martes, junio 29, 2010

La iglesia quiere debatir con ateos (traducido al español)

Debido a que no había encontrado esta noticia traducida íntegramente al español, decidí hacerlo yo mismo. El resultado me sorprendió, pues me di cuenta que el título había sido mal traducido en todos los sitios que se referían a esta. En vez de debatir, el título se traduce mejor como: “El Vaticano quiere llegar a los ateos”, “El Vaticano quiere alcanzar a los ateos”, “La iglesia quiere llegar a los ateos”, “La iglesia quiere alcanzar a los ateos”, o peor aún “La iglesia quiere tender la mano a los ateos” ó “El Vaticano quiere tender la mano a los ateos”. El término inglés reach out hace referencia a alcanzar algo con la mano. En este sentido, el Vaticano pensaba en “tender la mano” hacia estos impíos y pecadores que somos los ateos, en un gesto que combina conmiseración austera, lástima morbosa (que les sirve para satisfacer su ego) y un pesado aire de arrogancia y altivez típico de aquellos que pretenden conocer la última realidad; en lugar de un sano y enriquecedor debate donde se encuentren las figuras más preparadas y representativas de ambos bandos.

Como se puede observar en esta noticia, su objetivo no es el debate ni el intercambio de puntos de vista bajo un marco de respeto, tolerancia y honestidad intelectual; sino simplemente comenzar una nueva evangelización, como ellos mismos reconocen. No es para nada algo de lo que enorgullecerse, tampoco es un avance en las relaciones entre la iglesia Católica y el ateísmo. Para ellos, éste sigue siendo un gran problema, un pecado mayúsculo e imperdonable contra su dios y el espíritu santo, el cual no están dispuestos a tolerar. Tanta es su intolerancia que mientras ellos piensan enviar a los mejores teólogos del catolicismo, no piensan invitar a los mayores exponentes del ateísmo, haciendo de este evento una forma solapada (aunque no tanto, pero sí muy sinvergüenza), burda e injusta de atraer “ateos para Cristo”.

Esta es otra de las muchas afrentas del Vaticano hacia los ateos, a los que considera como personas de segunda clase, pecadores sujetos a la voluntad de una miríada de indemostrados seres sobrenaturales gobernados por un maléfico soberano el cual se revela extremadamente torpe (pues solo causa sarna y voces en tu cabeza), incapaz y absolutamente imaginario.  Invito a todos los que me leen, los cuales no se si son pocos o muchos, y en general a todos los ateos del mundo a no ir a esas prédicas, las cuales siendo mal llamadas debates, no alcanzan los requisitos mínimos para ser consideradas diálogos racionales. Lo mismo vale para los agnósticos, los cuales si bien no son militantes en su pensamiento sí deberían ser selectivos a la hora de escoger sus batallas, sus amigos, y con quién perder un poco de saliva. El perder tiempo nunca es bueno, y si no se va a sacar nada positivo, peor aún.

A continuación, mi traducción de la noticia, tomada de aquí:


Juzguen ustedes mismos.

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El Vaticano está planeando una nueva iniciativa para llegar a los ateos y agnósticos en un esfuerzo por mejorar la relación de la iglesia con los no creyentes. El Papa Benedicto XVI ha ordenado oficialmente crear una nueva fundación donde se animará a los ateos a encontrarse y debatir con algunos de los mejores teólogos de la Iglesia católica.  
 
El Vaticano espera organizar una serie de debates en París el próximo año. Pero los incrédulos militantes que esperen una oportunidad para poner a las mayores figuras de la iglesia frente al tema de la existencia de Dios serán defraudados: la iglesia ha advertido que ateos con altos perfiles públicos como Richard Dawkins y Christopher Hitchens no serán invitados.  
 
El "Atrio de los Gentiles", como la fundación es conocida, está siendo preparado por el Concilio Pontificio para la Cultura, el influyente departamento Vaticano encargado de fomentar buenas relaciones con los no católicos. Fue fundado por el Papa Juan Pablo II en 1982 para encabezar sus esfuerzos por crear un mejor diálogo con otras culturas y fes, incluyendo a aquellos sin religión alguna.  
 
Hasta hace poco, el Papa Benedicto había mostrado menos entusiasmo por el tipo de ecumenismo de brazos abiertos favorecido por su predecesor. En los últimos cinco años, la relación del Vaticano con otras fes se ha minado severamente siguiendo una serie de exabruptos del pontífice actual, incluyendo un discurso sobre el Profeta Mahoma que disgustó a los musulmanes y la reintegración de un obispo excomulgado que niega el Holocausto, lo cual minó severamente las relaciones católico-judías.  
 
La iglesia también es consciente que su reputación ha sufrido enormemente bajo la mirada de los ateos que siguen la explosión de los escándalos sexuales por parte del clero que estallaron en Europa Occidental a comienzos de este año y que se extendieron por todo el globo.  
 
Hasta el reciente cambio de actitud del Papa acerca del escándalo de abuso sexual, dónde admitió que los pecados de la iglesia eran culpables por el abuso, el ala dura del Vaticano insistió en que los alegatos eran grandes "habladurías mezquinas" que han sido incitadas por los enemigos seculares de la iglesia. 
 
Pero en una entrevista con el Registro Católico Nacional, el Arzobispo Gianfranco Ravasi, presidente del Concilio Pontificio para la Cultura, dejó en claro que él no estaría dispuesto a dar una plataforma a ciertos ateos prominentes. 
 
La fundación, dijo él, sólo estaría interesada en el "ateísmo noble o el agnosticismo, no en el de tipo polémico – así como no en esos ateos, tales como [Piergiorgio] Odifreddi en Italia, [Michel] Onfray en Francia, [Christopher] Hitchens y [Richard] Dawkins."

Tales ateos, añadió, sólo ven la verdad con "ironía y sarcasmo" y tienden a "interpretar los textos religiosos como fundamentalistas." 
 
En un discurso a la Curia Romana en diciembre pasado, el Papa aludió en primer lugar a sus planes para llegar a los ateos.  
 
"Nosotros, como creyentes, debemos tener en el corazón incluso a esas personas que se consideran agnósticos o ateos," dijo. "Cuando hablamos de una Nueva Evangelización, estas personas quizás son tomadas desprevenidamente. Ellos no quieren verse a sí mismos como el objetivo de una misión o renunciar a su libertad de pensamiento y de decisión. La pregunta de Dios todavía permanece presente aún para ellos, aún si no pueden creer en la naturaleza concreta de su preocupación por nosotros." 
 
Hay fuertes indicios emanando fuera de Roma de que el pontífice de 83 años también piensa crear un nuevo ministerio apuntado a los católicos de Occidente que han caído en prácticas erróneas para que se vuelvan hacia la interpretación más tradicional patrocinada por Benedicto y sus compañeros conservadores.  
 
La Agencia Católica de Noticias dice que el Concilio Pontificio para la Nueva Evangelización estará "apuntado a devolver el Evangelio a las sociedades Occidentales que han perdido su identidad cristiana."

Dudas y objeciones contestadas sobre el argumento de la probabilidad nula (II)

La segunda objeción al argumento de la probabilidad nula es en realidad una objeción al argumento ontológico. Esta objeción dice que definir a Dios como necesario tiene muchos problemas. Estos serían principalmente tres: Primero, que el término “necesario” aplicado a los seres es cuando menos sospechoso, en especial porque el propio término no se ha probado válido cuando no sea para proposiciones analíticas o tautologías, por lo que en otros casos no tendría significado. Segundo, que definir a un ser como necesario es una cosa, y que lo sea es otra. Tercero, el que un ser sea definido como necesario no implica que su existencia lo sea, ya que una cosa no tiene nada que ver con la otra.

