jueves, mayo 20, 2010

¿Es mala la convivencia antes del matrimonio?

Para muchos, la convivencia prenupcial es algo de todos los días. La asumen sin mayores problemas de los que día a día pueda enfrentar cualquier pareja. Para los testigos de Jehová, por el contrario, esta situación presenta ingentes problemas, al ser tanto la causa de numerosos pecados, como una alteración del orden instituido por su creador.

En el ¡Despertad! de octubre del 2009 se trata este tema desde una perspectiva netamente religiosa. Ya que esta revista manifiesta expresamente el punto de vista de todos los testigos de Jehová (o por lo menos así debería ser), vale preguntarse: ¿Cómo es posible que tal cantidad de personas crea esto? ¿No es esta una perspectiva anticuada y racionalmente insostenible? Efectivamente es así. Para demostrar el punto anterior, he elegido algunas ideas básicas de esta revista, las cuales presento a continuación, en el orden de aparición en que lo presenta la misma revista, junto a su respectiva refutación:


1. Que el matrimonio genera amor entre las partes

En la antigüedad, los matrimonios se decidían por acuerdo entre los padres, quienes prácticamente vendían a sus hijos en función de sus intereses comerciales, políticos o económicos. Esta costumbre barbárica ha desaparecido casi por completo en la actualidad, exceptuando países como la India, que además conserva otras costumbres de antaño como la división de castas y una constitución basada en sus libros religiosos. Se esperaba que con el tiempo, los esposos se enamoraran, o por lo menos que no se desagradaran y así pudieran tener hijos. Esto pudiera parecer medianamente coherente, pues la costumbre muchas veces puede más que el amor en una relación. Sin embargo, esto no implica de ninguna forma que los cónyuges vayan a amarse. Los testigos de Jehová (TJs en lo sucesivo), aunque no sostienen formalmente el matrimonio arreglado, sí lo hacen implícitamente, pues quien desee casarse no podrá escoger libremente, sino que se verá obligado a elegir pareja entre sus correligionarios.

Para muchos esto no sería un problema, pues desde niños los han criado así; sin embargo, no se dan cuenta que esa es una de las formas más abusivas de coerción infantil y dogmática predisposición. Quienes son así adoctrinados califican de pecaminoso y sobre todo de incorrecto y malo cualquier comportamiento diferente al que han aprendido, aún si este está justificado por el mutuo cariño y consentimiento. Cosa diferente es el matrimonio arreglado, y aunque no lo parezca, el tipo de obligación nupcial que alegan correcta y divina no es muy diferente ni se encuentra demasiado lejos de la primera, pues el sentimiento que justifica la una como la otra es el mismo.

Lo más que el matrimonio genera es costumbre. Y si por azares del destino y por efectos del tiempo generaran algún tipo de cariño, no hay razón alguna para creer que este sentimiento pueda ser apropiadamente llamado amor. ¿Puede alguien en su sano juicio creer que se puede amar a alguien por coerción, deber u obligación? Juzguen ustedes mismos.


2. Que el matrimonio es un compromiso (bajo la forma de una imposición indisoluble, por supuesto).

Evidentemente lo es, por lo menos en lo que concierne al matrimonio civil. En cuanto al matrimonio religioso, solo podría representar un imperativo para quien que considere verdadera alguna fe, y la practique en consecuencia. Si nos enfocamos en el matrimonio cristiano, la única razón para pensar que este vínculo no legal efectivamente tiene carácter de imperativo es la idea de que Jehová existe, y que sin duda ha instituido esas normas, y no tras, para regir la vida marital y familiar. Viendo que, objetivamente, no hay evidencia de una cosa ni de la otra, y que el típico creyente fideísta no puede ni quiere presentar pruebas a favor de fe, se puede decir (por lo menos en cuanto a los matrimonios sin hijos) que no hay obligación real alguna en el matrimonio religioso mas que el deseo de creer que efectivamente existe tal.

Tampoco es válida la obligación de indisolubilidad del matrimonio, por lo menos en cuanto al ámbito civil. El que el cristianismo considere otra cosa es algo muy propio de sí, y sus motivos tendrán...motivos que son harto conocidos, y que no dejan de sorprender a todo aquel que eche una mirada seria al asunto. ¿Por qué no admiten el divorcio? Porque aún creen en cuentos de la edad de bronce, o como diría un conocido, aún creen en santos que orinan.

