lunes, mayo 24, 2010

El precio de ser ateo

Para todos aquellos que piensan que la discriminación es cosa del pasado, esta serie de videos demuestra lo equivocado de este punto de vista. Los incrédulos, tantgo ateos como agnósticos, somos perseguidos, ignorados y menospreciados por una sociedad que, jactándose de ser moderna y pluralista, no ha superado en realidad los salvajes dogmas del pasado. Un pasado despiadado y cruel, que no deja de recordarnos que la humanidad, por más que diga que no, muy dentro de sí conserva esos instintos de odio e intolerancia. No dudo que haya habido y haya también hoy mucha gente buena, sin embargo, la mayor parte  no son mas que hipócritas haciendose pasar por santos.

Estos videos son prueba fehaciente del desprecio que sufrimos quienes hemos decidido vivir sin miedo a lo desconocido, sin temor a la vida misma y sin someternos al qué dirán ni a la mejor interpretación de la realidad que hacen y siempre harán queines dicen ser la "gente bien".

Video 1  Video 2 Video 3 Video 4

Y que luego no digan que somos nosotros los malos...

jueves, mayo 20, 2010

¿Es mala la convivencia antes del matrimonio?

Para muchos, la convivencia prenupcial es algo de todos los días. La asumen sin mayores problemas de los que día a día pueda enfrentar cualquier pareja. Para los testigos de Jehová, por el contrario, esta situación presenta ingentes problemas, al ser tanto la causa de numerosos pecados, como una alteración del orden instituido por su creador.

En el ¡Despertad! de octubre del 2009 se trata este tema desde una perspectiva netamente religiosa. Ya que esta revista manifiesta expresamente el punto de vista de todos los testigos de Jehová (o por lo menos así debería ser), vale preguntarse: ¿Cómo es posible que tal cantidad de personas crea esto? ¿No es esta una perspectiva anticuada y racionalmente insostenible? Efectivamente es así. Para demostrar el punto anterior, he elegido algunas ideas básicas de esta revista, las cuales presento a continuación, en el orden de aparición en que lo presenta la misma revista, junto a su respectiva refutación:


1. Que el matrimonio genera amor entre las partes

En la antigüedad, los matrimonios se decidían por acuerdo entre los padres, quienes prácticamente vendían a sus hijos en función de sus intereses comerciales, políticos o económicos. Esta costumbre barbárica ha desaparecido casi por completo en la actualidad, exceptuando países como la India, que además conserva otras costumbres de antaño como la división de castas y una constitución basada en sus libros religiosos. Se esperaba que con el tiempo, los esposos se enamoraran, o por lo menos que no se desagradaran y así pudieran tener hijos. Esto pudiera parecer medianamente coherente, pues la costumbre muchas veces puede más que el amor en una relación. Sin embargo, esto no implica de ninguna forma que los cónyuges vayan a amarse. Los testigos de Jehová (TJs en lo sucesivo), aunque no sostienen formalmente el matrimonio arreglado, sí lo hacen implícitamente, pues quien desee casarse no podrá escoger libremente, sino que se verá obligado a elegir pareja entre sus correligionarios.

Para muchos esto no sería un problema, pues desde niños los han criado así; sin embargo, no se dan cuenta que esa es una de las formas más abusivas de coerción infantil y dogmática predisposición. Quienes son así adoctrinados califican de pecaminoso y sobre todo de incorrecto y malo cualquier comportamiento diferente al que han aprendido, aún si este está justificado por el mutuo cariño y consentimiento. Cosa diferente es el matrimonio arreglado, y aunque no lo parezca, el tipo de obligación nupcial que alegan correcta y divina no es muy diferente ni se encuentra demasiado lejos de la primera, pues el sentimiento que justifica la una como la otra es el mismo.

Lo más que el matrimonio genera es costumbre. Y si por azares del destino y por efectos del tiempo generaran algún tipo de cariño, no hay razón alguna para creer que este sentimiento pueda ser apropiadamente llamado amor. ¿Puede alguien en su sano juicio creer que se puede amar a alguien por coerción, deber u obligación? Juzguen ustedes mismos.