Antes que nada, hay algo que debe ser dicho acerca de esta objeción a mi argumento: Que en realidad esta objeción no lo afecta tanto como al argumento ontológico. Evidentemente si este último no es cierto, mi argumento no tendría un campo de acción. Pero en mi argumento asumo el argumento ontológico como tal, siendo consciente de sus contradicciones, lo cual es consistente con una reducción al absurdo, que es exactamente lo que pretendo hacer. Así que partiendo de allí no hay ni mala voluntad ni falacia alguna de mi parte, pues una asunción se puede hacer sin necesidad de que aquello asumido sea verdadero o real. Ahora sí, tratemos parte por parte la objeción:


1. El término “necesario” aplicado a los seres es cuando menos sospechoso

Este término es correctamente aplicado en las proposiciones analíticas, pues se deduce que no podrían ser de otra forma. Por ejemplo la proposición “Los animales racionales son animales” en una de este tipo. Se entiende que la negación de esta solo podría darse mediante una contradicción manifiesta, la cual sería lógicamente imposible.

En otro contexto, la palabra “necesario” se refiere a todo aquello que no puede o no podría no ser. Así como las proposiciones analíticas no pueden no ser ciertas, todo aquello necesario no puede no ser, y por ende tampoco no puede no existir. Pero al decir esto se recae en tres subproblemas: a) Que no hay razón para aplicar el término necesario a ente alguno; b) que no hay razón para pensar que ente alguno deba ser necesario; y c) que no hay por qué pensar que exista o pueda existir un ente necesario. Veamos brevemente todos estos puntos antes de pasar al segundo problema:

a) No hay razón para aplicar el término necesario a ente alguno: No es compresible ni justificable la aplicación del término “necesario” a algo diferente a una proposición analítica, porque solo se ha demostrado efectiva en este caso. Quien diga que sí es posible usar este término en casos diferentes es quien tiene la responsabilidad de probarlo, no quien lo niega frente a la falta de pruebas. Aunque este no fuera el caso, y se diera la posibilidad lógica de aplicar este término a un ente, no hay razón para pensar que en la práctica esto debería darse, pues muchas cosas que en teoría son posibles en la práctica no lo son. Tampoco hay razón para pensar que el ente al que se pueda aplicar este definición sea un ser. Existe una diferencia entre ente y ser, e igualar ambos términos lo único que consigue es hacer ambigua cualquier definición y abstraer el diálogo hacia la esfera de lo incomprensible.

Otra razón para descartar la aplicación del término “necesario” en los seres es el punto B, el cual explico a continuación.

b) No hay razón para pensar que ente alguno deba ser necesario: Como hemos visto, “necesario” se refiere a todo aquello que no puede no ser. En las proposiciones analíticas se comprende el porqué no pueden no ser. Sin embargo, no hay razón para pensar que a los seres se aplica lo mismo. En nuestra experiencia, todo ser y en general todo ente puede o no existir. La única excepción es la materia, que se convierte en energía y viceversa según la termodinámica. Pero todo ente formado de materia puede ser o no ser. No hay evidencia de que existan o deban existir entes materiales necesarios. Es más, hay pruebas de lo contrario. Ya que el universo tuvo un comienzo, los entes materiales también, ergo no pueden ser necesarios. Tampoco la materia estrictamente hablando, pues se deriva de la energía primigenia. La energía sería no único necesario, y por tanto eterno. Pero ¿Qué sucede con los entes extrauniversales o metauniversales? Ciertamente no se pueden aplicar nuestros conceptos ni nuestra lógica a lo que desconocemos. Y qué cosa más desconocida que aquello que no forma parte de nuestro universo. Cierto pero...no en realidad. Decir lo anterior implica muchas asunciones injustificadas:

Primero, que exista algo “fuera” de nuestro universo, o por lo menos ajeno a este. Esto requeriría demostrar que nuestro universo no es lo único existente, cosa que quien cree en lo sobrenatural no hace, por lo que comete las falacias de petición de principio, demostración en círculo, y en especial la de premisa indemostrada.

Segundo, el que no se puedan aplicar nuestros conceptos ni lógica a lo metauniversal se deriva de que no podemos decir nada de lo desconocido, so pena de quedar como inconsecuentes y sofistas (en el peor de los casos) o como espeluznantemente ingenuos (en el mejor de ellos). Tampoco podemos aplicar nuestro conocimiento a lo metauniversal ya que el mismo se deriva de nuestra experiencia y vida en el plano material, por lo que todo lo que conocemos sería inapropiado para definir o comprender una realidad no material. Ante este punto hay dos opiniones: Una dice que sí podemos comprender lo extrauniversal, sea que nos refiramos a una realidad física pero inaccesible o a una realidad espiritual. La otra dice que efectivamente no podemos comprenderlos, por lo que tampoco podemos descartar la idea de Dios. Estos dos pensamientos admiten que estas realidades extrauniversales afectan el mundo físico. Sin detallar mucho, estos conceptos también tienen serias fallas. La del primero consiste en que si en realidad podemos comprender dichas realidades, y efectivamente afectan nuestro universo, no hay excusa para que no puedan ser científicamente probadas, ya que todo aquello que afecta a un ente físico debe ser de naturaleza física para poder afectarlo. Si alguna realidad extrauniversal puede afectar el universo tiene que ser física o compatible (convertible) a energía física. El problema consiste en que hay creyentes afirman que su Dios (ente necesario por excelencia) no puede hallarse ni abarcarse mediante el conocimiento humano ni la ciencia (lo que contradice que estas realidades puedan comprenderse o describirse). Otros dicen que sí es posible, y crean fundaciones para ello, como el instituto Discovery y dan premios como el premio Templeton. Para probar esto se basan en dos puntos: La ciencia creacionista o la del diseño inteligente, que en realidad no puede llamarse ciencia ya que no sigue el método científico; y la revelación, que cae en el campo de lo incomprobable y lo subjetivo, por lo que no sirve como prueba.

El problema es especialmente grave con los primeros, pues al negar que el hombre pueda comprender a Dios están siendo inconsecuentes. Inconsecuentes porque admiten la revelación como única vía de conocer a Dios, al igual que los creyentes que afirman que la ciencia y la revelación pueden probar a Dios. Esta inconsecuencia se da porque primero niegan al hombre dicho conocimiento, y luego se contradicen afirmando que es posible mediante una revelación sobrenatural. Pero se equivocan, pues dicha revelación extrauniversal se comprende con el conocimiento humano, cosa imposible habiendo negado antes dicha posibilidad (lo material comprendiendo lo extrauniversal). También son inconsecuentes con el concepto de prueba, que debe ser apropiada para lo probado, cosa que no cumplen pues la revelación es netamente personal y subjetiva, y una prueba para ser considerada como tal debe ser objetiva y poder someterse a comprobación. Los creyentes afirman sin base que la revelación es prueba suficiente y adecuada, cosa indemostrada, por lo que cometen nuevamente las falacias de premisa indemostrada y petición de principio.

Tampoco se puede decir que de lo desconocido se deduce que no se puede descartar la idea de Dios. Primero, porque la idea de Dios debe ser probada por los creyentes, prueba sin la cual no es necesario creerles. Recuerden: Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias. Pruebas que llevamos milenios esperando, y que probablemente nunca den. Segundo, que de lo desconocido no se puede decir nada excepto que nada se sabe de él. No se pueden extraer obligaciones ontológicas ni gnoseológicas de lo desconocido, ni tampoco prueba alguna de la existencia de algún dios. Ni siquiera la obligación de tener en cuenta esa idea, pues cuando se dice que nada puede decirse de lo desconocido es literalmente NADA. De lo contrario se estaría argumentando desde la ignorancia, una falacia bien conocida que les es terreno común.

