círculo.

Pero para los cristianos, ¿Cuál es ese conocimiento? El único que podrían aceptar, el “conocimiento de Dios”. Pensar de esta manera lo llaman tener “un conocimiento exacto de la verdad” (1 Timoteo 2:4). Pero ¿qué verdad es esta? Que dios existe, creó el mundo y que su palabra, la biblia, no se equivoca. Bien, si parten desde este punto de vista gnoseológico, no sorprende que lleguen a la conclusión de que la razón no contradice a la fe. Pero esta razón, como derivada de la creencia en dios, es hemipléjica, paralítica y sobre todo, parcial. El conocimiento de dios es el anticonocimiento por excelencia.

El tipo de escepticismo que predican no es el de los librepensadores, no es imparcial, sino que se limita a la expresión bíblica. Ser escépticos en este caso es escudriñar las escrituras para ver si lo dicho está conforme a la palabra de su dios. Sino me creen, léanlo ustedes mismos:


Hechos 17:11 Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así

Juan 5:39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí


Este es el modelo cristiano de sabiduría: No importa si lo dicho es real o no, es lógico o no, solo debe estar conforme a la biblia. Es resto es locura. ¿Por qué digo esto? Porque esto es lo que en realidad piensan los cristianos del conocimiento imparcial:


1 Corintios 1:19 Pues está escrito:
Destruiré la sabiduría de los sabios,
Y desecharé el entendimiento de los entendidos.

1 Corintios 1:20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?

1 Corintios 1:21 Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación.

1 Corintios 1:22 Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría;

1 Corintios 1:23 pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura;

1 Corintios 1:24 mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios.

1 Corintios 1:25 Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.

1 Corintios 1:26 Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles;

1 Corintios 1:27 sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;

1 Corintios 1:28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es,


En resumen: El conocimiento imparcial, para todo cristiano sincero, debe ser locura y abominación. La mismísima esencia del mal encarnada. Y la ignorancia es el gran estandarte de la fe. Es de lo que más se enorgullecen, su don más preciado. Sólo por medio de la ignorancia pueden acceder a la fe. Y solo mediante la fe pueden comprender adecuadamente la biblia, pues están más atentos a la voz de su dios que a los sentidos y vicios del mundo. Ergo, cuanto más ignorante se es, más cerca se está de Jehová. Su dios aborrece el conocimiento, y no le agradan los sabios. Tal vez por eso es que durante el transcurso de la historia el cristianismo ha proscrito toda forma de saber diferente a la interpretación bíblica de turno, y ha proclamado una guerra sin cuartel a todo aquel que ose tocar, con palabra o acción, el sacrosanto derecho de los creyentes a ser ignorantes y creer en lo que les venga en gana. Nadie les negaría el derecho a no saber, lo que les negamos y siempre les negaremos los ateos es el derecho de imponer esa cosmovisión al mundo. No los dejaremos llevarnos al abismo, no debemos permitir una nueva era de oscurantismo.

Este no es un llamado de guerra. Es un llamado a defender el derecho a ser humanos. Lo que nos diferencia del resto de seres vivos es nuestra capacidad cerebral y la única forma en que podemos vivir sin dejar de lado nuestra humanidad es usando nuestra capacidad de raciocinio sin miedo ni dudas, sin que los antiguos temores de un distante pasado nos remuerdan la consciencia, y nos arrastren a una ignominiosa caída. No podemos volver al abismo de la barbarie, del que con tanto esfuerzo la humanidad emergió hace tanto tiempo.


¿Podemos tener fe en ese libro?

Si dudamos de la veracidad de la biblia, la revista nos dice que podemos comprobarla si la conocemos. Y como es obvio, la única forma aceptada por los creyentes de conocer la biblia y entenderla es mediante la guía del espíritu santo. Cualquier toro método es inválido para tal fin. De forma que, para entender la biblia, antes hay que creer que es cierta. Creer para leer y creer para entender. ¿Algo de esto les suena a prejuicio, parcialidad y aceptación ciega e infundada, o es solo a mí? Por eso es que afirman que razonando (a partir de las escrituras, claro está) se puede “llega[r] a la convicción de que incluso cosas que no pueden verse son, no obstante, realidades”.