2. Que el matrimonio es un compromiso (bajo la forma de una imposición indisoluble, por supuesto).

Evidentemente lo es, por lo menos en lo que concierne al matrimonio civil. En cuanto al matrimonio religioso, solo podría representar un imperativo para quien que considere verdadera alguna fe, y la practique en consecuencia. Si nos enfocamos en el matrimonio cristiano, la única razón para pensar que este vínculo no legal efectivamente tiene carácter de imperativo es la idea de que Jehová existe, y que sin duda ha instituido esas normas, y no tras, para regir la vida marital y familiar. Viendo que, objetivamente, no hay evidencia de una cosa ni de la otra, y que el típico creyente fideísta no puede ni quiere presentar pruebas a favor de fe, se puede decir (por lo menos en cuanto a los matrimonios sin hijos) que no hay obligación real alguna en el matrimonio religioso mas que el deseo de creer que efectivamente existe tal.

Tampoco es válida la obligación de indisolubilidad del matrimonio, por lo menos en cuanto al ámbito civil. El que el cristianismo considere otra cosa es algo muy propio de sí, y sus motivos tendrán...motivos que son harto conocidos, y que no dejan de sorprender a todo aquel que eche una mirada seria al asunto. ¿Por qué no admiten el divorcio? Porque aún creen en cuentos de la edad de bronce, o como diría un conocido, aún creen en santos que orinan.

¿Quién instituyó la indisolubilidad del matrimonio? Su dios, obviamente. ¿Y qué pruebas hay de que dicho dios exista? Absolutamente ninguna. Conclusión: Consideran una obligación (muy cómoda, eso sí) creer en Jehová (diciendo que es la mejor opción, realizando mas bien implícitamente una burda imitación de la apuesta de Pascal), por lo que consideran también una obligación el seguir los mandamientos de un dios que no se deja ver.


3. Que su dios es el creador y autor del matrimonio, por lo que está mal (¡Es pecado!) la interpretación libre del mismo.

Para decir esto con propiedad, quienes creen en Jehová deberían probar su existencia, cosa que no han hecho a lo largo de dos milenios. No hay razón alguna para creer que un dios que se nos presenta como un ente desconocido (por ser todopoderoso, necesario y absoluto, conceptos que jamás podríamos comprender en su totalidad, y menos en su aplicación a un ser, dicen ellos) y trascendente, y del que no hay prueba alguna de su existencia, tenga alguna autoridad para decir cómo es que el hombre debe vivir su vida. El concepto de pecado, como subproducto de la creencia en el dios cristiano, no tiene el mas mínimo valor veritativo mientras no sea posible demostrar sin la menor sombra de duda la existencia del ser absoluto autor de dichos decretos. El matrimonio humano, por otra parte, tiene que ser regido de acuerdo con la conciencia humana y la conveniencia de quienes efectúan esta unión. Y no podría ser de otra manera, pues el matrimonio civil está regido por leyes y convenios humanos, los cuales ningún dios ni ser ultraterreno están en derecho de cuestionar. Nadie tiene derecho a cuestionar como decidimos vivir o morir, menos aún como debemos casarnos ni vivir en familia. Quien menos está calificado para ello es el creyente fideísta, pues pretenden que aceptemos sin prueba la veracidad de sus afirmaciones, que tildan de trascendentales, y por tanto, de eterna e inigualable calidad.

4. Que la convivencia necesariamente incluye “fornicación” (cual si fuera algo sucio y repulsivo) por lo cual es indeseable (¡Afortunadamente solo para ellos!).

¿Por qué la convivencia tendría que implicar sexo? Y si así fuera ¿Qué tendría de malo? En realidad, los que creen que el sexo premarital es indecente, sucio y pecaminoso generalmente son quienes están en los extremos: O tienen una enfermedad nerviosa por debido al tabú impuesto por varios años de forma sistemática y consistente, sea por otros o por ellos mismos (deseos de buscar la santidad); o por el contrario son los más propensos al sexo, llegando a trastornos de gran cuantía, como la adicción al sexo, o en el peor de los casos al abuso sexual.

¿Por qué tendríamos que obedecer o siquiera prestar oídos a lo que digan quienes están dispuestos a dejar morir a sus hijos antes de consentir una transfusión de sangre? ¿Qué autoridad moral se desprende de quienes prefiere obedecer los mandatos de un dios imaginario antes que las conclusiones del sentido común y la empatía? ¿Qué pruebas objetivas hay de que el sexo premarital es malo? Quienes esperan hasta el matrimonio para iniciar su vida sexual pierden la oportunidad de conocer el ars amandi, por lo que su vida posterior se ve afectada para siempre y sin remedio. Todo por creer sin pruebas. Todo por tener fe.