Una última cosa: Aún cuando pueda existir un ser denominado como necesario, no podría decirse que es un ente. Ya que estaría fuera de nuestro universo tenemos dos opciones: O es un ente físico no estudiado por la ciencia pero pasible de serlo, lo que no encaja dentro de la definición de dios alguno y no serviría al creyente para depositar sus sueños y esperanzas del futuro; o es un ser espiritual e incomprensible, por lo que no podría decirse nada de él ni calificarlo de forma alguna con base en nuestro conocimiento, por lo que no podríamos decir que es un ente, ni tampoco siquiera que es necesario, sino simplemente que existe. No podemos decir nada de lo que se puede entender. Esto obviamente no encaja con el modelo religioso que se encarga de recibir e interpretar la voluntad de los dioses como fuente de poder y de orden, ya que un ser del que no se puede decir nada es uno del que lógicamente no se puede decir que nos escuche o se preocupe por nosotros.

c) No hay por qué pensar que exista o pueda existir un ente necesario: Siendo coherentes con los dos puntos anteriores, y viendo que la propiedad “necesario” es algo que no encaja con la descripción de los entes físicos, y que no se puede saber con certeza que encaje en algún ente extrafísico (ni se puede decir con certeza que estos entes existan, ni que puedan ser calificados como entes o de alguna otra forma), se deduce que no es necesario pensar que exista o deba existir algún ente necesario. No hay razón para pensar que los seres deban tener el atributo de necesariedad. Tampoco que algún ente lo tenga. Por lo menos en nuestro universo no existen, y un multiverso así como un plano espiritual que podrían albergarlos son ideas que aún están por demostrase.

La existencia de un ser necesario es un contradicción lógica, pues indicaría que un ser, el cual es un ente complejo, podría existir sin razón alguna. Indicaría que la complejidad, y en este caso la extrema complejidad (pues Dios no podría ser menos complejo que el universo, en existencia potencial o real) pueden darse sin razón, cosa que contradeciría el hecho de que el universo necesite un creador. Si algo complejo necesita una causa, Dios también la necesitaría. Si algo complejo puede existir sin causa, es más fácil que exista el universo (obviamente menos complejo que Dios) que el propio Dios. Lo único necesario para darse cuenta de esto es una pizca de honestidad intelectual. Lamentablemente esta no es una cualidad común en estos días.


2. Definir a un ser como necesario es una cosa, y que lo sea es otra

Puede decirse lo que sea sobre cualquier cosa, pero eso no significa que lo dicho sea cierto. Para ello se requiere pruebas, y solo si estas así lo confirman entonces lo dicho cobrará valor. Dios es definido como un ser necesario, pero eso no significa nada. Es una mera afirmación ad hoc, sin valor por carecer de pruebas. Pruebas de la existencia de Dios, de que existan los seres necesarios y de que Dios sería uno de estos seres. Una cosa es lo que digan los creyentes y otra es la verdad. No hay relación directa entre ambas

Suponiendo que los creyentes lograran demostrar que Dios existe, todavía (en realidad deberían hacerlo antes, pero omitiré ese detalle por ahora, pues tampoco hay que apalearlos tanto y ser tan sádicos como para pedirles el debido proceso) deberían demostrar que lo necesario puede predicarse de los entes, que puede predicarse de los seres (los seres son entes, pero no todo ente es un ser –un cometa por ejemplo, es un ente pero no un ser-) y que Dios es un ser necesario. De lo contrario la definición de Dios nos sería la de los creyentes teístas, pues estaríamos hablando de algo más cercano a un dios óntico que a uno ontológico (usando jerga filosófica).

Un ser descrito es diferente a un ser nombrado. Un ser nombrado ni siquiera puede calificarse como ser. Podría ser solo un ente, y nosotros ni nos enteramos. Tomemos como ejemplo el Potásido Reticulado. De no ser por la palabra “reticulado” no nos podríamos imaginar nada sobre él. Aún así, y como es un nombre, cabe la posibilidad de que la palabra “Reticulado” no tenga nada que ver con su significado etimológico ni con ningún otro. Pero si decimos “El Potásido Reticulado es un ser multidimensional que concede deseos a los puros de corazón, que tiene forma de dragón chino con cabeza de caballo y patas de ornitorrinco” entonces estamos diciendo algo acerca de un ser que puede ser analizado con la ciencia y/o la lógica, y es por tanto una afirmación falsable. Aunque este ser solo pueda ser sostenido por la fe, al igual que el monstruo del espagueti volador, el conceder milagros es una acción que altera el plano físico y que por tanto produce efectos estudiables, por lo que su existencia debe ser física (para poder moverse entre las dimensiones), entre otras cosas. De la misma forma, Dios no puede ser solamente un ser nombrado, sino que debe ser un ser descrito si se pretende que se crea en su existencia. Y es precisamente su definición la que lo mete en problemas, pues la misma viola todas las leyes de la física y el sentido común, así como también es autocontradictoria e internamente inconsistente.

A veces me gustaría preguntar ¿Cómo es posible que los creyentes tengan es descaro (sí, descaro, pues esa es la palabra apropiada cuando se sostiene algo porque sí y se afirma sin pruebas) de decirnos que su dios es necesario, sin ponerse a pensar que eso requiere una cadena de demostraciones tan larga que no se acabaría de probarlas ni aún llegado el día del juicio? Según ellos, es por revelación (fideísmo) y/o análisis lógico (Tomás de Aquino et al). Aquí cabe preguntarse dos cosas: Primero ¿Es la revelación prueba válida de algo, y más aún de la existencia de Dios (tema que según ellos tendría el máximo valor)? ¿Es algo tan frágil y subjetivo como una revelación, experiencia exclusivamente personal y subjetiva, y tan fácil de malinterpretar y manipular (esto lo afirman incluso los creyentes, pues consideran que no toda revelación es verdadera, y no toda viene de Dios), prueba suficiente de Dios, que según ellos sería la última realidad y mayor verdad existente jamás? Si se da una respuesta positiva, se está recayendo en una contradicción, pues la revelación como tal sería un evento sobrenatural, y lo sobrenatural es (según la fe) en esencia incomprensible por completo para el hombre.

Segundo ¿Es el análisis lógico prueba real de algo? La lógica básicamente sirve para encontrar la relación entre las cosas. Es especialmente útil en las ciencias formales, que estudian las formas y los conceptos abstractos creados por el hombre, los cuales no tienen referente fáctico. Puede señalar la verdad o falsedad de un constructo, así como hacer muchas otras cosas, pero solo en el marco teórico. Lo que no pueden hacer es decir algo acerca de la realidad física, a menos que se los ponga al servicio de la ciencia en un marco teórico específico.

Sea la lógica capaz o no de probar algo, hay cosas que sí puede hacer. Todo aquello que no posee referente fáctico es susceptible de ser tratado por la lógica, y las conclusiones que de allí se desprendan pueden darse como válidas al 100%. Esto no puede hacerse con todo, pero lo bueno es que cuando puede hacerse se evita perder el tiempo en investigaciones baldías e ilógicas por naturaleza. Ejemplo de esto sería la investigación de la existencia del monstruo del espagueti volador o del Potásido Reticulado. Son ilógicos, sin referente fáctico, ergo conceptos falsos e inservibles (aunque no tanto, ya que sirven como divertimento ocioso). Lo que muchos no entienden es que pasa exactamente lo mismo con Dios.