¿Quién instituyó la indisolubilidad del matrimonio? Su dios, obviamente. ¿Y qué pruebas hay de que dicho dios exista? Absolutamente ninguna. Conclusión: Consideran una obligación (muy cómoda, eso sí) creer en Jehová (diciendo que es la mejor opción, realizando mas bien implícitamente una burda imitación de la apuesta de Pascal), por lo que consideran también una obligación el seguir los mandamientos de un dios que no se deja ver.


3. Que su dios es el creador y autor del matrimonio, por lo que está mal (¡Es pecado!) la interpretación libre del mismo.

Para decir esto con propiedad, quienes creen en Jehová deberían probar su existencia, cosa que no han hecho a lo largo de dos milenios. No hay razón alguna para creer que un dios que se nos presenta como un ente desconocido (por ser todopoderoso, necesario y absoluto, conceptos que jamás podríamos comprender en su totalidad, y menos en su aplicación a un ser, dicen ellos) y trascendente, y del que no hay prueba alguna de su existencia, tenga alguna autoridad para decir cómo es que el hombre debe vivir su vida. El concepto de pecado, como subproducto de la creencia en el dios cristiano, no tiene el mas mínimo valor veritativo mientras no sea posible demostrar sin la menor sombra de duda la existencia del ser absoluto autor de dichos decretos. El matrimonio humano, por otra parte, tiene que ser regido de acuerdo con la conciencia humana y la conveniencia de quienes efectúan esta unión. Y no podría ser de otra manera, pues el matrimonio civil está regido por leyes y convenios humanos, los cuales ningún dios ni ser ultraterreno están en derecho de cuestionar. Nadie tiene derecho a cuestionar como decidimos vivir o morir, menos aún como debemos casarnos ni vivir en familia. Quien menos está calificado para ello es el creyente fideísta, pues pretenden que aceptemos sin prueba la veracidad de sus afirmaciones, que tildan de trascendentales, y por tanto, de eterna e inigualable calidad.

4. Que la convivencia necesariamente incluye “fornicación” (cual si fuera algo sucio y repulsivo) por lo cual es indeseable (¡Afortunadamente solo para ellos!).

¿Por qué la convivencia tendría que implicar sexo? Y si así fuera ¿Qué tendría de malo? En realidad, los que creen que el sexo premarital es indecente, sucio y pecaminoso generalmente son quienes están en los extremos: O tienen una enfermedad nerviosa por debido al tabú impuesto por varios años de forma sistemática y consistente, sea por otros o por ellos mismos (deseos de buscar la santidad); o por el contrario son los más propensos al sexo, llegando a trastornos de gran cuantía, como la adicción al sexo, o en el peor de los casos al abuso sexual.

¿Por qué tendríamos que obedecer o siquiera prestar oídos a lo que digan quienes están dispuestos a dejar morir a sus hijos antes de consentir una transfusión de sangre? ¿Qué autoridad moral se desprende de quienes prefiere obedecer los mandatos de un dios imaginario antes que las conclusiones del sentido común y la empatía? ¿Qué pruebas objetivas hay de que el sexo premarital es malo? Quienes esperan hasta el matrimonio para iniciar su vida sexual pierden la oportunidad de conocer el ars amandi, por lo que su vida posterior se ve afectada para siempre y sin remedio. Todo por creer sin pruebas. Todo por tener fe.


5. Que por la anterior razón sea pecado la cohabitación prenupcial (haya o no relaciones sexuales).

El pecado es un concepto cristiano, el cual no obliga a otros a seguirlo ni a encontrarlo verdadero mas que por los méritos propios obtenidos a través de la investigación seria e imparcial. Tampoco nadie está obligado a respetar dicho concepto, pues ¿Por qué debería respetarse algo que no ha sido hallado verdadero, y que hasta prueba en contrario no resulta ser más que la pretensión dogmática de un grupúsculo que se cree dueño de la verdad? Solo el cristiano, y en este caso el TJ puede considerar esto como pecado. Pero eso no implica de ninguna manera que nosotros debamos hacerlo también.


6. Que quienes consideran anticuado el punto de vista bíblico son unos relajados morales (afirmación tácita).

Quienes dicen eso presuponen sin base que la moral cristiana es la base y el origen de todas las demás, y por tanto, toda moral que no se ajuste a la cristiana no es digna de llamarse así. Como es obvio, no hay razón alguna para esta suposición. Además, la moral cristiana es una de las más crueles y perversas que la historia ha tenido la desdicha de conocer. Pruebas de ello sobran: Pogromos, cacerías de brujas, la inquisición, cruzadas, el juicio de Galileo y el de Scopes, etc. No hace falta hacer gala de mucha creatividad, pues los cristianos nos han dado ingentes y lamentables ejemplos de su pérfida imaginación de cuando de defender su fe se trata.