Para Jehová la sabiduría es casi un pecado. Es el mayor mal que alguien pueda tener, y más aún, por que es un mal deseado por muchos. Pero si supuestamente él es el origen del saber y es capaz de otorgarlo, y sabiendo que el saber que otorga no puede ser el que desprecia, pregúntense: ¿Qué tipo de sabiduría acepta este dios? ¿Cuál saber, cuál conocimiento es el que otorga? La respuesta la da la misma biblia:


Proverbios 2:1 Hijo mío, si recibieres mis palabras,
Y mis mandamientos guardares dentro de ti,

Proverbios 2:5 Entonces entenderás el temor de Jehová,
Y hallarás el conocimiento de Dios.

Proverbios 2:6 Porque Jehová da la sabiduría,
Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.

Proverbios 2:7 El provee de sana sabiduría a los rectos;
Es escudo a los que caminan rectamente.


Este es el conocimiento que da. Un conocimiento vacío. La mismísima encarnación de la nada. La hipostatización de lo abstracto alguna sin razón para hacerlo. La locura hecha saber. Y para el gran final, escriben un párrafo que deberían, si fueran intelectualmente sinceros, aplicar a ellos mismos:


"…no es una falta de respeto examinar lo que uno cree para demostrarse a sí mismo que su forma de pensar está de acuerdo con la Palabra de Dios (Romanos 12:2). La Biblia nos aconseja: 'Prueben las expresiones inspiradas para ver si se originan de Dios' (1Juan4:1).” (¡Despertad!, Enero del 2011, página 29)"


Es increíble ver un caso en el que el proceso de doblepensamiento esté tan avanzado como para no darse cuenta que todo lo que piden a otros podría aplicarse igualmente a ellos. O tal vez lo saben, pero como son “la religión verdadera” o “el esclavo fiel y discreto”, no necesitan ensuciarse las manos ni las mentes con razonamientos humanos, pues son sabiduría mundana, algo que su dios destruirá.

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lunes, noviembre 01, 2010

Por qué soy ateo

Luego de largo tiempo he querido hacer un paréntesis y mostrar algo de mí. Casi a todos los ateos se les ha interrogado por la o las razones por las que no creen en ningún dios. Esto es casi una confesión, una apertura de parte de mi verdadero ser, una muestra de mi yo. Es un relato de lo que soy y por qué lo soy, y sobre todo cómo he llegado a ser lo que soy y a ser quien soy. En modo alguno esto se asemeja a una experiencia religiosa de desconversión traumática, ni tampoco a un lento caminar, errante y ermitaño, en busca de un sentido de la vida. Es mas bien el cómo evitar ser creyente en una sociedad que casi por completo te lleva a ser poco más que un número, sea para fines políticos (ciudadano mayor de edad) o religiosos (feligrés, en el que en todas la edades sirve, en especial en la juventud. No por nada los llaman “pescadores de hombres” –aunque suene manipulador o gay–). Y como cuanto mayor es el número, mayor es el sentido y sentimiento de masa, por lo que esta también es la historia de cómo evité formar parte de la masa.

Este post se podría haber llamado de cualquier otra manera, que para el caso da lo mismo: “Por qué no soy cristiano” (muy a lo Bertrand Russell, pero y había usado ese título en otro post), “Por qué no soy teísta” (al estilo del llamado “ateísmo vergonzante” o agnosticismo), “Por qué no creo en dios” (con minúscula, pues no es nombre propio, y aunque la RAE lo reconozca como una forma de llamar al dios cristiano –y por ende se le tenga que poner mayúsculas– en realidad es solo uno de los tantos errores que se cometen en nombre de la fe, la tradición y la cultura cristianas; además esta oración implica sin pruebas que la negación de dios también es una creencia, concepto totalmente equivocado pero muy popular y utilizado por el lobby cristiano), “Por qué niego a dios” (negación escéptica), “Por qué afirmo la inexistencia de dios” (pregunta que probablemente haría un agnóstico más que un creyente, intrigado por el sustento de tamaña afirmación –afirmación de segundo grado o condicionada, en este caso por Onus Probandi y el principio de primacía del escepticismo, que entre muchas cosas nos dice: ‘Lo que se afirma sin pruebas puede rechazarse sin pruebas’–), “Por qué no soy uno de los ‘perros infieles de occidente’” (muy al estilo musulmán, y lastimosamente no lejos de su verdadero sentir contra nosotros), o “Por qué estoy ateo” (como leí a un pastor en una publicación cristiana, diciendo que el ateísmo es un estado pasajero y/o ‘curable’, comparándolo literalmente con una enfermedad o un estado de ánimo). Todas estas formas de decir lo mismo divergen ciertamente, en algunos casos mucho, pero todas tienen el mismo sentido: Explicar por qué no creo en lo que la mayoría ha dado a llamar “la única fuente de felicidad y de verdad absoluta”. Ahí les va:

Nací como casi todos, en una familia de corte católico. Mi padre proviene de una familia muy devota, mientras que mi madre es todo lo contrario, siendo mi abuelo materno un maestro masón, y por ende muy estudiado y erudito. El jamás se conformó con las explicaciones religiosas y fue uno de los que nos inculcó el hermoso y útil amor a la lectura. Podría decir que es agnóstico de corte ateo, aunque en algunos aspectos encaja más como ignóstico. Mi abuela materna es inconformista religiosa, nunca se inclinó hacia los cultos ni ceremonias, y a pesar de su creencia católica jamás fue de llevarnos a misa ni nada parecido. Mis abuelos paternos son bastante católicos, así como mis tíos por parte de padre. No son puritanos, pero sí muy creyentes. Pues bien, esa influencia era muy diversa, pero como pasamos mayor tiempo con la familia de mi madre que con la de mi padre, ergo se me pegó parte del carácter de mi abuelo paterno. Aparte de eso, la familia de mi abuela materna variaba entre católicos, adventistas, mormones y cristianos en general. La familia de mi abuelo tenía cierta rama judía, y nunca conocí a un musulmán en la familia. Esa es toda la variedad religiosa a la que fui expuesto desde el llamado “núcleo de la sociedad”.

Mis comienzos en el descreimiento comenzaron a los pocos años de vida. A los 8 años, si mal no recuerdo, le pregunté a mi papá de dónde había salido el dios cristiano (obviamente no con estas palabras, sino literalmente “Papá, ¿de donde salió Dios?”). “Apareció de una varita mágica” me dijo. Y le pregunté de donde había salido la varita. “Siempre existió” contestó. Extraña respuesta, poco ortodoxa, bastante herética y un completo flatus vocis, pero ahí terminó la conversación.

Luego, entre los 8 y 10 años mi hermana y yo hacíamos elucubraciones extrañas sobre el mundo espiritual: Creíamos que los santos podían volverse dioses si reencarnaban lo suficiente y evolucionaban su alma, que el dios cristiano podía ser un extraterrestre o un desconocido ente ultradimensional, etc. Entre los libros que leíamos estaban de todo. El primero que leí (completo) fue “La naturaleza inacabada”, que hablaba sobre evolución y biología, y “El telar mágico”, que se centraba más en el tema evolutivo, pues el primero entraba más en el ámbito de la genética. A los 10 años cumplidos me bauticé como católico por deseo de mi padre, y como en ese entonces no tenía poder de veto, no hubo nada que hacer.

Como entre los 11 y 12 años mi mamá nos llevó a mi hermana y a mí (aún no había nacido mi hermano menor) a un tour religioso: Fuimos a diferentes iglesias, nos informamos y conocimos sus creencias. Fuimos a algunas muy insistentes como la de los mormones. Conocimos varios grupos cristianos, muchos en realidad. Conocimos a los testigos de Jehová por su predicación cotidiana, mi abuela siempre les cerraba la puerta, mientras que a mi abuelo siempre le dejaban sus revistas. A esa edad ya empezaba a dudar de la religión, y sobre todo del concepto de dios. Nunca fui religioso, solo iba a misa por obligación (cuando nos visitaba mi bisabuela, muy anciana y de delicada salud, se alegraba de que la acompañáramos; cuando moría un conocido de fe católica; entre otras situaciones extremas). A esa edad no solo dudaba seriamente de la religión organizada (aunque no es sino hasta ahora que soy anticlerical) sino del concepto de dios, el cual me parecía superfluo y muy chapucero. Siempre me pareció que dios, tal como se lo figuran en la biblia, es demasiado parecido al hombre como para ser realmente un ser divino. Es demasiado humano. Uno esperaría una muestra de sabiduría infinita y no una sanguinaria sed de venganza, cual si fuera un indio tribal. Y esa es exactamente la imagen que tenía, según todos mis estudios, del dios cristiano.