¿Puede decirse que el análisis lógico basado en el valor intrínseco de las premisas (y no en su relación lógica) de un resultado verdadero y válido, siendo estas premisas falsas y/o indemostradas? Evidentemente no. Aunque de premisas falsas puedan emerger conclusiones verdaderas, esto se debe a que la conclusión no deriva de la verdad de las premisas, sino de la relación entre las mismas. Tomando en cuenta el valor de las premisas, no hay forma en que pueda decirse que de algo falso surja algo verdadero. Es una cuestión de sentido común y de honestidad intelectual. La fe es una premisa indemostrada, ergo falsa hasta que se demuestre lo contrario. Siendo así, una conclusión racional que emerge de una premisa irracional no puede llegar a producir verdad alguna. Sin embargo, este es el proceso que tomaron los padres de la iglesia cuando idearon los argumentos intelectuales a favor de la existencia de Dios. Con la fe como axioma (que es peor que una premisa indemostrada) fueron construyendo sus argumentos, los cuales tenían una grave falla inicial que nunca se molestaron en eliminar o justificar: Dios como fuente de su fe, y la fe en su existencia como axioma de sus argumentos. El que tengan como fuente la conclusión que pretenden demostrar, así como presuponer dicha fuente como verdadera es incurrir en las falacias de demostración en círculo y premisa indemostrada (en este caso axioma indemostrado). Ya que no dicen que esta es la fuente de su proceder ni su premisa máxima, también faltan al principio de audiatur est altera pars. Y como sus premisas (todo debe tener una causa, nada puede originarse solo, el universo debe tener una causa -no fenomenal-, todo ello sin demostrarlo) son tan indemostrables e increíbles como lo que pretenden probar (la causa es un ser que contradice todas las leyes de la física, entre otras cosas) también incurren en una petición de principio. Casi siempre caen en las mismas falacias, siempre de la misma forma.


3. El que un ser sea definido como necesario no implica que su existencia lo sea

Este último punto es muy importante. La definición de un ser no tiene nada que ver con la definición de su existencia. La existencia como tal no es una propiedad de un ser, sino una descripción de su estado. Además, el que un ser sea de determinada forma y tenga determinados atributos no significa que su existencia deba tener estas características. De lo contrario se estarían asignando las propiedades a un ser a algo que ni siquiera puede ser calificado como ente. La existencia ni es un ente ni es un ser, por lo que no puede tener las propiedades atribuidas a los mismos. Esto sería hacer una personificación o cosificación injustificada e ilegítima, de la cual no se podría decir nada verdadero.

El ejemplo que usaré esta vez es el de un judío, comparándolo con Dios. De este último se dice que su existencia es necesaria pues es un ser definido como necesario. Osea, como es necesario debe existir necesariamente, su existencia debe ser necesaria. Así, una persona puede ser definida como judía, de la misma forma en que Dios es definido como necesario (atributos de un ser). Ya que, por ser Dios un ser necesario su existencia debe serlo también, podríamos decir que, ya que la persona es definida como judía, su existencia debe serlo también (atributos asignados a su existencia). Pero así como una persona judía puede vivir su vida sin que en la misma se deba tener en cuenta este detalle, y su existencia llegue entonces a ser igual a la de cualquier otro, también la definición de Dios no tiene nada que ver con su existencia, que podría (en caso de que pudiera existir) ser como la de un ser contingente. Un ejemplo de este tipo de judío es Albert Einstein, nacido judío, pero de ideología casi deísta.

Como dije antes, el que un ser sea definido como necesario no significa que su existencia lo sea. Si alguien opina lo contrario, debe demostrar que a la existencia se le pueden asignar propiedades y atributos propios de los seres, además de todas las otras demostraciones sobre Dios y lo necesario escritas mas arriba.

Por último, un ser necesario que se presente como posibilidad no puede serlo, ni mucho menos su existencia. La existencia de un ser necesario no puede tener mas que una posibilidad siempre positiva, por lo que el hecho de que exista un momento en que su posibilidad fluctúe entre lo positivo y lo negativo, aunque no fuera suficiente para negar que sea necesario (aunque sí lo es, pues dicha fluctuación es una característica única de los seres contingentes, ya que un ser necesario por definición no puede no existir, ni siquiera en la posibilidad) bastaría para negar que su existencia lo fuera.

Este texto pretende demostrar que, si bien en sí esta objeción no lo es tanto a mi argumento como al ontológico en sí, deja en claro que pueden haber dos líneas de pensamiento: Por un lado, asumir los conceptos del argumento ontológico y reducirlos al absurdo; y por el otro, socavar los mismos principios ontológicos del argumento y rechazarlo éste de antemano. Sea usando una objeción lógicamente anterior o posterior, en la práctica el resultado es el mismo.

martes, junio 22, 2010

Dudas y objeciones contestadas sobre el argumento de la probabilidad nula (I)

Luego de pensarlo por un rato, llegué a la conclusión de que mi argumento tiene dos pequeños problemas. Más que problemas en realidad los llamaría malas interpretaciones o dudas, pues una comprensión profunda del mismo junto a un seguimiento diligente de la conclusión de las premisas sería suficiente para deducir a partir del mismo lo que voy a exponer en breve. Uno de los problemas es del orden de los axiomas o asunciones, el otro es del orden de las conclusiones que se extraen del argumento mismo. El primero se trata del problema de asumir el atributo de necesariedad de Dios como tal y la relación del mismo con su existencia. El otro trata de la refutación al argumento ontológico el cual parece algunas personas son incapaces de comprender, por lo que insisten de forma extraña, retorciendo mi argumento para que, con la fuerza de la dialéctica más maliciosamente astuta, diga cosas que en realidad no dice si se deducen correctamente de él. Normalmente comenzaría desde el principio y atacaría la objeción axiomática, pero hoy comenzaré desde el final, por parecerme que ésta objeción es la más interesante por ser la más utilizada por los creyentes. En es la primera entrega de dos, aunque si surgen más objeciones puede que sean mas de dos.

La objeción al argumento de la probabilidad nula que proviene del mismo argumento ontológico se forma a partir de la conclusión del mismo: Dios debe tener ó 0% ó 100% de probabilidad de existir; y de no tener el 100% (así como tampoco cualquier cifra mayor a 0 y menor a 100, pues esto indicaría que es un ente contingente), ergo lo único razonable de acuerdo al argumento es que la probabilidad Dios sea de 0%. Quien lo lee y no lo comprende puede pensar que este razonamiento también puede fluir al revés: Que siendo Dios un ser con una probabilidad mayor a 0%, y no pudiendo ser su probabilidad X cuando es mayor a cero y menor a cien, ergo Dios debería tener una probabilidad de 100%, lo que va de acuerdo al argumento ontológico y en teoría desarmaría mi objeción.

Lamentablemente el razonamiento anterior está viciado y es falso. Demostraré por qué: Primero, para que la objeción a mi argumento sea válida debe demostrarse que asumir que la probabilidad de Dios debe ser del 100% y que no la tiene, para luego aplicar una deducción partir de ahí, como hago en mi argumento, es igual a hacerlo asumiendo que Dios simplemente tiene más del 0% de probabilidad. Segundo, debe demostrarse que construir un probabilidad progresiva (desde 0 hasta 100) tiene preeminencia lógica sobre una probabilidad regresiva (de 100 a 0). Cuando hablo de preeminencia lógica me refiero a cuál es lógicamente más tardía o más temprana. Daré un ejemplo: Quien afirma a Dios y quien lo niega. Quien niega hasta prueba en contrario (negación escéptica o de instancia cero) está en una posición lógica anterior al que afirma algo (afirmación en primera instancia). El que afirma está en la posición lógica más tardía, pues su pensamiento ha tardado más en completarse al tener en cuenta factores que considera pertinentes. El que afirma tiene (o se supone que debe tener) en cuenta la posición cronológicamente anterior a la suya, y en casi todos los casos partir de la misma (para llegar a creer en Dios se debería partir de la imparcialidad, osea del escepticismo, para tener una posición informada). Para fines prácticos y para este ejemplo, siempre se parte de la posición escéptica, sea ésta mas fuerte o débil de acuerdo a la personalidad de cada quien. Este escepticismo se da de dos maneras: Cuando un padre cría a su hijo sin preconceptos sobre una idea o comportamiento, y luego el hijo sopesa el mismo para aceptarlo o no; o cuando un niño se encuentra por primera vez con una idea, la cual puede aceptar o no de acuerdo a la información que posea, su capacidad de raciocinio, su edad mental y la influencia externa (padres, familia extendida, amigos, etc.). En el caso de la creencia en Dios, al primer comportamiento se le clasificaría como ateísmo negativo (se niega a Dios pero no se afirma su inexistencia), agnosticismo o simplemente escepticismo, mientras que al segundo se lo denominaría ateísmo privativo (no se cree en Dios porque se lo desconoce). En ambos casos no se cree hasta que se presenten motivos, los cuales pueden ser pruebas físicas, lógicas, argumentos emocionales o simplemente imposición de la familia por medio de la tradición o el instinto de aceptación grupal (los dos últimos casi siempre se aplican a los niños, a quienes se les inculca la creencia, pero también puede suceder en adultos).