5. Que por la anterior razón sea pecado la cohabitación prenupcial (haya o no relaciones sexuales).

El pecado es un concepto cristiano, el cual no obliga a otros a seguirlo ni a encontrarlo verdadero mas que por los méritos propios obtenidos a través de la investigación seria e imparcial. Tampoco nadie está obligado a respetar dicho concepto, pues ¿Por qué debería respetarse algo que no ha sido hallado verdadero, y que hasta prueba en contrario no resulta ser más que la pretensión dogmática de un grupúsculo que se cree dueño de la verdad? Solo el cristiano, y en este caso el TJ puede considerar esto como pecado. Pero eso no implica de ninguna manera que nosotros debamos hacerlo también.


6. Que quienes consideran anticuado el punto de vista bíblico son unos relajados morales (afirmación tácita).

Quienes dicen eso presuponen sin base que la moral cristiana es la base y el origen de todas las demás, y por tanto, toda moral que no se ajuste a la cristiana no es digna de llamarse así. Como es obvio, no hay razón alguna para esta suposición. Además, la moral cristiana es una de las más crueles y perversas que la historia ha tenido la desdicha de conocer. Pruebas de ello sobran: Pogromos, cacerías de brujas, la inquisición, cruzadas, el juicio de Galileo y el de Scopes, etc. No hace falta hacer gala de mucha creatividad, pues los cristianos nos han dado ingentes y lamentables ejemplos de su pérfida imaginación de cuando de defender su fe se trata.

La afirmación de la moral cristiana como única verdadera es una afirmación que debe probarse de acuerdo a la obligación de Onus Probandi. Ya que los creyentes no han logrado realizar esta tarea, y que, en cuanto a absolutos, ausencia de prueba sí es prueba de ausencia, no hay mocho más que decir a este respecto.

7. Que la convivencia no ha solucionado los problemas de divorcios masivos y separaciones (¡Como si para eso fuera la convivencia!).

Los TJs malentienden el sentido de la convivencia. Esta sirve para comprobar la compatibilidad de dos personas, para ver si están preparados para la vida marital. Sin embargo los TJs aducen que esta no es una manera adecuada para prevenir futuros problemas maritales ¿Se imaginan cuántos divorcios habrían si se siguiera el criterio de los TJs y la gente se casara sin convivir? Probablemente ellos no han ponderado este asunto tan bien como lo haría cualquier otra persona con un deseo mínimo de sentido común.

La convivencia no es una forma de arreglar los problemas maritales. Por tanto, no tiene sentido culpar a esta práctica del aumento de divorcios de hoy en día. Tampoco no tiene sentido decir que es por esta práctica que la calidad de los matrimonios es tan mala. Y dicen esto porque consideran que la sexualidad y muchas otras cosas solo deben darse en el matrimonio. Pero aparte del dilema religioso, de nuevo nos damos con la sorpresa de que no hay ningún impedimento objetivo para la convivencia, el sexo ni ninguna otra cosa. Tampoco hay razón para creer lo que dicen acerca de la maldad y las supuestas desventajas de comenzar una vida sentimental y sexual antes de la “madurez” (entiéndase más de 30 años).


8. Que lo más importante es ver el matrimonio como lo ve dios, con lo que se busca evitar una confrontación directa entre la interpretación racional de un hecho social e histórico, con su cosmovisión idealista, lo cual generaría un cisma al interior de su religión.

¿Se entiende la malicia de esta proposición? Los TJs pretenden hacernos creer que algo tan mundano como el matrimonio merece la atención especial de un supuesto creador universal. ¿Qué clase de creador se interesaría por las cuitas de seres ínfimos, débiles y salvajes? Tal vez un creador ocioso, uno aburrido, o uno especialmente obsesionado con su “jardín de hormigas”.

¿Por qué tendríamos que fijar nuestra mirada en lo trascendental para resolver problemas mundanos? ¿Por qué fijar estándares imposibles de alcanzar para seres supuestamente imperfectos (perfección, santidad, pureza absoluta así como una fuerza moral hercúlea, incólume e impoluta)? ¿Por qué deberíamos asumir estándares que no corresponden a nuestra realidad? Sería como pedir excelencia en el servicio hospitalario en un país del tercer mundo. Si ni aún en los países desarrollados esto se logra plenamente, ¿Qué decir de los demás? Además ¿Qué nos obliga o nos persuade de asumir como cierta, o siquiera útil tal forma de pensar? El deseo explícito de la fe colectiva no es suficiente para conminar a los sin dios, ni a nadie, a seguir su ejemplo.