También conocimos muchos cultos de extremo oriente. Entre ellos destacan los Hare Krishna, los cuales son vegetarianos y extraños. Aunque no me sorprendió la diferencia cultural, me pareció extraño el hecho de que se sacrificaran (o santificaran) los alimentos antes de comerlos, para ofrecerlos a Kríshna. Le pregunté al sacerdote, pues me dijo que eso se hacía y que así la ofrenda llegaba a Kríshna, que cómo es que comía Krishna, pues solo se podían comer vegetales, y sus acólitos eran relativamente pocos. Pensaba que tal vez ese dios tendría hambre y ganas de un buen bistec. El tipo se rió y me dijo que Krishna tenía más vegetales para comer que los que se le sacrifican. Y me pregunté: “¿Entonces para qué se le sacrifican vegetales?”.

A los trece años entré en la secundaria. El año anterior se daba el curso de religión (obligatorio en todo el país) por un profesor que enseñaba historia de la religión. Tuve la mala suerte de que cuando comenzó el año académico cambiaron al profesor el párroco de la localidad, por lo que se nos enseñaba únicamente religión católica. Nada de historia del cisma, la reforma, la contrarreforma, Lutero, Calvino, albigenses, catrujenses o cátaros, valdenses (también llamados anabaptistas o bautistas, que sobreviven hasta hoy) monofisitas, arrianos (como los testigos de Jehová), nestorianos (como los musulmanes), etc., que tuve que aprender por mi cuenta. En ese curso confirmé lo que ya sabía: Que era ateo. Dicha confirmación vino en la forma de una fotocopia, en la que estaban las 5 vías de Aquino. Las leí y las encontré incoherentes, ridículas, ilógicas y fácilmente refutables. Desde ese entonces siempre me presentaba como ateo, pues desde un poco antes lo era, pero tenía que saber si efectivamente los supuestos argumentos de la fe eran convincentes, fuertes o por lo menos no tirados de los pelos. Y mi sorpresa fue grande cuando me di cuenta que todo lo que había pensado ya lo habían pensado otros grandes pensadores de la historia, e incluso de la misma forma que yo. ¡Qué puedo decir!, siempre fui muy intuitivo, y mi mente es muy matemática (participé en varios concursos escolares de matemática y lengua a nivel regional), de modo que fácilmente encontré las incoherencias, peticiones de principio y supuestos indemostrados en los dogmas religiosos y en los que afirmaban no serlo. A los 13 años ya me sabía ateo, y no hubo en ello ninguna conversión forzosa, ninguna revelación sobrenatural ni ninguna experiencia traumática, solo pasé de ser católico forado y no practicante a escéptico básico (jamás pasé por la etapa del agnosticismo ni del ignosticismo), y luego a ateo convicto y confeso.

No hubo milagros, pero sí coincidencias interesantes. En la secundaria mi hermana conoció a un chica budista, la cual nos habló de su religión y nos interesó mucho. Me enteré por ella de la filosofía budista como realmente es, no como la pintan quienes ignoran tan admirable religión, de gran valor e integridad intelectual. Bud, un príncipe que buscó el conocimiento, me recordaba a mí mismo, y descubrí que al igual que yo había llegado a la conclusión de que este universo no había sido creado, sino que había evolucionado; que los dioses no eran mas que inventos de la gente que representan las fuerzas de la naturaleza y las “funciones de la vida”; que la gente siembra lo que cosecha (la ley del karma aplicada a escala antrópica y física); que no existe un espíritu inmortal (el concepto de reencarnación budista no es el mismo que el hindú); que no debemos creer en nadie solo porque lo diga, pues Buda mismo dijo que no deberíamos creer en nada de lo que diga si aquello que dice no es lógico y está de acuerdo a nuestro sentido común ni a nuestro razonamiento (el budismo supone, a diferencia del cristianismo, que el individuo es perfectamente capaz de tener una vida feliz y próspera sin necesidad de recurrir a lo sobrenatural, menos aún a seres divinos. Todo esto está escrito en el “Sutra de los Kalamas”, parte del Sutra del Loto); que incluso debemos rechazar lo que dice si las evidencias señalan lo contrario (uno de los tres pilares del budismo: la fe, la práctica y el estudio, este último incluye todo tipo de estudios y los métodos para confirmar la veracidad de lo estudiado); la aceptación de que todo es material y hecho de materia y energía (todos los estados de conciencia del budismo son estados psicológicos, nada inmaterial en el sentido de sobrenatural), etc. Todo esto jamás encajaría en el cristianismo, donde el ideal no es ser mejor como individuo ni vivir feliz y pleno, sino la obediencia, la rendición de la voluntad y la extinción de la individualidad, el pensamiento y todo lo que constituye a una persona en beneficio de un supuesto creador amoroso, pero que sin embargo te envía al infierno si no cumples hasta el más mínimo detalle de lo que el quiere que hagas.