Volviendo al tema, quien se basa en una idea previa explícita o implícitamente para exponer una propia es quien tiene en sus manos una construcción lógica posterior. Al anegar la nueva idea a la anterior, ésta tiene en teoría la posibilidad de demostrar su falsedad o veracidad. No puede darse el caso inverso pues la idea original no fue concebida previniendo que pudiera nacer una idea específica. Cuando mucho podría dar explicaciones a casos generales y a uno que otro caso específico, pero no a todos. En el caso de la creencia en Dios, el escepticismo por sí solo puede derribar la creencia en Dios si y solo si ésta no se justifica apropiadamente, entendiéndose por justificación apropiada en este contexto a aquello que por lo menos tenga coherencia interna y se atenga a la lógica y a las leyes científicas. Dado que los argumentos a favor de la existencia de Dios no han cumplido esta regla lo más lógico es negar a Dios. Pero debido a los muchos casos en los que la gente cree sin pruebas; y a que ciertos argumentos producen paradojas de acuerdo al estado temporal de nuestro conocimiento así como abusan del desconocimiento para afirmar a Dios, se hace necesario recurrir a argumentos ateos o de negación en primera instancia, los cuales, si nos atenemos estrictamente a la lógica no sería necesario que existieran, en la práctica son extremadamente útiles para dilucidar las falacias y errores en que incurren los creyentes en lo sobrenatural y, en última instancia, en Dios.

Voy a tratar ahora los dos puntos de la objeción ontológica. Primero, como dije antes, se debería probar que partir del 100% es igual que partir del 0% y un poco mas. Evidentemente eso no es así, y quien lo afirme debe probarlo. Una de las razones para decir que no es así, aparte de que 0 y 100 son obviamente diferentes, está conectada directamente con el segundo punto de la objeción. No puede ser igual porque se trata de dos momentos lógicos diferentes. Mientras en uno se parte del 100% (momento lógico posterior, por ser el clímax y el objetivo de la demostración ontológica), en el otro se parte de poco más del 0% (momento lógico anterior y comienzo de la demostración basada en el argumento ontológico). Al tratar con el aserto lógicamente más tardío se incluye también al anterior, por lo que el razonamiento resultante tiene más peso ontológico y mas valor a la hora de usarlo como demostración.

El problema de la objeción al argumento de la probabilidad nula es el siguiente: Cuando se asume que Dios tiene ó 0% ó 100% de probabilidad y no puede tener otra, so pena de no cumplir con su propia definición (pues sería A y no A al mismo tiempo, violando así el principio de identidad y haciendo imposible al ente en cuestión -pues no podría ser contingente y necesario al mismo tiempo y mantener su definición de omnipotente, omnipresente y omnisapiente-), y se parte desde el 100% de su probabilidad para empezar la deducción se sabe DE ANTEMANO que Dios puede tener 0% ó 100% de probabilidad, y que de tener otra sería o inexistente por reducción a cero de su probabilidad o inexistente por incompatibilidad entre su definición y la de contingencia. Así, aunque nunca pueda usarse todo el espectro de probabilidades para asignarlo a su existencia, si se lo puede usar para razonar sobre la misma. En cambio, partiendo desde poco más de 0, lo único que podemos saber es que su probabilidad no es nula, lo que no nos deja saber si efectivamente llega al 100%. Al no saberlo, no podemos usarlo como coto máximo del espectro, pues de lo contrario estaríamos actuando desde la ignorancia, cosa que hacen los creyentes al asumir que Dios puede tener probabilidad del 100% sin antes probarlo. Véase que existe una diferencia entre que algo pueda tener una probabilidad del 100% (posibilidad de probabilidad completa) a que efectivamente tenga dicha probabilidad (demostración propiamente dicha).

Al decir que Dios tiene o puede tener una probabilidad mayor a 0 (omitiré la diferencia anteriormente expuesta por fines meramente didácticos) lo único que se dice es que no tendría probabilidad nula. Basados únicamente en eso jamás se podría decir que Dios puede llegar a tener el 100% de probabilidad. Esa es una diferencia importante entre partir del 0% (argumento ontológico renovado contra mi argumento de probabilidad nula) y partir del 100%. Aún aceptando que Dios solo pueda, como ser absoluto, tener ó 0% ó 100% de probabilidad e intentando desde allí contradecir mi argumento, el asunto sigue igual pues no se puede asumir de ninguna forma que esa probabilidad mayor a 0 sea con certeza 100. No es algo seguro, a lo mucho una posibilidad, pero un ser absoluto y necesario no puede tener 100% de probabilidad “posiblemente sí o posiblemente no”, ya que eso contradice la premisa que los seres absolutos y necesarios deban tener únicamente ó 0% ó 100% de probabilidad.

En resumen: Decir que Dios tiene probabilidad mayor a cero no implica que tenga necesariamente el 100%. Esto se traduce en que, basándose en esto, no se podría destruir el argumento de probabilidad nula, pues éste tiene en realidad 3 posibilidades:

1. Que Dios tenga 100% de probabilidad, y por que tanto exista.
2. Que tenga 0% de probabilidad, y que por ende no exista.
3. Que tenga menos de 100 pero más que 0. En este caso la decisión se bifurca en:
    3.1. Dios no podría existir pues un ser con este porcentaje forzosamente es contingente, y:
           3.1.1. Dios no es ni podría ser contingente, pues eso contradice su definición, por lo que su idea y su existencia se hacen imposibles.
           3.1.2. Ningún ser contingente puede ser a la vez necesario y absoluto, ni ser todopoderoso. Ningún ser contingente cabe o podría caber en la definición de Dios, ergo Dios sería inexistente.
    3.2. Como la probabilidad de Dios no puede ser X cuando tenga menos de 100 pero más que 0, y tampoco puede ser 100, por descarte su probabilidad debe ser del 0%.

Decir que Dios tiene más de 0% de probabilidad solo abarcaría los puntos 2 y 3 del argumento, por lo que no podría afirmarse desde allí la existencia de Dios.

martes, junio 15, 2010

Argumento de la probabilidad nula

En muchas ocasiones se dice que el ateismo existencial es una ideología que, al contrario que el ateismo esencial, es incapaz de negar por completo la existencia de Dios, pues de lo más que se puede hablar es de probabilidades. Aún con una probabilidad extremadamente pequeña de que Dios exista, se está dejando espacio para el “Dios de los agujeros” (God in the Gaps), que es como se conoce al resultado de la objeción existencial: Se elimina a Dios de casi todos los campos de acción, excepto de los que nuestro conocimiento científico aún no ha conquistado. Esto deja la puerta abierta a numerosas interpretaciones del ateísmo, comparándolo con el agnosticismo, e incluso con un dogma de fe.