El matrimonio, tal como lo ve el dios cristiano, es uno en donde el hombre tiene la primacía. Uno donde el rol de la mujer no pasa de ser un mero medio para la reproducción y la satisfacción de los bajos instintos masculinos. No pasa de ser una empleada sin beneficios o una niñera sin paga. El matrimonio cristiano pone de manifiesto el machismo asociado a una visión patriarcal de la familia, misma que es una herencia de tiempos antiguos, donde los hombres eran mucho más salvajes y crueles de lo que son ahora (aunque a veces parece que no hubiera tanta diferencia). Es un reflejo de antaño, el recuerdo de un pasado que jamás debió ser, y que si aún sobrevive es porque los cristianos modernos son tanto o más salvajes que los judíos de antaño. Este es un lamentable capítulo de la historia de la ética y la moral humana, que con una buena dosis de sentido común, razonamiento crítico y empatía pudo haber sido superado hace mucho tiempo de no ser por las mentes pías de los creyentes que consideran un sagrado deber mantener las costumbres de antiguos bárbaros errantes.


9. Por último, que la manera de probar un matrimonio (cual si fuera una prenda de vestir) es ¡Casándose! Para ellos no hay otra opción.

“Más vale casarse que abrazarse” diría canallamente Saulo. Pero, ¿No sería mejor saber antes de arriesgarse, o peor aún, de arruinarse? Puesto que el matrimonio representa una inversión casi siempre irrecuperable (económicamente hablando), además del daño emocional (incuantificable por subjetivo) para fines prácticos es mucho mejor usar criterios racionales, que tomen en consideración los sentimientos tanto de uno como del otro, así como su bienestar general, a la hora de dar cuenta de una moral sexual y afectiva que repercuta en la felicidad de ambas partes.

Casarse sin experiencia previa es uno de los peores errores que alguien pueda cometer. Tanto la madurez afectiva como la sexual deben desarrollarse de forma normal, por medio de los triunfos y los fracasos mediante el ejercicio de las relaciones humanas. Intentar, por cualquier medio, de impedir la madurez emocional es un grave problema, y si no lo es ya, debería considerarse un delito, pues se está privando a una persona de uno de los derechos más importantes que cualquier humano pueda llegar a poseer: El derecho a desarrollarse y crecer con normalidad. Toda creencia, religión, ideología o fe que predique la enajenación de sustrato emocional a expensas de un ser o entidad sobrenatural que nada puede sentir o sufrir, dicha religión, si existe, es culpable de llevar la desdicha al mundo y condenarlo a generaciones enteras de crueldad y detrimento continuo con respecto a la calidad y la dignidad humanas. El impedir el desarrollo normal de los miembros de la sociedad conlleva inevitablemente el empeoramiento de la misma, y la hace susceptible a influencias negativas de cualquier tipo, en especial de las que provienen del que Richard Dawkins llama “El virus de la fe”.

Quien condene a una persona a tomar la peor opción sobre un tema es culpable de coerción del peor tipo existente. Toda persona que se precie debe decidir por sí misma cuando es tiempo de tomar una decisión tan seria como el matrimonio. Toda doctrina que limite o coarte la libertad humana no puede ser más que una doctrina criminal. Y tal es la doctrina que predican por toda la tierra habitada quienes se hacen llamar a sí mismos “Testigos de Jehová”.

lunes, mayo 17, 2010

¿El regreso del geocentrismo?

Titulo:
Galileo Was Wrong: The Church Was Right
Volume I : The Scientific Case for Geocentrism


Autores:
Robert A. Sungenis, Ph.D. 
& Robert J. Bennett, Ph.D.


En este libro, los autores exponen lo que consideran pruebas y evidencias científicas que demuestran la veracidad del geocentrismo. Para tales efectos, apelan a los descubrimientos de la ciencia en los últimos cien años, los que a su parecer constatan el geocentrismo como el modelo cosmológico más acertado y estable, así como el que mejor responde nuestras preguntas. Además de ello, este libro recoge la discordia entre Galileo y la iglesia, haciendo una evaluación de los argumentos de ambos, que si bien es convenientemente mencionada, no es para nada imparcial, al darle a la iglesia la razón en última instancia al apelar a las escrituras como fuente última de la verdad.