Conocer esta filosofía me abrió las puertas a un nuevo mundo de pensadores que, si bien alguno no me eran desconocidos, me fueron mas familiares y mas fácilmente comprensibles, ahora que podía conocer de cerca el contexto y la cultura de aquella zona y de aquellos tiempos. Demás está decir que he leído es Sutra del Loto (muchas partes), el Bhagavat-Gita (parte del Srimad-Bhagavatam, que leí parcialmente pues la traducción de los clásicos hinduistas y budistas al español es escasa, esto por motivos de idioma –sánscrito y pali, lenguas actualmente muertas y difíciles de traducir sin perder parte del sentido original del texto–). Obviamente también leí la Biblia y conozco algo del Corán (ambas las tengo en formato digital, así como el Sutra del Loto, que conseguí hace relativamente poco tiempo). Aprendí que Buda no era un dios obeso que se rascaba la barriga par conceder milagros o aparecer dinero, visión occidental que corresponde al Buda chino, el cual es una mezcla de el Buda original con sus antiguos dioses.

Luego de eso, a los 15 años (iba a cumplir 16) viajé desde Perú, mi tierra natal, a Costa Rica, donde he vivido hasta el momento de escribir este artículo. Entrando al colegio (me faltaban 4º y 5º de secundaria) me topé con la ignorancia de un país que, para mi sorpresa, era más creyente aún que el mío (y eso que en Perú hubo virreinatos y todo eso, con lo que uno imaginaría una la cultura católica especialmente fuerte y enrizada). Subestimé el efecto “pueblo chico”. No estoy renegando del país, sino de la forma de pensar de sus habitantes. Esa fue la razón de que comenzara uno de los más penosos calvarios de toda mi vida. Resulta que un día había llevado al colegio el libro “El Anticristo” y lo leí durante el receso. Fui al baño un momento y al volver el libro (que había dejado sobre mi pupitre) estaba en manos de unos compañeros curiosos y excitados con solo leer el título del libro. Me preguntaron de qué se trataba y se los expliqué. Pero en ese entonces llegó la profesora de español y le quitó el libro a mis compañeros, y aún cuando le dije que ellos me lo habían quitado (me lo pidieron prestado luego de quitármelo, se los di y permanecieron estupefactos frente al título y la contraportada, incapaces de abrirlo) no dio vuelta atrás y para mi desgracia dijo en clase que el libro era mío, y me acusó de ser un corruptor de la juventud, un ser moral y un ateo. Un poco más y dice que soy un “perro infiel a la fe”. Ms tarde mis compañeros de clase me preguntaron por todo lo que dijo la profesor, y les dije que sí era ateo. ¡Y para qué se los dije! Corrió el rumor por todo el colegio, tanto que a los 2 días todos los quintos lo sabían, y al cabo de 1 semana todo el colegio se enteró. Todos me miraban de forma extrañísima: Unos con desprecio, otros con curiosidad, otros más con asco, otro grupo (bastante grande, casi todo el que pudo hablar conmigo) que trataba de convertirme a la fe cada 5 minutos. Tanto es así que a veces se juntaban 10 ó 15 personas a hablarme de su fe y “argumentar” a favor de la existencia de Dios. Yo me tomaba mi tiempo para refutar sus ideas, y por lo menos tres cuartas partes de los que hicieron esto acabaron odiándome o burlándose mas de mí. La cuarta parte restante más bien me veía con cierto aprecio, pues notaban que no era un ignorante, sino alguien bastante culto y preparado. Incluso, en algunos pocos casos, claro está, hizo que se acercaran a mí las chicas (además de mi condición de extranjero, que les atraía también), pero por igual me impedía llegar a algo con ellas, pues por hablar de unos pocos ejemplos, una era judía mesiánica (y menos mal que me salvé, pues luego me enteré que era de esas que cambian de novio más rápido que de ropa interior), e intentar algo con ella hubiera sido un error por 2 razones: 1) Ella tenía novio (cosa que me enteré después), y 2) hubiera sido repetir la historia de Nietzsche y Lou-Salomé. Aunque ella nunca me gustó, mis compañeros maliciosamente inventaron chismes míos con ella, y a pesar de que ni siquiera nos hablábamos eso no hizo mas que empeorar el problema. Ahora además de ateo era un depredador sexual. Y todo por ser ateo, o sea, sin moral (casi todos pensaban así).