Es cierto que desde el punto de vista científico nada puede afirmarse o negarse al 100%. Pero esto no es necesario, ya que las hipótesis, teoría y leyes científicas trabajan con axiomas y asunciones, y en la práctica esto es lo único que necesitan para construir modelos altamente fiables de la realidad. Pero siendo puntuales, casi nunca (pues a veces sucede, aunque sea en raras ocasiones) se puede afirmar algo o negarlo con el 100% de seguridad. Este margen de error, que normalmente no suele superar el 5%, es de lo que se agazapan los creyentes de toda índole y muchos agnósticos acérrimos para decir a los ateos que no es posible negar a Dios, pues podría darse el caso de que ese porcentaje que desconocemos pueda albergarlo. Así, exigen a los ateos que dudan de esta idea pruebas que demuestren la inexistencia de Dios y/o demuestren que ese vacío de conocimiento no alberga o puede albergar a Dios. Extrañamente puede darse el caso de que quien “someta a juicio” al ateo sea un creyente, un agnóstico e incluso otro ateo, ya sea de tipo esencial, o incluso de tipo existencial que no apruebe que se deseche la idea de Dios.

Esta afirmación puede combatirse por varios flancos: Primero, resaltar que están hablando desde la ignorancia. Ya que no hay ninguna razón para creer que Dios pueda estar en el 5% desconocido, y no cualquier otra cosa o incluso nada, se está cometiendo la falacia de argumentum ad ignorantiam. Segundo, y acorde a lo anterior, se cometen también las falacias de petitio principii (petición de principio, pues la premisa que pretenden demostrar es tan cuestionable como las conclusiones alcanzadas, y en general como todo el razonamiento) y la de circulus in demostrando (demostración en círculo o prueba circular, ya que el creyente asume aquello que pretende demostrar –la existencia de Dios-). Tercero, se comete la falacia de invertir la carga de la prueba, pues quien debe probar la existencia de Dios es el que lo afirma y no quien lo niega, sea mediante una negación explícita (negar la existencia de Dios) o una afirmación que implica una negativa (afirmar la inexistencia de Dios a falta de pruebas). Asimismo, no hay razón alguna que dé derecho al creyente a asumir la existencia de Dios, pues eso es precisamente lo que se pone en cuestión y lo que debe demostrar. Recuerden: Ante afirmaciones extraordinarias, pruebas extraordinarias.

Lo más extraño ocurre cuando es otro ateo el que cuestiona. Los ateos únicamente esenciales afirman que solo se puede negar la existencia de Dios mediante previa negación de su esencia, y que cualquier intento de negarlo desde su existencia está condenado al fracaso, pues solo se juega con probabilidades, lo que ante un ser necesario es ridículo (pues tendría que existir necesariamente, sí o sí). Asumiendo sin base el argumento ontológico, lo aplican al problema de la existencia de Dios, deduciendo con base en él que si es posible, su existencia es necesaria. Llegan a la misma conclusión que los padres de la iglesia, lo cual no deja de sorprender viniendo que quienes se dicen incrédulos. Demás está decir que ellos tampoco tienen el derecho de asumir sin probar adecuadamente, así sea como ellos dicen “para posteriormente triturarlo”. Ellos, al igual que los creyentes, cometen las falacias de demostración en círculo y petición de principio. También la de non sequitur, pues de que un ser se predique (ojo, no que sea, pues esto requiere demostración) necesario y absoluto no se sigue que efectivamente lo sea, como tampoco que deban existir sin opción alguna mientras haya posibilidad de tal hecho (pues lo posible y lo necesario no tienen una relación explícita hasta prueba en contrario). Siendo estrictos, tampoco se podría decir que un ser así es posible y/o probable, pues siendo no material no se puede decir que sus características puedan ser definidas por nuestro lenguaje e ideas, que solo están preparados para describir y definir entes materiales. Esto es aceptado por los jerarcas y los fieles de todas las iglesias del mundo, los cuales afirman que su deidad o deidades son inabarcables por el conocimiento humano, ergo incognoscibles en última instancia. Así, a fin de cuentas no podría decirse que Dios es posible, con lo que la objeción del ateísmo esencial se cae, al igual que las creencias fideístas. Y con más fuerza caen estas últimas, pues aunque fuera posible comprender una pequeña parte de Dios, no sería nada en comparación e lo que no sabemos de él, que vendría a ser inconmensurable. Esto se prueba así: Abarcar una cantidad finita de conocimiento de un objeto de conocimiento infinito daría como resultado desconocimiento infinito del objeto mismo (infinito menos finito=infinito). De esta manera, no sería posible dar una definición clara de Dios, por lo que tampoco podría afirmarse su existencia, sea de la forma que sea.

Todo lo dicho con anterioridad nos servirá como referente a la hora de evaluar el argumento que les presentaré a continuación. Es una creación original mía, con la cual pretendo dotar al ateo existencial de un arma poderosa a la hora de hacer frente a los cuestionamientos de creyentes, agnósticos y ateos esenciales; y demostrar de una vez por todas que el ateísmo existencial en una vía válida para quien desee negar a Dios con una seguridad del 100%, cosa que todos los mencionado niegan. Comencemos ya.


Axiomas:

1) Se aceptan para efectos didácticos el argumento ontológico, el ateísmo esencial y el existencial y la idea de Dios. Como tal, se aceptan también los conceptos de absoluto, necesario y contingente, así como la posibilidad (hipotética y sujeta a prueba) de la existencia de los entes necesarios y/o absolutos (por efectos del argumento ontológico), así como las críticas del ateísmo a dichas ideas.

2) Se asume el término posibilidad, el cual puede ser positivo o negativo, el cual sirve como primera aproximación a algo. Es de tipo teórico, por lo que puede aplicarse a entes materiales como a ideas humanas.

3) Se asume el término probabilidad, que puede variar desde 0 hasta 100. Sirve para definir a fines prácticos la realidad de algo, pues solo puede aplicarse a entes o fenómenos materiales. Pesa más que la posibilidad, pues es lógicamente posterior a ella así como un subproducto elaborado y verificable de la misma.

4) Se asume la relación entre posibilidad y probabilidad de la siguiente manera: Posibilidad positiva implica probabilidad positiva (aunque sea infinitesimal), y posibilidad negativa implica probabilidad negativa (lo que no puede ser no tiene probabilidad de ser). Y viceversa, probabilidad positiva implica posibilidad positiva (nada es probable sin ser rimero posible), y probabilidad negativa implica posibilidad positiva (algo que no tiene probabilidad de llegar a ser o suceder no puede ser posible. Solo lo imposible tiene probabilidad nula, vale decir, no tiene probabilidad).


En cuanto a las relaciones desiguales:

a. Posibilidad negativa y probabilidad positiva: No puede darse, pues lo que en principio no puede ser no puede ser probable tampoco. No podría hablarse de probabilidad sin asumir la posibilidad positiva, por lo que esta relación no podría darse.

b. Posibilidad positiva y probabilidad negativa: Esta relación podría darse en algunos pocos casos, pues la posibilidad solo se basa en que algo sea lógico o no, que pueda darse; mientras que la probabilidad implica que ese algo efectivamente puede existir o darse (según sea un ente o un suceso), y que dado el caso, existirá o sucederá. Así, pesa más la probabilidad que la posibilidad, pues la primera abarca a la segunda e incluye pruebas (fácticas o lógicas) de que tal ente o suceso puede darse. Podríamos decir que la probabilidad es la forma verificable de la posibilidad, y por tanto la que más vale al momento de afirmar algo.

La posibilidad implica probabilidad de forma implícita, probabilidad no aplicada aún al mundo físico y que, dado el caso, podría refutarse (y consiguientemente también a la posibilidad, respetando así la igualdad entre posibilidad e probabilidad); mientras que la probabilidad implica posibilidad de forma explícita, y dicha probabilidad ya ha sido verificada. Así, la posibilidad implica probabilidad potencial; mientras que la probabilidad implica una posibilidad invariable por estar contenida en la probabilidad misma, y se relaciona necesariamente con ésta. La probabilidad explícita (no la derivada de la posibilidad sin dar el siguiente paso) siempre es real.