De más está decir que el geocentrismo es una hipótesis inviable y demostrablemente falsa, la cual solo es defendida por un grupúsculo que, frente a toda la evidencia en contra, prefiere cerrarse a la verdad e inclinarse en reverencia ante la sinrazón que reconforta sus almas.

No vale la pena detenerse demasiado a analizar los argumentos expuestos en el libro, sin embargo es conveniente dar algunas pistas acerca del contexto y la finalidad de éste. En primer lugar, se inscribe dentro del ámbito de la apologética, la cual, en pocas palabras, es el conjunto de argumentos que pretenden justificar la existencia y acciones de la divinidad y la autoridad de una religión como representante de dicho ente. De esta forma, vemos desde el principio que este texto carece de una verdadera base científica, la cual se inscribe en un marco positivista-naturalista y empirista, valiéndose de métodos y metodologías que presuponen únicamente los fenómenos materiales para su desarrollo. Dado que la ciencia se dedica a los objetos y relaciones del universo y todo o material (físico), pues es lo único que puede estudiar, no es posible estudiar un ente sobrenatural trascendental, que por ende no sería afectado por las mismas. Así, un ente sobrenatural no puede incluirse en ningún programa de estudio científico serio ni en ninguna hipótesis, y viceversa, cualquier hipótesis que incluya a un dios en su explicación no puede ser científica.

Solo tomando en cuenta lo anterior, es evidente que este libro no es de ciencia. Por si fuera poco, pretende vendernos la idea de que los hechos científicos de los últimos cien años respaldan sus extravagantes afirmaciones. Con sus dos volúmenes: “Galileo Was Wrong: The Church Was Right Volume I: The Scientific Case for Geocentrism” y “Galileo Was Wrong: The Church Was Right Volume II: The Historical Case for Geocentrism”, esta obra pretende continuar con la labor realizada por milenios por la iglesia católica de reescribir la historia a su propia conveniencia.

En el sitio de Catholic Apologetics Internacional (http://www.catholicintl.com) estos libros se venden como la justificación de la iglesia para el juicio de Galileo, diciendo que al final la iglesia tenía razón, solo que las pruebas no estaban disponibles en ese momento. Señalan también que el modelo geocéntrico es el más estable y científicamente comprobado, y que es el único capaz de explicar apropiadamente el universo. ¿Qué decir ante esto? Bueno, en realidad la pregunta en realidad sería ¿qué no decir?

Ante una proposición tan falta de justificación científica, sino de sentido común, podrían decirse miles de cosas, levantarse ingentes cantidades de argumentos y todas las pruebas de que disponemos que confirman la esfericidad de la Tierra. Pero, si uno lo piensa bien, ante tal mezcla de desfachatez, pseudociencia e hipocresía fideísta no puede responderse otra cosa que no sea un absoluto y sepulcral silencio. ¿Quién es su sano juicio negaría las evidencias obtenidas por la cosmología moderna y se inclinaría ante la añoranza de los dogmas del pasado? La respuesta es obvia: Aquel que no es capaz de vivir una vida sin un sentido trascendente. ¿Y quién es este tipo de persona? Aquel que de no ser por el sustento austero de su fe, sería un pesimista sin coraje para rebelarse al mundo tal y como es.

Quien pone delante de los hechos y las pruebas sus propias opiniones, e intenta hacer que las primeras encajen con la segunda no puede llamarse realmente un científico. Los autores de estos libros son “científicos” de este tipo. De la misma forma que hacer algo que nos disgusta hace que lo hagamos mal, quienes se dicen creyentes no pueden ser científicos sin dejar a un lado sus creencias y aceptar las pruebas vengan como vengan. Los “científicos creacionistas” y los del “diseño inteligente” son de este tipo. Son profesionales de la apologética disfrazados de científicos. Lo que menos quieren es que las evidencias contradigan sus creencias, por lo que, haciendo gala de no poseer grado alguno de honestidad intelectual, intentan conectar los vacíos de la ciencia con las simplezas de la fe. Reemplazan la incertidumbre y el ansia de conocimiento con la banal satisfacción del que, habiendo hecho poco o menos que eso, da finalmente todo por hecho. La satisfacción que produce la culminación de una labor no es el verdadero sentimiento de la ciencia ni de ningún científico que se respete. Un científico de verdad no busca respuestas trascendentes, sino explicaciones naturales, coherentes y reales. Ningún científico que considere que se ha descubierto todo lo que tenía que saberse sobre algo está realmente calificado para definirse como tal.