La afirmación de la moral cristiana como única verdadera es una afirmación que debe probarse de acuerdo a la obligación de Onus Probandi. Ya que los creyentes no han logrado realizar esta tarea, y que, en cuanto a absolutos, ausencia de prueba sí es prueba de ausencia, no hay mocho más que decir a este respecto.

7. Que la convivencia no ha solucionado los problemas de divorcios masivos y separaciones (¡Como si para eso fuera la convivencia!).

Los TJs malentienden el sentido de la convivencia. Esta sirve para comprobar la compatibilidad de dos personas, para ver si están preparados para la vida marital. Sin embargo los TJs aducen que esta no es una manera adecuada para prevenir futuros problemas maritales ¿Se imaginan cuántos divorcios habrían si se siguiera el criterio de los TJs y la gente se casara sin convivir? Probablemente ellos no han ponderado este asunto tan bien como lo haría cualquier otra persona con un deseo mínimo de sentido común.

La convivencia no es una forma de arreglar los problemas maritales. Por tanto, no tiene sentido culpar a esta práctica del aumento de divorcios de hoy en día. Tampoco no tiene sentido decir que es por esta práctica que la calidad de los matrimonios es tan mala. Y dicen esto porque consideran que la sexualidad y muchas otras cosas solo deben darse en el matrimonio. Pero aparte del dilema religioso, de nuevo nos damos con la sorpresa de que no hay ningún impedimento objetivo para la convivencia, el sexo ni ninguna otra cosa. Tampoco hay razón para creer lo que dicen acerca de la maldad y las supuestas desventajas de comenzar una vida sentimental y sexual antes de la “madurez” (entiéndase más de 30 años).


8. Que lo más importante es ver el matrimonio como lo ve dios, con lo que se busca evitar una confrontación directa entre la interpretación racional de un hecho social e histórico, con su cosmovisión idealista, lo cual generaría un cisma al interior de su religión.

¿Se entiende la malicia de esta proposición? Los TJs pretenden hacernos creer que algo tan mundano como el matrimonio merece la atención especial de un supuesto creador universal. ¿Qué clase de creador se interesaría por las cuitas de seres ínfimos, débiles y salvajes? Tal vez un creador ocioso, uno aburrido, o uno especialmente obsesionado con su “jardín de hormigas”.

¿Por qué tendríamos que fijar nuestra mirada en lo trascendental para resolver problemas mundanos? ¿Por qué fijar estándares imposibles de alcanzar para seres supuestamente imperfectos (perfección, santidad, pureza absoluta así como una fuerza moral hercúlea, incólume e impoluta)? ¿Por qué deberíamos asumir estándares que no corresponden a nuestra realidad? Sería como pedir excelencia en el servicio hospitalario en un país del tercer mundo. Si ni aún en los países desarrollados esto se logra plenamente, ¿Qué decir de los demás? Además ¿Qué nos obliga o nos persuade de asumir como cierta, o siquiera útil tal forma de pensar? El deseo explícito de la fe colectiva no es suficiente para conminar a los sin dios, ni a nadie, a seguir su ejemplo.

El matrimonio, tal como lo ve el dios cristiano, es uno en donde el hombre tiene la primacía. Uno donde el rol de la mujer no pasa de ser un mero medio para la reproducción y la satisfacción de los bajos instintos masculinos. No pasa de ser una empleada sin beneficios o una niñera sin paga. El matrimonio cristiano pone de manifiesto el machismo asociado a una visión patriarcal de la familia, misma que es una herencia de tiempos antiguos, donde los hombres eran mucho más salvajes y crueles de lo que son ahora (aunque a veces parece que no hubiera tanta diferencia). Es un reflejo de antaño, el recuerdo de un pasado que jamás debió ser, y que si aún sobrevive es porque los cristianos modernos son tanto o más salvajes que los judíos de antaño. Este es un lamentable capítulo de la historia de la ética y la moral humana, que con una buena dosis de sentido común, razonamiento crítico y empatía pudo haber sido superado hace mucho tiempo de no ser por las mentes pías de los creyentes que consideran un sagrado deber mantener las costumbres de antiguos bárbaros errantes.


9. Por último, que la manera de probar un matrimonio (cual si fuera una prenda de vestir) es ¡Casándose! Para ellos no hay otra opción.