5) Se asume que todo ente o suceso (desde aquí llamados “fenómenos”) tiene una probabilidad mínima de existir, la cual es única para cada fenómeno y/o tipo de fenómeno. Los seres denominados “contingentes” y “necesarios” (axioma 1) tienen distintos tipos de probabilidad. Por su propia naturaleza, los seres contingentes pueden abarcar todo el espectro de probabilidades (pues pueden ser o no ser). Lo absolutos y/o necesarios, también por su naturaleza, no pueden mas que tener dos posibilidades y probabilidades: O posible (100% de probabilidad) o imposible (0% de probabilidad). De otra forma, teniendo un porcentaje diferente a esos, un ser absoluto y /o necesario bien podría ser o no ser en cualquier momento, lo que viola el argumento ontológico (tener que existir necesariamente, así como la propia definición de necesario -axioma 1-). Sólo los seres contingentes pueden usar todo el espectro de probabilidades. Un ser necesario que tenga un porcentaje menor al 100% es imposible por tres razones:

Primera, porque un ser como Dios es definido como necesario, y al tener probabilidad menor a 100 debería clasificarse como contingente (pues los seres necesarios no pueden tener probabilidad diferente a 0 ó 100). Como Dios no puede existir sin ser necesario, al negar ese atributo podemos negar también a Dios.

Segunda, porque un ser con ese porcentaje forzosamente tendría que ser un ente contingente; por ende sería inexistente, pues ningún ser contingente se ajusta o podría ajustarse a la descripción de Dios.

Tercera, un ser necesario con un porcentaje menor al 100% no podría existir, pues el propio predicado de “necesario” implica tener probabilidad mínima de existencia del 100%, y un ser con esta probabilidad sería considerado contingente. Como Dios no puede ser un ser contingente, y teniendo una probabilidad menor a 100, sólo podría tener una probabilidad de 0, lo que lo hace matemáticamente inexistente.


Premisas:

Naturaleza de Dios:

1) Dios es un ser necesario y absoluto (axioma 1).
2) Los seres así definidos tienen un 100% de probabilidad de existir y una posibilidad de existencia positiva, o una probabilidad del 0% y posibilidad negativa (axioma 5).
3) Ergo, Dios debería tener el 100% de probabilidad para existir. No puede tener otra (axioma 5).


Existencia de Dios (I):

4) Los seres contingentes pueden usar todo el espectro de probabilidades (axioma 5).
5) Dios, como ser necesario, no puede tener menos del 100% de probabilidad para existir (axioma 5).
6) El ateísmo existencial demuestra que la probabilidad de que Dios exista es menor al 100% (axioma 1).
7) Ergo:
a. Dios tendría que ser contingente (lo que viola el axioma 1, asumir el argumento ontológico), y por ende es un ser inexistente, (axioma 5) ó
b. Dios no puede existir por no tener 100% de probabilidad (lo que viola el axioma 1 -su definición como necesario-, así como las premisas 3 y 5.


Existencia de Dios (II):

8) Asumimos la premisa 7.b.
9) Asumimos el axioma 4.
10) Ergo, Dios no es posible pues su probabilidad negativa implica posibilidad negativa.


Conclusiones:

- Dios tiene 0% de probabilidad de existir (premisa 7), por ende no existe (axioma 5).
- Dios no tiene posibilidad de existir (axioma 5, premisa 10), por ende no existe (axioma 4).


Ergo: Dios no existe.

Con este argumento es posible para un ateo existencial negar tanto la esencia como la existencia de Dios, recorriendo un camino inverso al del ateo esencial e igual o más válido (pues es una demostración práctica y no solo teórica).

martes, junio 01, 2010

Cuando no se dice todo lo que se debe ni todo lo necesario

A menudo, en las discusiones y pláticas de todos los días asumimos algunas ideas como ciertas, así como también consideramos que muchas otras son demasiado bien conocidas como para siquiera mencionarlas. Esta es una costumbre, que si bien no es muy buena a fin de establecer una conversación con alto grado de precisión y/o consenso, sirve para casi todos los efectos.

Durante nuestra vida asumimos muchas cosas: El amor de nuestros padres, la fidelidad e incondicional confianza de nuestros hermanos, el cariño indulgente de nuestros abuelos, el delicioso y muchas veces imprudente amor de nuestra pareja, entre otras. Sin embargo, asumir no es siempre buena idea, pues así como no podemos estar cien por ciento seguros de que nuestra familia nos quiere o que nuestra pareja nos será siempre fiel, tampoco podemos asumir que el otro entiende o está de acuerdo con todo lo que decimos o dejamos de decir. Las cosas que se quedan en el tintero suelen decir más del curso de una conversación que mil palabras, y muchas veces son tanto o más importantes para entender lo que quiere decir una persona y el porqué dice lo que dice, que la simple justificación conciente de su volición. Guardarse las cosas es un gran error.

En los debates sobre temas filosóficos o científicos se deben justificar las afirmaciones hechas, no sólo porque es el deber de quien afirma algo el respaldar sus afirmaciones, sino que el que afirma también debe hacerlo de forma completa y sincera. Todas las hipótesis (en el caso científico) o premisas (en el caso filosófico) deben expresarse explícitamente antes de dar lugar a un debate. Este es un principio muchas veces olvidado, y que quienes desean imponer sus conclusiones como ciertas a toda costa están gustosos de omitir. ¿De qué principio estamos hablando? Del principio llamado Audiatur est altera pars. Según este principio, debemos expresar con claridad todas las premisas que lleven a aceptar las conclusiones que proponemos (OJO: No solo las que creemos convencerán a nuestro interlocutor, sino TODAS, incluyendo las que únicamente nos convencen a nosotros). Hacerlo de otro modo solo sería ocultar la verdad, lo cual en la práctica es lo mismo que mentir.

En las discusiones sobre la existencia de Dios, los cristianos olvidan o ignoran este principio sistemáticamente y de forma olímpica. Al justificar la existencia de su dios con argumentos solo mencionan los que creen convencerán al otro. Y esto es especialmente importante en el debate con ateos. Al hablarles, los cristianos afirman que los argumentos que sostienen la existencia de su dios son enteramente razonables, y que su convencimiento también lo es. Asumen que los axiomas de los que parten son universalmente compartidos, y con base en ellos estructuran sus premisas así como la totalidad de su argumentación. Aquí se puede notar que los cristianos recaen en 3 errores:

1.  No dan todas las razones que hay o que conocen para aceptar sus conclusiones (pues se notaría que la mayor parte de los motivos para creer son puramente emocionales), con lo que violan Audiatur est altera pars.

2.  Al asumir que sus axiomas son correctos (lo cual no puede ser, pues están influidos por motivos emocionales no declarados) los incluyen en el debate de forma solapada, haciendo de su razonamiento un razonamiento engañoso e incluyendo en la conclusión lo que en realidad deberían demostrar, recayendo en las falacias de Circulus in demonstrando y Petitio principii (pues sus premisas, al estar falseadas, serían tan cuestionables como su conclusión).

3.  Quienes afirman que los motivos para creer en el dios cristiano son completamente razonables mienten, pues saben que en última instancia su deseo de creer no es mas que eso, un deseo; y que creen en Dios no porque sea razonable, sino por el simple hecho de querer hacerlo. Esto, el querer creer en algo porque sí, es a lo que se le llama fe.