Bien, volviendo al tema de la profesora y el libro, mi madre tuvo que ir a la dirección y reclamar (aún era menor de edad, así que ni caso me hacían), con lo que consiguió que me devolvieran el libro y poner en cintura a esa profesora. Esa fue la razón por la que durante toda mi estancia en ese colegio me quitó puntos injustificadamente en los exámenes. Fue por ella que no obtuve un promedio perfecto, pues mis demás calificaciones eran superiores al 95% de ciertos. Aún con todo, mi promedio general ponderado era superior a 90, por lo que pude obtener una beca en la universidad. Por buenas calificaciones las universidades me ofrecieron buenas becas, pero pudieron haber sido mejores.

También tuve problemas con otros profesores, en especial mujeres, que tenían un terrible mal hábito que parece solo a mí molestaba: Leían la biblia a todo pulmón en horas de clase. Y lo peor es que no era en clases de religión (de la que no puede eximirme por mi condición de ateo, sino porque mi madre hizo una carta que decía que era budista. Era la única forma de saltarme religión. Era un abuso de poder y una injusticia aparte, pero ya estaba demasiado cansado de los líos para ese entonces), ¡sino de química! ¡Qué va! Mi estancia en el colegio en Costa Rica fue un calvario.

Ya en la universidad las cosas no fueron demasiado diferentes, pero sí más esporádicas. La peor experiencia la tuve hace relativamente poco, cuando una profesora muy devota (llevaba a clases un crucifijo plateado gigantesco, collares de Jesús, la virgen y varios santos, así como otros artículos religiosos de gran tamaño) se enteró de mi ateísmo, y empezó a tratarme diferente, discriminarme en la entrega de proyectos, revisiones de avances de trabajos, asesorías, explicaciones, entre otros. Mientras que a los demás alumnos los trataba bien y no les negaba atención académica, a mí me la negó, y cuando me la dio no era de la calidad requerida, sino unas rápidas consultas mientras caminaba cuando mis consultas requerían de profundidad en la explicación. Su facilidad de abstracción en la explicación de cosas complejas y su habilidad para tornar banales las cosas que no lo son me enervaba en sobremanera. No había mucho que hacer. Por culpa suya tuve problemas académicos, y cuando le pregunté sobre el porqué de su actitud hacia mí, me dio a entender que no le caía nada bien. Más que dar a entender usó palabras bastante literales y fuertes que obviamente no pienso repetir.

La última y peor experiencia la tuve con mi última novia, en la que su familia no me ve nada bien. Ellos son cristianos, y como tal tratan a todo aquel que no lo sea como trató Jesús a los que no lo oían: Muy a lo “serpientes, raza de víboras. ¿Cómo escaparán del fuego eterno?”, o a lo “Quien no está conmigo, contra mí es”. No hay nada que agregar.

Superé hace unos años la veintena, y sigo siendo ateo. Hay quienes dicen, basados en no se qué, sus esperanzas tal vez, que el ateísmo es la antesala de la perfecta fe. Que es un estado por el que pasan muchos, y que al final vuelven a creer, y quien no lo hace es una especie de retrasado social y moral. Cierran los aojos a la verdad: El ateísmo existe, y por más que quieran negarlo, los ateos seguiremos existiendo. Seguiremos ocupando espacios públicos, seguiremos estando entre todos, luchando por un mundo menos dogmático, supersticioso y salvaje. No cejaremos en el empeño de liberar a la sociedad de imperativos categóricos surgidos de miedos atávicos y creencias primitivas carentes de todo bello y valioso que como especie hemos logrado. No dejaremos que derroten al humanismo y a la libertad con el látigo de la fe ciega e irracional. Jamás dejaremos de luchar, por los derechos de todos y de nosotros mismos, por el derecho a ser como somos, a ser quienes somos y a estar felices y orgullosos de serlo. Ahora sé que jamás dejaré de ser ateo, pues es lo que soy, es parte de lo que soy. Es una consecuencia de ser intelectualmente honesto y de tener un intelecto ágil y de inclinación científica, así como un temperamento poco tolerante a las inconsistencias y las imposibilidades sustentadas únicamente por la fe. Jamás dejaré de ser lo que soy.