“Más vale casarse que abrazarse” diría canallamente Saulo. Pero, ¿No sería mejor saber antes de arriesgarse, o peor aún, de arruinarse? Puesto que el matrimonio representa una inversión casi siempre irrecuperable (económicamente hablando), además del daño emocional (incuantificable por subjetivo) para fines prácticos es mucho mejor usar criterios racionales, que tomen en consideración los sentimientos tanto de uno como del otro, así como su bienestar general, a la hora de dar cuenta de una moral sexual y afectiva que repercuta en la felicidad de ambas partes.

Casarse sin experiencia previa es uno de los peores errores que alguien pueda cometer. Tanto la madurez afectiva como la sexual deben desarrollarse de forma normal, por medio de los triunfos y los fracasos mediante el ejercicio de las relaciones humanas. Intentar, por cualquier medio, de impedir la madurez emocional es un grave problema, y si no lo es ya, debería considerarse un delito, pues se está privando a una persona de uno de los derechos más importantes que cualquier humano pueda llegar a poseer: El derecho a desarrollarse y crecer con normalidad. Toda creencia, religión, ideología o fe que predique la enajenación de sustrato emocional a expensas de un ser o entidad sobrenatural que nada puede sentir o sufrir, dicha religión, si existe, es culpable de llevar la desdicha al mundo y condenarlo a generaciones enteras de crueldad y detrimento continuo con respecto a la calidad y la dignidad humanas. El impedir el desarrollo normal de los miembros de la sociedad conlleva inevitablemente el empeoramiento de la misma, y la hace susceptible a influencias negativas de cualquier tipo, en especial de las que provienen del que Richard Dawkins llama “El virus de la fe”.

Quien condene a una persona a tomar la peor opción sobre un tema es culpable de coerción del peor tipo existente. Toda persona que se precie debe decidir por sí misma cuando es tiempo de tomar una decisión tan seria como el matrimonio. Toda doctrina que limite o coarte la libertad humana no puede ser más que una doctrina criminal. Y tal es la doctrina que predican por toda la tierra habitada quienes se hacen llamar a sí mismos “Testigos de Jehová”.

6 comentarios:

  1. Cierto, muy cierto. Un día mi vecino Cristiano vino a decirme a mi (juré soltería por toda la eternidad) que quería verme casada, que el problema era el sexo antes del matrimonio, que si se mantenía un noviazgo duradero (me imagino más de cinco años) no había problema, pero yo pregunto, y ¿si le huelen los pies?, yo no sorportaría a una persona así, o sus hábitos higiénicos y miles de cosas más. Mil veces la unión libre, más disfrutable, mas cuerda, no se gasta dinero en sacerdotes o jueces o en abogados para el divorcio.

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  2. Yo tampoco creo en el matrimonio, sino en las relaciones bien formadas. Tampoco creo en eso del amor eterno. Quienes niegan sus impulsos sexuales tachándolos de impuros son quines más perversiones sexuales son capaces de cometer, pues el impulso sexual se desvia de su curso natural y se encamina hacia direcciones oscuras. Todo esto por culpa de una represión que no tiene razón de ser.

    Gracias por comentar!

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  3. Carlos Gutiérrez20 de mayo de 2010, 19:16

    Excelente artículo, no me queda nada mas que agregar.

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  4. ¡Gracias Carlos! Espero verte por aquí con frecuencia.

    Saludos.

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  5. En cualquier caso lo importante del cristianismo es el Amor. Conozco parejas que viven juntas sin haberse casado pero están comprometidas como si fueran un matrimonio, Son fieles el uno con el otro y viven como si estuvieran casadas. Pero el Matrimonio en sí es algo bueno porque es un compromiso social de que vas a entregar tu vida a la otra persona. Es un compromiso de que quieres vivir y envejecer con esa persona. Por supuesto que habrá matrimonios que están viciados y que no son por amor. Y antiguamente habría matrimonios de convivencia. Pero por qué no fijarse en tantos matrimonios que han envejecido y sido felices hasta la vejez superando todo tipo de crisis y al final han entregado la vida el uno al otro y eso les ha hecho felices.

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  6. Esto es lo que dicen los que han perdido los valores morales "la convivencia antes del matrimonio", dicen que son felices, pregunto Acasó eso da felicidad?, claro aparentemente felicidad momentania, después atrevete a las consecuencias, acaso esas personas psicológicamente estan bien?. hoy en día eso es lo que pasa en nuestros paises, y es por eso que la sociedad ha decaido, y muchos padres se lamentan por esto. Timepos posmodernos, sin valores, todo es hedonismo, si es so te hace sentir placer hazlo, que mal, sin pensar en su futuro, camino hacia la muerte. Cristo ofrece vida y vida en abundancia y la verdadera felicidad, pruévalo en tu vida y veráz.

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