Si quienes afirman la racionalidad de la creencia en Dios no se dan cuenta de que no es así, entonces no incurren en una mentira. Lo que sucede es que sencillamente no diferencian lo racional de lo irracional (por lo menos en cuanto a lo que honestidad intelectual personal se refiere), con lo cual queda excusada su falta. Sin embargo, esto constituye un caso de evidencia anecdótica, una falacia suave con un toque de candidez (en el mejor de los casos); o un caso de Argumentum ad populum ó Argumentum ad numerum aunado a una afirmación basada en la ignorancia. Explicaré brevemente todos estos puntos a continuación:

El primer punto nos dice que los creyentes no dan todas las razones para creer. ¿Por qué será? ¿Tal vez porque en realidad no son razones lo que tienen, sino simples emociones y afectos viscerales? Yo creo que sí. Y no solo lo creo, sino que es evidente para todo el que tenga dos ojos y una pizca de sentido común. Si quien me lee ha participado o ha sido testigo de una charla en la que un creyente cristiano intenta convencer a otra persona de creer en Dios, notarán que al principio da razones parecen intelectuales o al menos lógicas (pues la mayoría de los creyentes consideran lógico creer en Dios), y que con el transcurso de la conversación estas cambian de tono y pasan a ser asertos llenos de emoción y carentes por completo de bases. Los argumentos emocionales son los que en realidad mueven al creyente de a pie, los que constituyen la base de su creencia, que no se justifica por lógica o razonamiento alguno, sino por fe. Una vez que el escéptico cae en la trampa de dar por válidas las premisas del creyente (falseadas por estar impregnadas con sus preconceptos no declarados) el paso a dar por válida la justificación emocional de la fe está a la vuelta de la esquina. Lo mejor que se puede hacer es analizar las premisas y axiomas de los que se parte en una discusión, para ver si no están alterados para favorecer una percepción particular del mundo, en especial aquella que se está tratando.

Demos un ejemplo: El creyente puede dar como axioma: “Todo lo que existe tiene una causa”. Puede parecer una premisa razonable, sin embargo no lo es. No sabemos que efectivamente todo tenga una causa. Es más, sabemos que hay eventos sin causa, como los que suceden en el mundo cuántico. Ante todo el escepticismo es la mejor salvaguarda.

En el segundo punto nos damos cuenta del error del apologeta cristiano (que igual aplica para cualquiera que pretenda embaucarnos introduciendo de contrabando su mercancía ideológica), el cual sin darse cuenta incurre en varias falacias bastante bien tipificadas:

Argumento circular, al introducir en la premisa sus ideas preconcebidas. El ejemplo anterior presenta un pensamiento de corte cristiano, el cual es usado frecuentemente para demostrar a Dios en última instancia por medio del argumento de la primera causa. En ese caso el argumento sería circular porque quien propone el ejemplo como axioma presupone a Dios como causa primera y causa de todas las causas, lo cual al no decir pretende hacer pasar por un razonamiento válido. Pero ya que sabemos como piensa el cristiano, logramos ver la situación en contexto y en perspectiva, con lo que hallamos la falacia, escondida y diminuta, pero real.

Petición de principio, porque al presuponer a Dios (aunque no se especifique ni se diga) están poniendo al principio algo que deben demostrar, con lo que sus axiomas y premisas son tan increíbles y cuestionables como las conclusiones a las que pretenden llegar.

El tercer punto nos podría indicar una diferenciación entre los cristianos. Muchos dicen que existe, otros la niegan sin más. Tanto unos como otros tienen razón. Los cristianos se diferencian en los que intentan convencer con motivos intelectuales (y que con frecuencia piensan que sus motivos para creer también lo son), y los que intentan convencer con “argumentos” emocionales. Sin embargo, en el fondo todos son iguales: Creen porque quieren creer. No puede haber jamás un cristiano verdaderamente intelectual, pues la creencia incondicional e incuestionable en un dogma no es compatible con el espíritu escéptico del descubrimiento y la ciencia. No puede existir uno así jamás, a menos, claro está, que se vuelva loco o por lo menos hipócrita, y sea uno en su trabajo y otro en su iglesia. Y lo dicho, dicho es: No puede haber un cristiano intelectual o científico, pues siempre que lo sea será, por lo menos, un hipócrita mentiroso.

Quienes afirman la existencia de Dios son de estos dos tipos. Dejaré el tipo emocional de lado, pues a fines de un debate serio y verdadero sus opiniones no tienen valor alguno. Hablaré sobre los que convencen con argumentos intelectuales. De estos hay dos tipos: Los que por dentro creen por fe y por lógica, y los que creen solo por fe. Del primer tipo hay que decir que su lógica pesa menos que su fe, y que en realidad creen porque quieren hacerlo. Relegan su razonamiento al mundo externo, siendo intelectualmente deshonestos, pues si aplicaran todo lo que exhortan a otros a hacer (un examen de conciencia y de pruebas imparcial) su fe no sobreviviría un segundo dentro de sí, y perderían la esperanza de su vida. Su razón los lleva a negar su propia razón, y los exilia en un mundo donde solo Dios tiene sentido. Así, quienes creen en Dios tienen que estar totalmente alienados para que su mente no alcance a invocar al sentido común. Por lo visto, a las actitudes cristianas de hipócrita y mentiroso (encubierto, claro está) hay que agregar cierto grado de demencia. Y no es mentira. Ayer mismo oí a un pastor decir que “El reino de Dios es una contracultura”, “En el reino de Dios se pierden todos los derechos”, “El reino de Dios no es para los sabios”, “debemos desechar la idea diabólica del estado laico”, “Debemos conquistar este país para Cristo, introduciéndonos en la política y promoviendo leyes que van de acuerdo al deseo de Dios”, y otras perlas como éstas. ¿Qué se puede esperar de quienes asienten alegremente opiniones como éstas?

Quienes usan razones intelectuales para convencer pero creen solo por fe son prácticamente iguales a quienes usan la fe para todo. Estos pueden afirmar la racionalidad de la creencia, pero en realidad no saben con seguridad que sea así. De todas formas, con su fe les basta y sobra. Pueden (y es seguro que así sea) ser del tipo que repiten argumentos escuchados por algún apologeta “intelectual” de los que pululan por allí. Puede que repitan argumentos clásicos y gastados de la existencia de Dios (5 vías de Aquino, argumento Kalam, etc.). En este caso ellos no suelen saber la lógica intrínseca del argumento, y aún en caso de saberla les importa poco, pues para ellos el fin justifica los medios (igual que Pablo al hablarle a los atenienses del dios desconocido, sabiendo de antemano de las costumbres atenienses –ya que era ciudadano romano, y como tal, conocedor del helenismo- y mintiéndoles de forma descarada. Todo para traficar al dios cristiano desde Judea a las grandes metrópolis).

Muchos no se dan cuenta que esos argumentos ya no tienen fuerza y que han sido refutados hace siglos. Y normalmente no les interesa. Son pescadores de hombres, y como tales solo esperan que un incauto pez-hombre caiga en sus redes. Muchos lo hacen con la intención sincera de ayudar a salvar gente del infierno. Otros lo hacen por compromiso. Sin embargo, su creencia no es más que suya, y las razones por las que creen no pueden convencer a otros que a ellos mismos. Piensan que su palabra es suficiente para convencer, y su testimonio prueba suficiente de sus afirmaciones. Pero no es cierto. Se requiere más que palabras bonitas y un cambio de actitud para comprobar algo. Su evidencia anecdótica objetivamente no sirve para nada.

Aún cuando acepten que su testimonio no es suficiente, siempre pueden apelar al número. La cantidad de fieles y el incremento continuo de la feligresía convencen a muchos de la veracidad de sus revelaciones. “¿De qué otra manera crecería tanto? No puede ser una mentira si tanta gente cree en Dios y sigue viniendo más gente a su grey. Tiene que ser verdad”. Así piensa el cristiano. Pero el testimonio anecdótico, sea de una o de muchas personas, no sirve para probar nada. Además de anécdota, se comete la falacia de pensar que cuanta más gente crea en algo más tiene este algo posibilidad de ser cierto. Pero la verdad es que no tiene nada que ver. Pueden estar todos locos, pueden ser manipulados o solo tener el ferviente deseo de estar convencidos. Esta es la verdadera esencia de la fe: “Quiero creer en algo, y no me importa en absoluto que sea cierto. Tengo fe, eso es todo”.