Si en verdad todos los datos científicos de los últimos 100 años sugieren que la “hipótesis” geocentrista es correcta, ¿Cómo explicar que nadie lo haya advertido hasta ahora? ¿Cómo explicar que los más eminentes científicos del mundo no se hayan tomado la molestia de echar una mirada a tan maravillosa idea y las avasalladoras pruebas que la respaldan? ¿No será que dichas pruebas no existen? Quienes se han planteado esta cuestión responden sin rodeos: “La ciencia rechaza a Dios, porque es atea e impía”, “Hay un acuerdo secreto entre todos los científicos del mundo para no permitir que la explicación bíblica no entre en terreno científico”, “Se quiere sacar a Dios de la sociedad”, etc. Al margen de todas las teorías conspirativas e infundadas ideas sobre la malvada naturaleza de los científicos contemporáneos, hay que decir que en realidad no hay prueba alguna de estas proposiciones. Las ideas de persecución divina corresponden mas bien a siglos pasados. Descaradamente, pretenden hacernos creer que somos los incrédulos y escépticos quienes perseguimos a los creyentes, cuando mas bien es al revés, y muchos que descreen de todo tipo de fe son ahora hostigados, coaccionados, manipulados y perseguidos por las instituciones y organismos que supuestamente son los encargados de llevar la paz al mundo.

¿Por qué habríamos de tolerar esto? ¿Por qué soportar el asedio constante e implacable de todos los poderes eclesiásticos, tanto en la vida pública como en la privada? ¿Por qué no poner en su lugar a quienes cree que se puede jugar con la ciencia y hacer pasar por objetivo y veraz algo que no pasa de ser una simple creencia infundada? Los autores de este libro quieren hacernos creer esto, e intentan que el mundo vuelva a las edades oscuras, donde la palabra de la iglesia era infalible, y su brazo, todopoderoso. La justificación científica de los relatos de la Biblia debe darse, si es que desea hacerse, e el campo abierto de la confrontación intelectual, donde se pondere la verdad con base en las pruebas y los hechos, en lugar de los milagros y las creencias arcaicas sin sustento.

martes, mayo 04, 2010

Ateísmo, religión y moral

Mucho se ha dicho en torno al tema de la moral y la ética. Según la mayoría de las personas, los ateos no podríamos ser personas morales por carecer de religión. Sin embargo, esta perspectiva no corresponde con la realidad. Muchos de quienes se dicen creyentes han sido algunos de los más grandes tiranos, mientras que muchos de los mayores descubridores y científicos de los últimos tiempos han sido incrédulos o declaradamente ateos.

Desde hace tiempo se sabe que existe una relación entre religión y moral. Sin embrago, se desconocía si esta relación era necesaria y de doble vía. Ahora se conoce que por u lado, la moral poco o nada tiene que ver con la religión. Esto debido a recientes descubrimientos (y otros no tan nuevos). Entre los viejos tenemos el proceso de doblepensamiento, el cual hace que pensemos de una forma y actuemos de otra, según como sean nuestras necesidades, mediante un proceso de adaptación dinámica. Por otro lado, entre la confirmación de lo que muchos veíamos como un secreto a voces: Que en última instancia, la religión y la moral no tienen nada que ver, menos aún dependen una de la otra.

Puede sonar extraño, pero así es. Y suena especialmente raro a oídos de quien tiene fe en cualquier suerte de dioses y/o realidad suprafísica. Sin embargo no hay duda: La moral es muy anterior al advenimiento de las religiones primarias, no ya al de las organizadas, mal llamadas por algunos “superiores. Esto se deriva de los recientes estudios en campos novedosos y muy prometedores del quehacer científico. Entre estos tenemos a la neurociencia, la psicología evolutiva, la psicología moral experimental, la neuroteología, etc. Algunos artículos referentes a estos temas son:

1. La experiencia religiosa sería una anormalidad eléctrica en el cerebro. Ver aquí y aquí.

2. La moral no tiene que ver con la religión, sino que esta última sería un subproducto de la primera. Ver aquí.

Ante estas investigaciones, se con firman las sospechas de los incrédulos, y se derrumba la antigua visión beatífica del creyente como único sujeto conciente de derechos y deberes morales. Sin embargo, aún con todo, no es suficiente para eliminar el estigma que todavía pesa sobre los ateos.

La antigua leyenda urbana que versa sobre la correspondencia entre religiosidad y moral está llegando a su fin. Sin embargo, no tocará su ocaso sin dar fiera pelea, sin llevarse para siempre a muchos que, cerrando sus ojos de una vez y para siempre ante lo real, prefieren vivir su vida irresponsablemente, dejando en manos de un dios sus deberes para con el mundo y para consigo mismos. Ese es el verdadero peligro. Quienes ponen lo sobrenatural como centro de su vida están extraviando al mundo y extraviándose a sí mismos, al propagar la idea de que la fuente de la moral, y por ende, el significado de la vida, se encuentra fuera de uno mismo y de la realidad en que se vive. Esta visión del mundo es en la que están envueltos todos aquellos que profesan algún tipo de fe. Esto es especialmente cierto en el caso de los cristianos, judíos y musulmanes, y mucho más en los cristianos que en ningún otro grupo.

Las alusiones al demonio y sus secuaces hacen que la vida tome un aspecto sombrío, al estar condicionados a a la influencia de seres de ultratumba que, sin dar ninguna prueba objetiva de su existencia, se afirma que tienen la capacidad de dañar en gran manera. Locura, enfermedades varias, posesiones, y todas aquellas experiencias que se encuentran más allá de toda posible comprobación son solo algunos de los males atribuidos a estos supuestos entes poderosísimos, de los cuales, fuera de la mitología teísta, nada se sabe.

En la antigüedad se creía en toda suerte de seres con poderes para hacer tanto el bien como el mal. Seres con poder sobre la vida y la muerte. Incluso los dioses podían morir. Ahora, a pesar de que el avance científico ha derribado tantas barreras y roto los límites de nuestro saber, persisten todavía estos seres de la edad de bronce. ¿Por que será?

Dejar la responsabilidad de las propias acciones en las manos de un dios cualquiera, y culpar del mal recibido a los demonios es tomar la salida más fácil y rápida para evadir nuestras responsabilidades y evitar sentirnos culpables por nuestras malas acciones. Esta es la perspectiva desde la que una persona creyente enfrenta el problema de la existencia. De mas está decir que es la forma más sencilla que existe para olvidarse del compromiso personal y los deberes con los otros.

Sea como sea, quien tiene fe seguirá creyendo que lo que hace está bien, y que el resto del mundo se equivoca. Por suerte, la moral es independiente de la religión, por lo que se puede llegar a un consenso básico con la mayoría del mundo en cuestiones de derechos humanos y ética. Es con base en este compromiso que se extienden las relaciones diplomáticas. Y no solo estas, sino todas. Se asume que en todos los aspectos de la actividad humana se puede alcanzar un razonable consenso entre los muchos, de modo que se los beneficie también en gran manera, procurando en lo posible no desconocer la opinión de las minorías. Este es el principio de la democracia y de todo derecho humano.

Es por eso que es tan importante romper de una vez por todas la idea de una relación positiva entre religión y moral. Incluso se ha comprobado que existen patrones y estándares de vida más altos entre los países que implementan una forma de ateísmo orgánico en su sociedad, frente a quines eligen obviar el estado laico y declararse, de facto o de jure, estados confesionales. Entre los primeros se encuentra Japón, y entre los segundos EE.UU. Los índices de criminalidad de ambos países hablan por sí mismos. También se han comprobado relaciones inversas entre religión y criminalidad, inteligencia e índice de divorcios.

Este panorama nos habla de un nuevo concepto de moral. Uno que no dependa de los caprichos famélicos de quienes en su pequeño (o grande, a veces) puesto de poder se esfuercen en convertir el futuro en un decadente reflejo del pasado; sino del poder de la conciencia libre y sin barreras que puedan llegar a tener quienes se atrevan a pensar de forma libre y sincera, ajenos a dogmas arcaicos y pretensiones egoicas de loas o alabanzas a entidades etéreas que no se dejan ni nunca se han dejado ver.